EL SUEÑO DEL PAPA PARA UNA COMUNICACIÓN “DE CORAZÓN A CORAZÓN”: PALABRAS DEL PAPA A LA ASAMBLEA PLENARIA DEL DICASTERIO PARA LA COMUNICACIÓN (31/10/2024)
Queridos hermanos y hermanas del Dicasterio para la Comunicación, ¡bienvenidos todos!
Saludo al Prefecto, el Dr. Ruffini, y a los demás directivos; saludo a los Cardenales y Obispos presentes y a todos ustedes que forman esta gran comunidad de trabajo.
En la liturgia de este día leemos esta exhortación: «Manténgase firmes: alrededor de su cintura, la verdad; como vestido, la coraza de la justicia; los pies, calzados y listos para propagar el Evangelio de la paz» (Ef 6, 14-15). Podría ser también el identikit del buen comunicador, ¿no les parece?
En efecto, la suya es una vocación, ¡es una misión! Con su trabajo y su creatividad, con el uso inteligente de los medios que la tecnología pone a su disposición, pero sobre todo con su corazón: se comunica con el corazón. Están llamados a una tarea grande y apasionante: la de construir puentes, cuando muchos levantan muros, los muros de las ideologías; la de favorecer la comunión, cuando muchos fomentan división; la de dejarse involucrar en los dramas de nuestro tiempo, cuando muchos prefieren la indiferencia. Esta cultura de la indiferencia, esta cultura de “lavarse las manos”: “no me toca a mí, que se las arreglen”. ¡Esto hace mucho mal!
En estos días de su Plenaria se han preguntado cómo favorecer una comunicación que sea “constitutivamente sinodal”. El Sínodo sobre la Sinodalidad que acabamos de concluir se convierte ahora en un camino ordinario que debe abrirse paso – un camino que viene del tiempo en que San Pablo VI creó el Secretariado para el Sínodo de los Obispos –; se convierte en el estilo con el que en la Iglesia vivimos la comunión, un estilo sinodal. En cada expresión de nuestra vida comunitaria, estamos llamados a hacer reverberar ese amor divino que en Cristo nos atrajo y nos atrae. Y esto es lo que caracteriza la pertenencia eclesial: si razonáramos y actuáramos según categorías políticas, o empresariales, no seríamos Iglesia. ¡Eso no está bien! Si aplicáramos criterios mundanos o redujéramos nuestras estructuras a burocracia, no seríamos Iglesia. Ser Iglesia significa vivir con la conciencia de que el Señor nos ama primero, nos llama primero, nos perdona primero (cf. Rom 5, 8). Y nosotros somos testigos de esta misericordia infinita, que se ha derramado gratuitamente sobre nosotros cambiando nuestra vida.
Ahora podrían preguntarme: pero ¿qué tiene que ver todo esto con nuestro trabajo como comunicadores, como periodistas? Tiene que ver, ¡y mucho! Precisamente como comunicadores, de hecho, están llamados a tejer la comunicación eclesial con la verdad alrededor de sus cinturas, la justicia como coraza, los pies calzados y listos para propagar el Evangelio de la paz. Permítanme contarles mi sueño. Sueño con una comunicación que logre conectar personas y culturas. Sueño con una comunicación capaz de contar y valorar historias y testimonios que ocurren en todos los rincones del mundo, poniéndolos en circulación y ofreciéndolos a todos. Por eso me alegra saber que – a pesar de las dificultades económicas y de la exigencia de reducir gastos, hablaré de esto más adelante – se han esforzado por aumentar la oferta de más de cincuenta lenguas con las que comunican los medios de comunicación vaticanos, añadiendo la lingala, la mongola y la kannada.
