QUE LA TEOLOGÍA AYUDE AL RESCATE CULTURAL: TEXTO DEL VIDEO MENSAJE DEL PAPA A LA FACULTAD DE TEOLOGÍA DE SICILIA (16/10/2024)
Me alegra intervenir en la apertura de su nuevo año académico 2024-2025. El discurso de apertura completo les será entregado después. Me coloco idealmente siguiendo las huellas de San Juan Pablo II, que visitó la Facultad de Sicilia el 21 de noviembre de 1982, en ocasión de su visita pastoral al Valle de Belice y a Palermo.
Su Facultad, nacida con una fuerte vocación eclesiológica, está llamada desde dentro de la historia y a la escucha del olfato de la fe que el pueblo de Dios posee, para hacerse protagonista en afrontar aquellos desafíos que el Mediterráneo plantea a la teología: el diálogo ecuménico con Oriente; el diálogo interreligioso con el Islam y el Judaísmo; la defensa de la dignidad humana del Mare Nostrum, a menudo convertido en monstrum por las lógicas de muerte; la fuerza cultural y social de la religiosidad popular – la “piedad popular”, cómo la llamó San Pablo VI –; el recurso a la literatura para el rescate de la dignidad cultural del pueblo; y, sobre todo, los desafíos de liberación que llegan desde el clamor de las víctimas de la mafia.
Se trata de aprender el artesanado de la teología como un tejido de redes evangélicas de salvación, justamente a lo largo de las orillas sicilianas del Mediterráneo; es un paciente trabajo que busca narrar el amor del Maestro, capaz de suscitar el asombro del encuentro y la amistad. El asombro, que es precisamente el nervio que suscita a la fe. Imaginen entonces aquel momento en que el Maestro se detuvo, a lo largo del mar de Galilea, para contemplar aquellos pescadores que lanzaban las redes (Mt 4, 18-22): ¿qué lo impulsó a llamarlos, a ceñirse de su humanidad, a enviarlos como pescadores de hombres? ¿Y por qué las redes, en la mente de Jesús, en su manera de pensar, se convierten en el signo e instrumento de salvación? Ahí está la tarea de la teología del Mediterráneo: tejer redes de salvación, redes evangélicas fieles a la manera de pensar y amar de Jesús, construidas con los hilos de la gracia y entretejidas con la misericordia de Dios, con las cuales la Iglesia puede seguir siendo, también en el Mediterráneo, signo e instrumento de salvación del género humano (cf. Lumen gentium, 2). Y esta es la manera con la cual la teología puede amar, puede volverse caridad.
Se trata de una verdadera analogia crucis: «Desde lo alto de la cruz el teólogo es provocado a mirar la realidad humana con los ojos de aquél que se abajó hasta tal punto que se convirtió en el más pequeño entre los hombres, renunciando a sus prerrogativas divinas y asumiendo la condición de servidor». [1] Me gusta pensar, por tanto, en un salto de la proximidad, que complete el salto de la fe, para no ser un balconero de la historia, sino un tejedor de redes que sabe anudarse a la humanidad de Cristo y de su Evangelio.
Hermanos, hermanas, las redes se tejen y se acomodan sentados en la tierra, a menudo de rodillas. No olvidemos que esta es la mejor posición para amar al Señor: de rodillas. Significa asumir el estilo del lavatorio de pies y el del buen samaritano que se inclina ante las heridas del desgraciado en manos de los bandoleros. Las manos de los teólogos podemos imaginarlas de esta manera: humanos que narran el abrazo de Dios, manos que ofrecen ternura – no olviden esta palabra, ternura, que es el estilo de Dios –, manos que levantan a quien se ha caído y orientan hacia la esperanza. Y no olvidemos que solamente una vez es lícito mirar a una persona de arriba hacia abajo: solamente para ayudarla a levantarse.
Así, la teología requiere e incluye el testimonio hasta el sacrificio de la vida, hasta el don de sí mismo a través del martirio. Esta tierra conoce a grandes testigos y mártires, desde el Padre Pino Puglisi hasta el juez Rosario Livatino, sin olvidar a los magistrados Paolo Borsellino y Giovanni Falcone, y tantos otros servidores del Estado. Ellos son “verdaderas cátedras” de justicia, que invitan a la teología a contribuir, con las palabras del Evangelio, al rescate cultural de un territorio a un dramáticamente marcado por el flagelo de la mafia. No olvidemos esto. Hacer teología en el Mediterráneo, entonces, quiere decir recordar que el anuncio del Evangelio pasa a través del compromiso por la promoción de la justicia, la superación de las desigualdades y la defensa de las víctimas inocentes, para que resplandezca siempre el Evangelio de la vida y el mal sea rechazado en todas sus formas.
Se necesita una teología con-prometida, que se sumerge en la historia y en ella hace resplandecer la caridad de Cristo. En tal sentido, quisiera que la facultad iniciará procesos de investigación teológica y social acerca del perdón, en la encrucijada de la legalidad, la resistencia y la santidad. Comiencen con creatividad un verdadero laboratorio teológico y social del perdón, para una verdadera revolución de justicia.
Y esa, me gusta decirlo, es la vocación de su isla. Ésta, sin embargo, es también lugar donde se encuentran en armonía culturas, historias y rostros distintos, que comprometen a la teología a cultivar el diálogo con las iglesias hermanas de Oriente que también se asoman al Mediterráneo. La ruta del diálogo ecuménico e interreligioso, de por sí difícil, es la de reponer y apoyar a través de experiencias de encuentro, experiencias también de discusión y colaboración en la escucha común del Espíritu Santo. Es herencia de muchos mártires del diálogo en el Mediterráneo. A ustedes por ello se les encomienda la misión de constituirse en laboratorio de una teología del diálogo ecuménico y de una teología de las religiones que desemboque en una teología del diálogo interreligioso. Siempre la palabra diálogo, diálogo, apertura.
En este contexto resulta fecundo, finalmente, la discusión entre teología y literatura, rasgo que ha caracterizado en estos años también la investigación de su Facultad Teológica, sobre todo por la decisión de reconocer ese olfato de la fe que pertenece a la experiencia del pueblo. La literatura lo narra a menudo y permite una lectura de la realidad siciliana y mediterránea, ayudando a todos ustedes a redescubrir su identidad en el signo del diálogo y haciéndolos capaces de quitarse las sandalias «ante la tierra sagrada del otro (cf. Ex 3, 5)» (Evangelii gaudium, 169). Por otra parte, ¿cómo podría entenderse el pensamiento poliédrico siciliano sin la literatura, sin Pirandello, Verga, Sciasica y sin los temas existenciales sobre los que ellos escribieron páginas memorables?
Queridos hermanos y hermanas, el Mediterráneo necesita una teología viva, que cultive profundamente su dimensión contextual, convirtiéndose en un llamado para todos. Cultiven esta teología comprometida con la historia, así como Dios en la carne del Hijo se comprometió con nuestras lágrimas y esperanzas. Promuevan una teología que, desde lo alto de la cruz y de rodillas ante el prójimo, utilice palabras humildes, sobrias y radicales, para ayudar a todos a acercarse a la compasión; y palabras que nos enseñan a tejer redes de salvación y amor, para engendrar una historia nueva, arraigada en la historia del pueblo.
Los abrazo y les pido, por favor, orar por mí. Gracias.
[1] M. Naro, El protagonista es el abrazo. La pequeña teología de Francisco.
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