UNA ECONOMÍA DE LA CULTURA, LA SOLIDARIDAD Y LA ACOGIDA: MENSAJE DEL PAPA A CONGRESO SOBRE EL PATRIMONIO CULTURAL DE COMUNIDADES RELIGIOSAS (04/05/2022)

Se realiza este 4 y 5 de mayo en el Auditorio del Antonianum en Roma, el Congreso “Carisma y Creatividad. Clasificación, administración y proyectos innovadores para el patrimonio cultural de las comunidades de vida consagrada”, promovido por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica y el Pontificio Consejo de Cultura, con la colaboración de la Conferencia Episcopal Italiana, la Pontificia Universidad Gregoriana y la Universidad de Bolonia. Con tal motivo, el Santo Padre envió un mensaje escrito en el que subraya la necesidad, ya expresada por él mismo, de que la conservación de los bienes culturales pueda convertirse en una oportunidad para renovar, repensar el propio carisma, recomprenderlo en el actual contexto sociocultural y proyectarlo al futuro. Transcribimos a continuación, el texto del mensaje del Papa Francisco, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas:

En el Pentateuco se narra la historia del pueblo de Israel que en el desierto va hacia la Tierra Prometida. Israel se constituye como pueblo en la experiencia de la cercanía de Dios, adquiere las modalidades del culto agradable al Señor, aprende la ley divina, que es esencialmente el amor hacia Dios y al prójimo. En dicha narración, se nota que es reservada una cierta atención, más que a las personas, también a los objetos sagrados, en particular a la tienda del santuario y a los objetos de culto. Ellos constituyen los símbolos de la presencia del Señor y son también signos de identidad de los israelitas ante las naciones con las que se ponen en contacto. Su importancia es subrayada por el cuidado con el que dichos objetos deben estar rodeados, a partir del detallado inventario que los describe, cómo se narra en el siguiente pasaje tomado del Libro de los Números:

«Esto es cuanto se confía a su custodia y lo que deberán transportar como su servicio en la tienda de la alianza: Las asas de la Morada, sus varillas, sus columnas, sus bases, las columnas de todo lo que rodea al recinto, sus bases, sus estacas, sus cuerdas, todos los muebles y su instalación. Enlistarán por su nombre los objetos confiados a su cuidado y que deben transportar. Tal es el servicio de las familias de los hijos de Merari» (4, 31-33).

Este pasaje, poco conocido, puede inspirar su Congreso “Carisma y Creatividad” sobre los bienes culturales de los Institutos de Vida Consagrada, promovido por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica y por el Pontificio Consejo de la Cultura, con la colaboración de la Conferencia Episcopal Italiana, de la Pontificia Universidad Gregoriana y de la Universidad de Bolonia, y con la participación de la Unión Internacional de Superioras Generales, de la Unión de Superiores Generales y del Secretariado de Asistencia Monacal.

Desde el inicio del Pontificado llame la atención sobre la administración de los bienes temporales y eclesiásticos, en la convicción de que «como el administrador fiel y prudente tiene la tarea de cuidar atentamente cuanto le es confiado (cf. Lc 12, 42), así la Iglesia es consciente de la responsabilidad de cuidar y administrar con atención los propios bienes, a la luz de su misión de evangelización y con particular preocupación hacia los necesitados». [1]

Ya desde hace algunos años la Congregación para los consagrados se preocupa de orientar a los distintos Institutos para la administración de sus respectivos bienes eclesiásticos al servicio del humanum y de la misión de la Iglesia. A ello ha seguido una serie de acuerdos y documentos de espesor doctrinal y de practicidad operativa con el fin de promover una una conciencia más madura acerca de la administración de tales bienes, que tienen naturaleza eminentemente eclesial debiendo cumplir con las finalidades que la Iglesia les asigna [2]. En consecuencia, en el respeto de la justa autonomía de la cual gozan (cf. can 586), las comunidades de vida consagrada ejercen su capacidad patrimonial (cf. can. 634§1; can. 1255) a nombre de la Iglesia, en vista del bien común.

Este Congreso, que nace de la colaboración entre dos Dicasterios de la Curia Romana, concentra la atención sobre el valor eclesial, histórico, artístico y cultural que muchos de estos bienes poseen. Los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, de hecho, han sido y siguen siendo promotores del arte y la cultura al servicio de la fe, custodios de una parte muy relevante del patrimonio cultural de la Iglesia y de la humanidad: archivos, libros, obras artísticas y litúrgicas, los mismos inmuebles. En efecto, es posible «elaborar casi un discurso “teológico” sobre los bienes culturales, considerando que forman parte de la sagrada liturgia, de la evangelización y el ejercicio de la caridad» [3].

