LOS CORAZONES CERRADOS NO AYUDAN A VIVIR: HOMILÍA DEL PAPA EN LA CÁRCEL DE REBIBBIA (26/12/2024)

En la Santa Misa después de la apertura de la Puerta Santa en la cárcel de Rebibbia, este 26 de diciembre por la mañana, el Papa Francisco exhortó a “abrir de par en par las puertas del corazón, pues cada quien sabe cómo hacerlo”. Una homilía improvisada llena de gestos y palabras que tocaron los corazones de los muchos reclusos y autoridades, presentes en la celebración, que con compostura y modestia miraban con admiración y agradecimiento, en la capilla del Padre Nuestro del nuevo complejo penitenciario romano, la apertura de la segunda Puerta Santa de este Año Santo 2025. Reproducimos a continuación el texto improvisado por el Santo Padre en su homilía, traducido del italiano:

Queridas hermanas y queridos hermanos, buenos días y feliz Navidad:

He querido abrir la puerta, hoy, aquí. La primera la abrí en San Pedro, la segunda es la de ustedes. Es un hermoso gesto el de abrir de par en par, abrir: abrir las puertas. Pero más importante es lo que significa: es abrir el corazón. Corazones abiertos. Y eso hace la fraternidad. Los corazones cerrados, duros, no ayudan a vivir. Por eso, la gracia de un Jubileo es abrir de par en par, abrir y, sobre todo, abrir los corazones a la esperanza. La esperanza no defrauda (cf. Rom 5, 5), nunca. Piensen bien en eso. También yo lo pienso, porque en los momentos difíciles uno piensa que todo ha terminado, que nada se resuelve. Pero la esperanza nunca defrauda.

A mí me gusta pensar en la esperanza como el ancla que está en la orilla y nosotros con la cuerda estamos ahí, seguros, porque nuestra esperanza es como el ancla en tierra firme (cf. Heb 6, 17-20). No pierdan la esperanza. Es este el mensaje que quiero darles; a todos, a todos nosotros. Yo el primero. Todos. No pierdan la esperanza. La esperanza nunca defrauda. Nunca. A veces la cuerda es dura y nos lastima las manos... pero con la cuerda, siempre con la cuerda en las manos, mirando a la orilla, el ancla nos saca adelante. Siempre hay algo de bueno, siempre hay algo que nos hace avanzar.

La cuerda en las manos y, segundo, las ventanas abiertas de par en par, las puertas abiertas de par en par. Sobre todo la puerta del corazón. Cuando el corazón está cerrado se vuelve duro como una piedra; se olvida de la ternura. Incluso en las situaciones más difíciles – cada uno de nosotros tiene la suya, más fácil, más difícil, pienso en ustedes – siempre el corazón abierto; el corazón, que es precisamente lo que nos hace hermanos. Hablan de par en par las puertas del corazón. Cada uno sabe cómo hacerlo. Cada uno sabe en dónde la puerta está cerrada o semi cerrada. Cada uno sabe.

Les digo dos cosas. Primero: la cuerda en las manos, con el ancla de la esperanza. Segundo: abran de par en par las puertas del corazón. Hemos abierto ésta, pero eso es un símbolo de la puerta de nuestro corazón.

Les deseo un gran Jubileo. Les deseo mucha paz, mucha paz. Y todos los días pido por ustedes. En verdad. No es una forma de decir. Pienso en ustedes y pido por ustedes. Y ustedes oren por mí. Gracias.

Palabras improvisadas después de la bendición final

Ahora no olvidemos dos cosas que debemos hacer con las manos. Primero: agarrarse de la cuerda de la esperanza, agarrarse del ancla, de la cuerda. No dejarla nunca. Segundo: abrir de par en par los corazones. Corazones abiertos. Que el Señor nos ayude en todo esto. Gracias.

Palabras improvisadas pronunciadas al final de la Santa Misa

Antes de terminar esta parte, quiero desearles un feliz año a todos. Que el próximo año sea mejor que este. Cada año debe ser mejor. Después, desde aquí, quiero saludar a los detenidos que se han quedado en sus celdas, porque no han podido venir. Un saludo a todos y a cada uno de ustedes.

Y no lo olviden: agarrarse del ancla. Las manos agarradas. No se olviden de ello. Feliz año a todos. Gracias.

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