EDUCAR ES TRANSMITIR LA VIDA, ES VIVIR UNA MISIÓN: PALABRAS DEL PAPA A LA PEREGRINACIÓN DE MAESTRAS PÍAS (14/05/2022)

Alrededor del mediodía de este 14 de mayo, más de cuatro mil peregrinos del Instituto de las Maestras Pías Filipenses y de las Diócesis italianas de Viterbo y Civitavecchia-Tarquinia, abarrotaron el Aula Pablo VI del Vaticano. En su discurso el Santo Padre les invitó a seguir el ejemplo de Santa Lucia Filippini, “que nunca dejó de ser discípula de Jesús Maestro y de estar ante su cátedra, la cruz”. Compartimos a continuación las palabras del Papa, traducidas del italiano:

Queridos hermanos y hermanas:

¡Bienvenidos! Saludo a las Hermanas Maestras Pías Filipenses, a la madre general y a todos ustedes, fieles de las Diócesis de Viterbo y de Civitavecchia-Tarquinia, acompañados por sus respectivos Obispos y sus sacerdotes. Un cordial saludo también a los alcaldes y a las demás autoridades aquí presentes. Y a ustedes, muchachos de la Primera Comunión.

Participo en su alegría por el 350º aniversario del nacimiento de Santa Lucía Filippini. Este año jubilar es para cada uno de ustedes un tiempo valioso: es como un volver a subir a las fuentes para tomar de ellas energías nuevas para el futuro; pero es también la ocasión para agradecer al señor y también pedirle ser canales de esa misma gracia que Santa Lucía recibió y distribuyó generosamente a tantas personas. Quisiera compartir con ustedes dos breves pensamientos: uno más directamente dirigido al Instituto de las Maestras Pías Filipenses; el otro para todos ustedes, devotos de Santa Lucía.

Queridas Maestras Pías, su misión es exigente ya desde el nombre, Maestras. Maestro es quien enseña. Un proverbio dice sin embargo que no se enseña lo que se sabe, sino lo que se es. A los demás transmitimos lo que somos por dentro. No basta llenar la cabeza de ideas, esto no es educar; educar es transmitir vida. Y ser maestros es vivir una misión. Por otro lado, si hacemos bellos discursos, pero la vida va en otra dirección, corremos el riesgo de ser solamente actores que recitan un papel, pero no educadores.

El ejemplo de su Fundadora puede ayudarles a vivir esta misión. Santa Lucía a menudo es representada con el crucifijo en la mano en lugar de señalarlo. Sabía enseñar a muchos, ante todo porque ella misma no dejaba de ser discípula de Jesús Maestro y de estar ante su cátedra, es decir la cruz. Tenía ante sus ojos a Dios que da la vida y se sentía llamada a hacer de la vida un don. Así a los demás transmitía lo que custodiaba en el corazón: no predicaciones, no teorías, sino contenidos y vida, contenidos de vida. Su misión educadora no era otra cosa con respecto a su experiencia mística.

Queridas hermanas, todo esto nos recuerda que no podemos contentarnos con “enseñar” a Jesús; ante todo se da testimonio de Jesús. Es así que se transmite la fe. Dios se comunica solamente si habita en nuestra vida, si llena nuestros afectos, si une nuestros pensamientos e inspira nuestras acciones. ¿Y cuál es la prueba de esto? Nuestra apertura a los demás: quién conoce al Señor no se encierra en la sacristía, sino que vive para servir, sin preocuparse de dónde o qué se le pida hacer. Vivir el servicio, porque el servicio es la gran enseñanza del Maestro, que vino para servir y no para ser servido .

Se habla a menudo de las dificultades de la vida religiosa, de la falta de vocaciones, etcétera. Quisiera darles un consejo, que no representa la inmediata solución a estos problemas, sino el camino maestro para enfrentarlos: nosotros no estamos llamados ante todo a “poner en el centro” a Jesús, como si nosotros fuéramos los protagonistas; estamos llamados primero que nada a sacarnos a nosotros mismos del centro, que le pertenece a Él. estamos llamados a vivir la consagración como llamado al servicio. Es esto lo que permite a Jesús obrar en nosotros como desea y enseñarnos a vencer la resignación y las nostalgias, a leer nuestra época compleja, a emprender con valentía caminos nuevos en sintonía con los tiempos. Les hará bien recordar la imagen de Santa Lucía con el crucifijo en la mano: no a nosotros, sino a él le pertenece el centro; y nosotros seremos buenos maestros si permanecemos como discípulos, llamados cada día a servir, con la alegría.

Un segundo pensamiento, dirigido a todos ustedes que festejan a Santa Lucía Filippini. Esta mujer tenía un secreto: vivía con una constante confianza en Dios, porque él – decía – «no puede dejar de ser un padre para mí». Quisiera repetir estas palabras: no puede dejar de ser un padre para mí. A menudo, en la vida, nos preocupamos porque debemos dejar muchas cosas: algunas seguridades, los años de la juventud, un poco de salud, quizá personas queridas, etcétera... Y bien, si en la vida hay personas y cosas que antes o después es necesario dejar, hay una presencia que no nos dejará nunca, una certeza fundamental que nos acompañará siempre y que nada ni nadie podrá nunca borrar: Dios no puede dejar de ser un padre para mí. ¡Es hermoso esto!. ¿Lo repetimos todos juntos? Dios no puede dejar de ser un padre para mí. una vez más, más fuerte: Dios no puede dejar de ser un padre para mí. Llévenlo en el corazón, este pensamiento. Todo puede ir acabándose, pero no la ternura de Dios. Recordémoslo siempre, sobre todo en los momentos oscuros: Dios no nos abandona nunca, porque no puede dejar de ser un padre para nosotros. Repitamos juntos: Dios no puede dejar de ser un padre para mí.

Custodiemos en el corazón esta buena noticia, lo que alimenta la confianza. Les deseo que puedan anunciarla a quien encuentren, para encender de nuevo también en ellos la esperanza. Hay mucha necesidad hoy; es una misión que implica a cada uno de nosotros. Buena misión, entonces: doy a todos ustedes la bendición y a ustedes les pido, por favor, orar por mí. Gracias.

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