NO HABLEMOS DE DISCAPACIDADES SINO DE CAPACIDADES DIFERENTES: PALABRAS DEL PAPA A PARTICIPANTES EN REUNIÓN SOBRE DISCAPACIDAD (17/10/2024)
Señores y señoras Ministros, señores y señoras delegados:
Discúlpenme por la hora, pero había muchas cosas hoy. Los saludo con gratitud y afecto por su compromiso en promover la dignidad y los derechos de las personas con discapacidad. Una vez, hablando sobre las personas con discapacidad, un chico me dice: “¡Pero ten cuidado, que todos tenemos alguna, eh!”. Todos nosotros. Es verdad. Este encuentro, en ocasión del G7, es un signo concreto de la voluntad de construir un mundo más justo, un mundo más inclusivo, donde toda persona, con sus propias capacidades, pueda vivir plenamente y contribuir al crecimiento de la sociedad. En lugar de hablar de “discapacidades”, hablemos de capacidades diferentes. Pero todos tienen capacidades. Recuerdo por ejemplo, un grupo que vino aquí, de una empresa, un restaurante; tanto los cocineros, como los que servían las mesas, todos eran jóvenes con discapacidad. Pero lo hacían excelente. Excelente. Le agradezco a la Honorable Alessandra Locatelli que ha venido, Ministro para la Discapacidad, por haber promovido esta importante iniciativa. Gracias.
Ayer firmaron “La Carta de Solfagnano”, fruto de su trabajo acerca de temas fundamentales como la inclusión, la accesibilidad, la vida autónoma y la valoración de las personas. Estos temas se encuentran con la visión que la Iglesia tiene de la dignidad humana. Cada persona, de hecho, es parte integral de la familia universal y nadie debe ser víctima de la cultura del descarte, nadie. Esta cultura genera prejuicios y causa daño a la sociedad.
En primer lugar, la inclusión de las personas con discapacidad es necesario que se reconozca como una prioridad de todos los países. A mí esta palabra “discapacidad” no me gusta mucho. Me gusta la otra: “capacidades diferentes”. Desgraciadamente en algunas naciones Todavía hoy es difícil reconocer la igual dignidad de estas personas (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 98). Hacer al mundo inclusivo significa no sólo adaptar las estructuras, sino cambiar la mentalidad, para que las personas con discapacidad sean consideradas totalmente como partícipes de la vida social. No hay verdadero desarrollo humano sin la aportación de los más vulnerables. En tal sentido, la accesibilidad universal se convierte en un gran objetivo que hay que perseguir, para que toda barrera física, social, cultural y religiosa sea removida, permitiendo a cada uno fructificar sus propios talentos y contribuir al bien común. Y esto en todas las fases de su existencia, desde la infancia hasta la vejez. Me duele cuando se vive con esa cultura del descarte con los viejos. Los viejos son sabiduría y se descartan como si fueran zapatos viejos.
Garantizar servicios adecuados a las personas con discapacidad no es sólo una cuestión de asistencia – esa política del asistencialismo: no, no es eso – sino de Justicia y respeto de su dignidad. Todos los países, por tanto, tienen el deber de asegurar las condiciones para que cada persona pueda desarrollarse integralmente, en comunidades inclusivas (cf. Fratelli tutti, 107).
Es entonces importante trabajar juntos para que se haga posible que las personas con discapacidad puedan escoger su propio camino de vida, liberándolas de las cadenas del prejuicio. La persona humana – recordémoslo – nunca debe ser un medio, siempre un fin. Esto significa, por ejemplo, valorar las capacidades de cada persona, ofreciendo oportunidades de trabajo digno. Una grave forma de discriminación es excluir a alguien de la posibilidad de trabajar (cf. Fratelli tutti, 162). El trabajo es dignidad; es la unción de la dignidad. Si excluyes la posibilidad, quitas esto. Lo mismo puede decirse sobre la participación en la vida cultural y deportiva: esto es una ofensa a la dignidad humana.
También las nuevas tecnologías pueden ser instrumentos poderosos de inclusión y participación, si se hacen accesibles a todos. Éstas están orientadas al bien común, al servicio de la cultura del encuentro y la solidaridad. La tecnología debe utilizarse con sabiduría, para que no cree más desigualdades, sino que se convierta en cambio, en un medio para abatirlas.
El tema de la inclusión, en fin, debe tener en cuenta Las necesidades urgentes de nuestra casa común. No podemos ignorar las emergencias humanitarias vinculadas con las crisis climáticas y los conflictos que afectan de manera desproporcionada a las personas más vulnerables, incluidas aquellas con discapacidades (cf. Carta enc. Laudato si’, 25). Es nuestro deber garantizar que las personas con discapacidad no se queden atrás en estas situaciones, que sean protegidas, que sean asistidas de manera adecuada. Hace falta construir un sistema de prevención y respuesta a las emergencias que tenga en cuenta sus exigencias específicas y garantice que nadie sea excluido de la protección y la ayuda.
Señoras y señores, veo este trabajo suyo como un signo de esperanza, para un mundo que muy a menudo olvida las personas con discapacidad o por desgracia las excluye antes de que nazcan: ven la radiografía y… al remitente. Los exhortó a continuar en este camino, inspirados por la fe y la convicción de que cada persona es un don; cada persona es un don valioso para la sociedad. San Francisco de Asís, testigo de un amor sin fronteras por los más frágiles, nos recuerda que la verdadera riqueza se encuentra en el encuentro con los demás – esta cultura del encuentro que debe desarrollarse –, especialmente con aquellos que una falsa cultura del bienestar tiende a descartar. Entre éstos que son víctima del descarte, están los abuelos: los abuelos, los viejos, al asilo. Es algo terrible. Hay una historia muy hermosa. Se dice que el abuelo vivía con la familia. Pero el abuelo ya envejeció y al comer en la mesa, se ensuciaba... Un día el papá manda hacer una mesa en la cocina y dice: “El abuelo comerá en la cocina, así nosotros podemos invitar gente”. Pasa el tiempo y un día el papá vuelve a casa del trabajo y encuentra al hijo de cinco años que juega con tablas. [Le dice]: “¿Qué haces?” – “Estoy haciendo una mesita” – “¿Una mesita? ¿Para qué?” – “Para ti, papá. Para cuando seas viejo”. Lo que nosotros hacemos con los viejos, lo harán nuestros hijos con nosotros. No lo olvidemos. Juntos, podemos construir un mundo donde la dignidad de cada persona sea plenamente reconocida y respetada.
Que Dios los bendiga y los acompañe siempre, a todos ustedes. Gracias.
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