VIVAN SU SERVICIO COMO HERMANOS: PALABRAS DEL PAPA A LOS NUEVOS RECLUTAS DE LA GUARDIA SUIZA PONTIFICIA (06/05/2022)

Este 6 de mayo, unas horas antes del juramento de 36 reclutas, el Papa Francisco exhortó a los jóvenes, en la Sala Clementina del Vaticano, a abordar su servicio como un testimonio cristiano y comunitario, en diálogo sincero y fraterno incluso entre ellos.“Una tarea fascinante y, al mismo tiempo, llena de responsabilidad en el seno de la Iglesia universal”, dijo el Papa antes de esbozar las características de un miembro de la Guardia Suiza, destacando la importancia de la vida espiritual, “que nos permite descubrir el plan de Dios” sobre cada uno, y también la comunidad. Reproducimos a continuación el texto del Santo Padre, traducido del italiano:

Queridos Oficiales y miembros de la Guardia Suiza, queridos hermanos y hermanas:

Su fiesta anual, con el juramento de los reclutas, es una hermosa ocasión para encontrarles y recibir a los padres y familiares que se unen a ustedes en estos momentos tan significativos. A todos les doy mi bienvenida. Saludo y agradezco al Coronel Christoph Graf, al Capellán, a los Oficiales, también al nuevo Vice-comandante – ¡bienvenido! –, a los Suboficiales y a todos los integrantes del Cuerpo. Dirijo un pensamiento particular a los nuevos reclutas, que, a través del juramento, serán introducidos en la gran familia de la Guardia Suiza. Con ellos se disponen a dedicar algunos años de su vida a una tarea fascinante y, al mismo tiempo, rica en responsabilidades en el corazón de la Iglesia universal.

Los lugares en que serán llamados a desarrollar sus servicios están cargados de una historia marcada por la abnegación heroica de muchos servidores de la sede apostólica, entre los cuales se encuentran no pocos suizos. De la institución de la Guardia Suiza, muchos jóvenes han cumplido con la singular función a ella asignada, que continúa todavía hoy. A través de un compromiso generoso y fiel, en el curso de los siglos algunos no se han sustraído a las pruebas más duras, llegando a derramar su propia sangre para defender al Papa y permitirle realizar su misión con plena independencia. Con esta dedicación Suprema han cumplido cuanto está previsto por los Reglamentos aún vigentes: la seguridad de la persona del Papa y de su residencia.

Queridos reclutas, han decidido dedicarse a una tarea exquisitamente eclesial; les exhorto a vivirla como un testimonio cristiano y comunitario. Su actividad, de hecho, no se realiza individualmente, sino como comunidad: no en vano se llaman “Cuerpo” de la Guardia Suiza. Pueden hacer concreta esta dimensión comunitaria cada día, tanto durante las horas –no siempre fáciles – de servicio, o en la vida cotidiana del cuartel, que prevé momentos de ocio, de convivencia, de encuentro y oración. Vivir el servicio en sentido comunitario es también un desafío, porque se trata de amalgamar a individuos con personalidades, temperamentos y sensibilidades diferentes, que se encuentran recorriendo un fragmento del camino juntos. Sin embargo, el ideal de servir a la Iglesia, en la persona del sucesor de Pedro, representa una fuerza que involucra y ayuda a enfrentar los inevitables momentos de dificultad.

Queridos Guardias Suizos, les animo a dar siempre la justa importancia a la formación. Los esfuerzos dedicados a ella son indispensables para adquirir la adecuada idoneidad y competencia profesional. Pero antes que nada la permanencia en Roma debería ser valorada para crecer como cristianos. Pienso en la vida espiritual, que permite descubrir el proyecto de Dios sobre cada uno de nosotros. Al mismo tiempo, les exhorto a cultivar las relaciones recíprocas, tanto en el cumplimiento de los encargos que se les confían, como en el tiempo libre, para que se desarrollen en el estilo de hermanos que se profesan cristianos. Un diálogo sincero y fraterno a veces puede ser complicado, puede implicar esfuerzos también, pero es importante para desarrollar la personalidad.

Aprovecho la ocasión para agradecer a todo el Cuerpo de la Guardia Suiza Pontificia por la puntual y valiosa colaboración de cada día, de la cual soy testigo directo. La Santa Sede cuenta con ustedes. La Ciudad del Vaticano está orgullosa de su presencia en su territorio.

Ahora quisiera detenerme en un momento de dolor y tristeza. Y quisiera que estuviera presente aquí su colega Silvan Wolf. Desafortunadamente nos falta, un gran joven, con alegría, alegre. Un accidente lo ha arrebatado de nosotros. En silencio, recordamos a Silvan y oramos por él.

Los encomiendo a ustedes, a sus familias, a sus amigos y a cuantos, en ocasión del juramento, han venido a Roma, a la intercesión de la Virgen Madre de Dios, de los patronos San Martín y San Sebastián, y del protector de la Confederación Suiza, San Nicolás de Flüe, y de corazón les imparto mi bendición. Por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.

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