Hoy, se puede agregar que el valor que asumen consiste esencialmente en la capacidad de transmitir un significado religioso, espiritual y cultural que, para los bienes culturales de los Institutos de Vida Consagrada, consiste sobre todo en el reconocimiento de la relación que mantienen con la historia, la espiritualidad y las tradiciones propias de las comunidades específicas, en práctica con su “carisma”. En particular, éstos pueden ser considerados bienes testimoniales en los cuales custodiar su carisma para anunciarlo nuevamente, para repensarlo y actualizarlo. De aquí se deriva el título de su Congreso: “Carisma y Creatividad”, donde se comprende que la exigencia y, a veces, el peso de la conservación, puede convertirse en una oportunidad para renovar, repensar el propio carisma, recomprenderlo en el actual contexto sociocultural y proyectarlo hacia el futuro.

Con tal propósito, reitero cuanto dije precisamente en el primer Congreso anteriormente citado, promovido por la Congregación: «La fidelidad al carisma fundacional y al consiguiente patrimonio espiritual, junto a las finalidades propias de cada Instituto, siguen siendo el primer criterio de valoración de la administración, gestión y de todas las intervenciones realizadas en los Institutos, a cualquier nivel» [4].

Existe, por tanto, la exigencia de identificar ante todos los elementos de comprensión específicos de tales bienes, de manera que puedan definirse las características históricas, espirituales, teológicas, eclesiológicas y jurídicas.

Es necesario después promover la clasificación de los bienes en su totalidad y variedad (archivísticos, bibliotecarios, artísticos muebles e inmuebles), como acto primario de conocimiento y por tanto de estudio, de tutela jurídica, de conservación científica, de valoración pastoral. La catalogación es necesaria por motivos de servicio a la cultura, de transparencia administrativa y de prudencia, considerando los miles de peligros naturales y humanos a que son expuestos estos frágiles tesoros. La tecnología informática pone hoy a disposición instrumentos que permiten reunir una infinidad de datos y de imágenes y hacerlas públicas o reservadas de manera selectiva y extremadamente cuidada.

Importante es también enfrentar las temáticas inherentes a la gestión de los bienes culturales, sea en cuanto concierne a su sustentabilidad económica o por la contribución que pueden dar a la evangelización y a la profundización de la fe.

Finalmente, es necesario tratar el tema de la reutilización del patrimonio inmobiliario en desuso, exigencia hoy cada vez más urgente debido no solamente a la contracción numérica de las comunidades de vida consagrada y de las necesidades de encontrar recursos necesarios para el cuidado de las hermanas y hermanos ancianos y enfermos, sino también, en particular, por los efectos de la aceleración del cambio legislativo y de las debidas exigencias de adecuación. El desuso se debe, no como última causa, a los gastos económicos de manutención y conservación ordinaria y extraordinaria a cargo de las mencionadas comunidades, sobre todo en Europa. El problema debe enfrentarse no con decisiones improvisadas o apresuradas, sino con una visión amplia y una programación a largo plazo, y posiblemente también a través de recurrir ha comprobadas experiencias profesionales. El desuso del patrimonio es un tema particularmente sensible y complejo, que puede atraer intereses engañosos de parte de personas sin escrúpulos y ser ocasión de escándalo para los fieles: de aquí la necesidad de actuar con gran prudencia y sagacidad y también crear estructuras institucionales de acompañamiento en favor de las comunidades menos capacitadas.

Todos estos temas serán profundizados en los dos días de su Congreso, con la oportunidad de identificar no sólo las problemáticas, sino también algunas experiencias exitosas y buenas prácticas que pueden ser compartidas.

Es particularmente a través del uso de los bienes inmuebles que la Iglesia y, por tanto, todas las comunidades que la componen, pueden dar un buen testimonio y anunciar la posibilidad de una economía de la cultura, la solidaridad y la acogida.

Al encomendarles a María, Madre del Señor y de la Iglesia, a la que está dedicado el mes de mayo, les doy mi bendición, hago oración por ustedes, y les pido también orar por mí.

Roma, San Juan de letrán, 4 de mayo 2022

FRANCISCO


[1] Carta Ap. Motu proprio Fidelis dispensator et prudens (24 de febrero 2014), Proemio.

[2] cf. CIC can. 1254 § 2 e 1257 § 1.

[3] Mensaje al Congreso “¿Ya no vive Dios aquí?” (29 de noviembre 2018), 2.

[4] Mensaje a los participantes en el Simposio internacional sobre el tema “La gestión de los bienes eclesiásticos de los institutos de vida consagrada y de las sociedades de vida apostólica al servicio del humanum y de la misión de la Iglesia” (8 de marzo 2014).

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