LA GUERRA ES UN DESPERDICIO DE HUMANIDAD: PALABRAS DEL PAPA A PARTICIPANTES EN EL CAPÍTULO GENERAL DE LOS PASIONISTAS (25/10/2024)
Queridos hermanos, bienvenidos, buenos días:
Saludo al Superior General y a todos ustedes, Pasionistas o “apasionados”.
Me alegra encontrarlos en este momento en el que se acercan a la conclusión de su capítulo general, que sea interrogado sobre cómo responder de manera adecuada a nuestro tiempo tumultuoso – todos los tiempos han sido tumultuosos – y cómo responder a la iniciativa de Dios, que siempre llama a cooperar en su plan de salvación. [Breve diálogo: ¿fue un capítulo electivo? … ¿Tú fuiste elegido? … Y ¿quién era el predecesor? ... ¡Ya fuiste liberado! Muy bien, felicidades].
Lo han hecho reflexionando de manera particular sobre las palabras dirigidas por Dios al profeta Isaías: «¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?» (Is 6, 8) y meditando la invitación de Jesús ante las expectativas del Reino: «Pidan al Señor de la mies para que envíe trabajadores a su mies» (Lc 10, 3). [Diálogo: ¿y cuántos novicios tienen? – 150 – ¿Y de dónde son? – De todo el mundo, sobre todo de Asia – ¿También de Europa? – También de Europa – La vieja Europa...].
A la pregunta del profeta Isaías, para salir de nuevo como anunciantes del Crucificado Resucitado, con los labios purificados con el fuego del amor, que se obtiene en la contemplación del misterio, es necesario de nuevo responder «Aquí estoy, mándame» (Is 6, 8). Se renovarán de tal manera las energías misioneras también en vista del inminente Jubileo.
Es deseable, más aún es necesario, una misión que se proponga el objetivo de alcanzar al mayor número de personas posibles, porque todos, sin excluir a nadie, tienen una extrema necesidad de la luz del Evangelio. Sin renunciar a los acostumbrados métodos de acción pastoral, les deseo que identifiquen también nuevos caminos y creen nuevas ocasiones para facilitar el encuentro entre las personas y el encuentro con el Señor, el cual no abandona a nadie, sino que «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2, 4).
Es necesario entonces salir a las calles, las plazas y callejones del mundo, para no anquilosarse y enmohecerse, y como prueba de la propia fe alegre y fecunda. Sin embargo, tal salida podrá ser eficaz sólo si surge de la plenitud del amor a Dios y a la humanidad, vivida en la vida contemplativa, en las relaciones fraternas de la comunidad y en el apoyo recíproco. Vida contemplativa y relaciones con la comunidad. ¡No dejen la vida contemplativa! Ustedes tienen una rica tradición de vida contemplativa. Y esto para caminar juntos, experimentando la presencia del Señor en medio de ustedes.
Para crear eventos de evangelización, presentando la sublime belleza de la Persona de Cristo junto con el rostro de una Iglesia atrayente, acogedora y capaz de involucrar en el compromiso, es necesario para ello un constante enraizarse en la oración y la Palabra de Dios. Este enraizarse en la oración es una parte importante en su tradición: retirarse para la oración y la contemplación, a veces algunos meses o a veces todos los días o parte del día.
Sean fieles a la tarea de mantener vivo el valioso carisma de San Pablo de la Cruz. La evangelización, basada en el buen testimonio de sí mismo, en el kèrigma, en las homilías, anuncia el amor de Dios que se entrega en el Hijo para la salvación humana. Su Fundador captó todo esto en su raíz y atrapado por este misterio, guiado por el Espíritu, se encontró inmerso en una experiencia espiritual que lo hizo uno de los más famosos místicos de su tiempo.
Su intuición más original fue que la muerte de Jesús en la Cruz es la manifestación suprema del amor de Dios. Este es el milagro de los milagros del amor divino, la puerta para entrar en la intimidad de la oración y la unión con Él, la escuela para aprender todas las virtudes, la energía que nos hace capaces de soportar cualquier dolor. Al mismo tiempo su Fundador fue atormentado por la percepción de que la humanidad no está plenamente consciente de este amor. «El amor de Dios no es conocido, no es apreciado», exclamaba.
De esta experiencia interior surgió la determinación de reunir compañeros que estuvieran inmersos en la contemplación de ese amor y estuvieran listos para anunciarlo.
Con la alegría y la fuerza de esta pertenencia carismática, que los pasionistas sepan también anunciar la presencia del Crucificado Resucitado en los sufrimientos de nuestros días. Conocemos su vastedad y su devastación en la pobreza, en las guerras, en los gemidos de la creación, en los perversos dinamismos que producen divisiones entre las personas y el descarte de los débiles. Que se haga todo lo posible para evitar que el dolor de nuestros hermanos permanezca sin sentido y que se convierta en un desperdicio de humanidad y desesperación. En las espirales de este dolor, Cristo murió sufriente y crucificado, viviendo en el amor cada herida y ofreciendo un sentido al dolor entregado por amor.
Su Capítulo se ha desarrollado al mismo tiempo que la convocación del Sínodo de los Obispos sobre la sinodalidad y no lejos de la apertura del Jubileo, que tiene entre sus temas principales, el de la esperanza.
La virtud de la esperanza tiene una relación particular con el carisma de los pasionistas. De hecho, su razón teológica es la muerte y resurrección de Cristo. La sangre y el agua que fluyen de su corazón dicen que más allá de la muerte la vida continúa, el amor se difunde sobre la humanidad en el don del Espíritu, comunicándose con un poder que nadie puede eliminar. Sin nada puede ahogar en el ser humano la capacidad de amar, entonces nada está perdido, todo reencuentra sentido y valor, todo está salvado. Sobre esta certeza de fe está arraigada la esperanza.
Siéntanse, además, atraídos por la preocupación de la Virgen María que, en los albores de su especial misión en el proyecto salvífico del Padre, salió de prisa hacia la montaña, donde se hizo don en la ayuda a su pariente anciana. Declarándose sierva del Señor se puso al servicio del prójimo y es proclamada Madre del Señor por su prima Isabel.
Que siguiendo el ejemplo y mediante la intercesión de la Virgen María – quien sobre el Calvario, ante su Hijo que moría, vive «la más profunda “kenosis” de la fe de la historia de la humanidad» (San Juan Pablo II, Carta Enc. Redemptoris Mater, 18) – los pasionistas vivan su consagración y misión, conscientes de la urgencia por difundir el mensaje de salvación. No es la prisa del reloj, krónos, sino la de la gracia, kairós, la del amor que corre para alcanzar el objetivo, como la ola del mar tiene prisa por tocar la orilla.
Un amor que se expresa con la palabra que es el eco de la Palabra de verdad, con el gesto que levanta al pobre y necesitado, o con el simple silencio al estar cerca del que sufre.
Que Dios bendiga a cada uno de ustedes, a su Congregación y a su misión.
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