Sueño con una comunicación hecha de corazón a corazón, dejándonos involucrar por lo que es humano, dejándonos herir por los dramas que viven muchos de nuestros hermanos y hermanas. Por eso les invito a salir más, a atreverse más, a arriesgarse más, no para difundir sus ideas, sino para contar con honestidad y pasión la realidad. Sueño con una comunicación que sepa ir más allá de los slogans y mantenga encendidos los reflectores sobre los pobres, sobre los últimos, sobre los migrantes, sobre las víctimas de la guerra. Una comunicación que favorezca la inclusión, el diálogo, la búsqueda de la paz. ¡Qué urgente es dar espacio a los constructores de la paz! No se cansen de contar sus testimonios, en todas partes del mundo.
Sueño con una comunicación que eduque para renunciar un poco a sí mismo para hacerle espacio al otro; una comunicación apasionada, curiosa, competente, que sepa sumergirse en la realidad para poder contarla. Nos hace bien escuchar historias con sabor evangélico, que hoy como hace dos mil años nos hablan de Dios tal y como Jesús, su Hijo, lo reveló al mundo.
Hermanos y hermanas, no tengan miedo de involucrarse, de cambiar, de aprender lenguajes nuevos, de recorrer nuevos caminos, de habitar el ambiente digital. Háganlo siempre sin dejarse absorber por las herramientas que utilizan, sin hacer que la herramienta se convierta en “mensaje”, sin banalizar, sin “subrogar” al encuentro en la red, las relaciones humanas reales, concretas, de persona a persona. El Evangelio es una historia de encuentros, de gestos, de miradas, de diálogos en la calle y en la mesa. Sueño con una comunicación que sepa dar testimonio hoy de la belleza de los encuentros con la samaritana, con Nicodemo, con la adúltera, con el ciego Bartimeo... Jesús, como escribí en la nueva Encíclica Dilexit nos, «presta toda su atención a las personas, a sus preocupaciones, a sus sufrimientos» (n. 40). Nosotros los comunicadores estamos llamados a hacer lo mismo, porque al encontrar el amor, el amor de Jesús, «nos hacemos capaces de tejer lazos fraternos, de reconocer la dignidad de todo ser humano y de cuidar juntos nuestra casa común» (ibid.).
Ayúdenme, por favor, a dar a conocer al mundo el Corazón de Jesús, a través de la compasión por esta tierra herida. Ayúdenme, con la comunicación, a hacer que el mundo, «que sobrevive entre las guerras, los desequilibrios socioeconómicos, el consumismo y el uso inhumano de la tecnología, pueda recuperar lo más importante y necesario: el corazón» (Dilexit nos, 31). Ayúdenme con una comunicación que es una herramienta para la comunión.
A pesar de que el mundo está sacudido por una violencia terrible, nosotros los cristianos sabemos mirar las muchas llamas de esperanza, las muchas pequeñas y grandes historias de bien. Estamos seguros de que el mal no vencerá, porque es Dios quien guía la historia y salva nuestras vidas.
Quisiera también mencionar a la Sra. Gloria Fontana [aplausos]. Hoy es tu último día de trabajo, ¡espero que te hagan una fiesta! Después de 48 años de servicio: entró el día de su Primera Comunión, creo. Ha prestado un gran servicio en lo oculto, dedicándose a transcribir los discursos del Papa.
Y quisiera decirles algo: tendremos que ser un poco más disciplinados con el dinero. Deben encontrar la manera de ahorrar más y buscar otros fondos, porque la Santa Sede no puede seguir ayudándoles como ahora. Sé que es una mala noticia, pero también es una buena noticia porque mueve la creatividad de todos ustedes.
El Jubileo, que comenzaremos dentro de unas semanas, es una gran oportunidad para dar testimonio al mundo de nuestra fe y nuestra esperanza. Les agradezco desde ahora por todo lo que harán, por el compromiso del Dicasterio en ayudar, tanto a los peregrinos que vendrán a Roma, como a los que no podrán viajar, pero gracias a los medios de comunicación vaticanos podrán seguir las celebraciones jubilares sintiéndose unidos a nosotros. Gracias, ¡muchas gracias!
Los bendigo de corazón a todos ustedes y a su trabajo. Y por favor, no se olviden de orar por mí. ¡Gracias!
Comentarios