INTERCEDE POR NUESTRO MUNDO EN PELIGRO: ORACIÓN DEL PAPA DESPUÉS DEL REZO DEL ROSARIO POR LA PAZ (06/10/2024)
Oh, María, Madre nuestra, estamos de nuevo aquí ante ti. Tú conoces los dolores y las fatigas que en esta hora abruman nuestro corazón. Nosotros elevamos la mirada hacia ti, nos sumergimos en tus ojos y nos encomendamos a tu corazón.
También a ti, oh, Madre, la vida te reservó difíciles pruebas y humanos temores, pero fuiste valiente y audaz; confiaste todo a Dios, le respondiste con amor, te ofreciste a ti misma incondicionalmente. Como intrépida Mujer de la caridad, rápidamente fuiste a ayudar a Isabel; con prontitud percibiste la necesidad de los esposos durante las bodas de Caná; con fortaleza de ánimo en el Calvario iluminaste de esperanza pascual la noche del dolor. Finalmente, con ternura de Madre animaste a los discípulos temerosos en el Cenáculo y, con ellos, acogiste el don del Espíritu.
Ahora te suplicamos, ¡escucha nuestro clamor! Necesitamos tu mirada, tu mirada amorosa que nos invita a confiar en tu Hijo Jesús. Tú que estás dispuesta a acoger nuestras penas, ven a socorrernos en este tiempo en que estamos oprimidos por las injusticias y devastados por las guerras; enjuga las lágrimas sobre los rostros sufridos de cuantos lloran la muerte de sus seres queridos, de sus propios hijos; despiértanos del letargo que ha oscurecido nuestro camino y despoja nuestros corazones de las armas de la violencia, para que se cumpla pronto la profecía de Isaías: «Romperán sus espadas y harán arados con ellas; de sus lanzas, harán azadones. Una nación ya no levantará la espada contra otra nación, ya no aprenderán el arte de la guerra» (Is 2, 4).
Madre, dirige tu mirada maternal a esta familia humana, que ha extraviado el gozo de la paz y ha perdido el sentido de la fraternidad. Madre, intercede por nuestro mundo en peligro, para que custodie la vida y rechace la guerra; cuide a los que sufren, a los pobres, a los indefensos, a los enfermos, a los afligidos, y proteja nuestra casa común.
Te invocamos, Madre, la misericordia de Dios, ¡tú que eres Reina de la paz! Convierte las almas de quienes alimentan el odio, silencia el ruido de las armas que provocan la muerte, apaga la violencia que habita en el interior del hombre e inspira proyectos de paz en el actuar de quienes gobiernan las naciones.
María, Reina del Santo Rosario, desata los nudos del egoísmo y disipa las nubes oscuras del mal. Llénanos con tu ternura, levántanos con tu mano bondadosa y danos, a tus hijos, tu caricia de Madre, que nos hace esperar el advenimiento de una nueva humanidad donde «el desierto se convertirá en un jardín y el jardín se considerará una selva. En el desierto habitará el derecho y la justicia morará en el jardín. Practicar la justicia traerá la paz» (Is 32, 15-17).
Oh, Madre, Salus Populi Romani, ¡ruega por nosotros!
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