NO A LOS TRABAJOS HUMILLANTES, TENGAN SUEÑOS Y METAS: MENSAJE DEL PAPA A JÓVENES PARTICIPANTES EN ENCUENTRO SOBRE EL TRABAJO (17/12/2024)

Este 17 de diciembre, el Papa Francisco dirigió un mensaje a los participantes en la tercera edición del “Labor Dì”, el proyecto destinado a “promover y poner el trabajo decente en el centro” organizado por la Asociación Cristiana de Trabajadores Italianos (ACLI) de Roma. El Santo Padre exhorta en su mensaje a las nuevas generaciones a no ceder a contextos profesionales “contaminados”, donde es normal “hacer que todo salga bien, sólo para obtener prestigio social o dinero”. La fría “actuación” de las máquinas siempre tendrá que estar acompañada de la creatividad y la “imaginación” humanas. Compartimos a continuación el texto de su mensaje, traducido del italiano:

Queridos jóvenes amigos y amigas:

Me alegra que también este año se realice Labor Dì, para promover y volver a poner al centro el trabajo digno. Agradezco a los organizadores, en particular a la Dra. Lidia Borzì, Presidente de la A.C.L.I. de Roma.

Quizá el trabajo les ha parecido hasta hoy un problema de los adultos. Como anciano Obispo de Roma quisiera deciles: ¡no es así! Ustedes ya han trabajado bastante, ¿saben? ¿Cuánto esfuerzo y energía se han necesitado para su crecimiento? Ciertamente, mucho es lo que han recibido, pero habrían sido en vano los esfuerzos de sus padres, profesores, educadores, amigos, sin su respuesta. Es cierto, cada uno sabe si ha desperdiciado buenas oportunidades en alguna ocasión; sin embargo, la vida misma no se cansa de llamarnos a salir de nosotros mismos. Tenemos nuestras “guaridas”. Nos construimos refugios, sobre todo cuando a nuestro alrededor hay confusión y amenazas. Pero en realidad estamos hechos para la luz, para el espacio abierto. Así, una vez que pasa la adolescencia, se abre frente a ustedes la escena del mundo. Puede aparecer llena de gente y distraída de su llegada; sin embargo, aún le falta su contribución, eso por lo que han sido esperados desde siempre. Con ustedes – y quisiera decir a cada uno: contigo – entra en el mundo lo nuevo. Todo, en verdad todo puede cambiar.

Escuchando el clamor de la tierra, del aire, del agua, que un modelo equivocado de desarrollo ha herido tanto, comprendí mejor una realidad que quiero compartir con ustedes: en la creación “todo está conectado” (cf. Carta enc. Laudato si’, 117; 138). Por eso la contribución de cada uno de ustedes puede mejorar al mundo. La novedad de cada uno implica a todos. El mundo del trabajo es un mundo humano, en el que cada uno está conectado con todos. Y desgraciadamente también este “mundo” está contaminado por dinámicas y comportamientos negativos que lo hacen a veces imposible de vivir. Junto con el cuidado de la creación es necesario el cuidado de la calidad de la vida humana, la búsqueda de la fraternidad humana y de la amistad social, porque nuestros vínculos cuentan más que los números y los rendimientos. Eso también hace la diferencia en el mundo del trabajo. Y ustedes, acercándose a ello, es importante que tengan bien firme tanto la conciencia de su unicidad – que prescinde de cualquier éxito o fracaso – como la propensión a establecer con los demás, relaciones sinceras. En muchos ambientes serán, entonces, una revolución gentil.

El año pasado les sugerí la imagen de la construcción. Al acercarse el Jubileo, de hecho, ya comenzaba a ponerse “patas arriba” nuestra hermosa ciudad. Este año propongo otra imagen, que se mueve a menudo y por todos lados, incluso en los mensajes que intercambian en todo momento. Me refiero al corazón, que a menudo relacionamos con el amor, la amistad, pero que en realidad llevarán con ustedes también al trabajo, así como late en ustedes en el tiempo de la escuela o la universidad. Para la Biblia el corazón es el lugar de las decisiones. Allí nacen las aspiraciones, allí surgen los sueños, allí se hacen sentir las resistencias, allí se insinúan las perezas. Ustedes conocen su corazón: ¡cuídenlo! A veces puede asustar y puede fingirse no sentirlo, pero permanece nuestro, inviolable. Siempre podemos volver a él. Y allí, si tienen el don de la fe, sepan que Dios los espera con infinita paciencia.

Les escribo estas cosas porque, enfrentándose al mundo del trabajo, en cambio todo les parecerá veloz. Casi podría oprimirlos lo que se espera de ustedes. Tendrán, como se dice, respirándoles en la nuca a personas que conocen o que no conocen: muchas peticiones, a veces demasiadas indicaciones y recomendaciones. En estas circunstancias, aprendan a cuidar el corazón, para permanecer en paz y libres. No se dobleguen a peticiones que los humillan y les causan malestar, a formas de proceder y a pretensiones que ensucien su ser genuinos. Para dar su contribución, de hecho, no deben hacer que salga bien cualquier cosa, incluso el mal. No sé homologuen a modelos en que no creen, quizá para obtener prestigio social o más dinero. El mal nos aliena, apaga los sueños, nos vuelve solos y resignados. El corazón sabe darse cuenta de ello y, cuando es así, es necesario pedir ayuda y hacer equipo con quienes nos conocen y se preocupan por nosotros. Hay que elegir.

Muy queridos todos, en el mundo del trabajo se entra juntos. No cada uno por su cuenta: nos volveríamos rápidamente engranajes de una máquina y los que tienen poder podrían hacer de nosotros cualquier cosa. La A.C.L.I., que los ha reunido, es un histórico ejemplo de lo importante que es asociarse, transformar las intuiciones del corazón en vínculos sociales. Juntos se pueden realizar los sueños. El corazón busca amistades, piensa no aislándose, se calienta identificándose. El corazón sabe ser flexible y generoso. Sabe renunciar a algo, pero persiguiendo el ideal. Sabe darse objetivos, pero se fija en la forma en que se alcanzan.

Y cuando el trabajo se organiza sin corazón, entonces está en peligro la dignidad humana de quien trabaja, o no encuentra trabajo, o se adapta a un trabajo indigno. Hoy es la economía misma la que se da cuenta que saber hacer no basta, que el rendimiento no lo es todo. Para eso bastarían las máquinas. Humana, en cambio, es la inteligencia del corazón, la razón que escucha las razones de los demás, la imaginación que crea lo que aún no existe, la fantasía por la cual Dios nos ha hecho a todos distintos. Somos “piezas únicas”, ayudémonos mutuamente a recordarlo.

Agradezco a los adultos que caminan con ustedes y les digo: no hagamos que los jóvenes se plieguen a las razones de lo ya existente, no corrompamos su novedad: démosles la mano e introduzcámoslos a los tiempos largos e incluso al peso de las responsabilidades, confiemos en lo que está sembrado en sus corazones.

Queridos jóvenes, los animo a unir sus esfuerzos, a construir redes, incluso internacionales, para reparar la casa común y tejer nuevamente la fraternidad humana. El corazón humano sabe esperar. El trabajo que no aliena, pero libera, comienza desde el corazón.

Felicidades, entonces, por este día. Estoy con ustedes y los bendigo de corazón.

Roma, San Juan de Letrán, 17 diciembre 2024

FRANCISCO

Comentarios

Entradas populares