LA UNIVERSIDAD ABRE LA MENTE A HORIZONTES DE SABER Y DE VIDA: PALABRAS DEL PAPA A LA COMUNIDAD DE LA UNIVERSIDAD DE MACERATA (09/05/2022)

La importancia de la universidad en el crecimiento personal y humano, en el conocimiento, y en el diálogo intercultural, fueron los temas tocados por el Papa Francisco al recibir, al mediodía de este 9 de mayo, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, a unos 150 alumnos y docentes de la Universidad de Macerata, una de las más antiguas de Europa. La amistad entre Occidente y Oriente, el encuentro entre diferentes culturas, el drama de la guerra, el fenómeno de la migración y la paz, temas tocados por el Rector en su saludo y presentación de la Universidad, fueron también temas que inspiraron al Santo Padre en su reflexión sobre la importancia de la Universidad en la formación de los jóvenes, no sólo por la apertura de horizontes sino de su propia persona, como parte del universo. Compartimos a continuación, el texto completo de su discurso, traducido del italiano:

Queridos amigos de la Universidad de Macerata, bienvenidos:

Saludo de corazón a todos ustedes y agradezco al Rector por su introducción. Me llamó la atención que, al presentar su Ateneo, lo hizo extendiéndose sobre un horizonte muy amplio: la amistad entre Occidente y Oriente; el encuentro entre culturas distintas; el drama de la guerra; el fenómeno migratorio – ¡interesante la cita de Séneca! –; la paz... Y precisamente esto, en efecto, es la Universidad. La Universidad es – o al menos debería ser –en lugar de la apertura de la mente a los horizontes del saber, a los horizontes de la vida, del mundo, de la historia. Naturalmente a partir de una perspectiva precisa, del estudio profundo y metódico de un ámbito disciplinario, pero siempre en la apertura, siempre para un conocimiento del mundo y del hombre que sea integral.

Y este horizonte, por así decirlo, se duplica si pensamos que cada persona, o sea cada estudiante que atraviesa el umbral de la Universidad y asiste a ella por algunos años, cada uno de ellos es, en sí mismo, un universo. En la Universidad, entonces, se encuentran dos universos: el del mundo, del saber, y el del hombre; no del hombre en general, que no existe, sino el propio de esa persona, de ese joven, de esa joven, con su historia y su personalidad, sus sueños y sus cualidades intelectuales, morales, espirituales..., sus límites. Cada persona es un universo, que sólo Dios conoce plenamente, con incomparable respeto.

Este, diría, es el desafío de la Universidad: hacer que se encuentren estos dos horizontes, el del mundo y el personal, para que puedan dialogar, y de este diálogo surja un crecimiento de humanidad. Un crecimiento ante todo de la persona misma del estudiante, que se forma, madura en conocimiento y libertad, en la capacidad de pensar y de actuar, de participar en forma crítica y creativa en la vida social y civil, con sus propias competencias culturales y profesionales. Me vienen a la mente las reflexiones de San John Henry Newman sobre la Universidad, ahí donde escribe que en el ambiente universitario el joven «se forma un hábito mental que dura toda la vida, cuyos atributos son la libertad, la equidad, la calma, la moderación y la sabiduría», y agrega: «Señalaría esto como el fruto específico de la instrucción provista por la Universidad, si se le confronta con otros lugares o formas de enseñanza, y este es el principal objetivo de una Universidad en su cuidado de los estudiantes» (La idea de Universidad, 1873, V, 1). Esta idea de Universidad no tiene nada que ver con la que nos ha dejado el iluminismo, llenar la cabeza de cosas. Es toda la persona la que está involucrada ahí, sus afectos y la manera de sentir no sólo de pensar y también la manera de actuar. Se encuentra una armonía humana no en el pensar en la Universidad como en una fábrica de macrocéfalos que después no saben qué hacer con las manos y con el corazón. Es importante esta idea humana de la Universidad.

Este crecimiento humano de las personas sólo puede tener un reflejo positivo en la sociedad. Por tanto, invertir en la formación, en la escuela, en la Universidad es la mejor inversión para el futuro de un país. Lo sabemos, se escucha a menudo repetir esta idea, pero no siempre se toman después decisiones coherentes.

Quisiera subrayar otro aspecto, tocado también por el Rector: el del encuentro entre las distintas culturas. Sabemos bien que esto no es automático. No basta con poner juntos a profesores y estudiantes de distintos orígenes. Es necesario madurar una cultura del encuentro. Y ciertamente en la Universidad es un lugar privilegiado para hacerlo. Macerata vio nacer a un gran “campeón” de esta cultura que es el padre Matteo Ricci. Él fue grande no sólo por las cosas que hizo y escribió, sino que es grande porque fue un hombre de encuentros, un hombre de la cultura del encuentro, un hombre que fue más allá de ser extranjero; se convirtió en ciudadano del mundo porque era “ciudadano de las personas”. Esto es cultura del encuentro. Y ciertamente la Universidad es un lugar privilegiado para realizar este encuentro. Macerata vio nacer a este gran campeón: me alegro con ustedes porque no sólo custodian su memoria y promueven los estudios sobre su persona, sino que buscan actualizar su ejemplo de diálogo intercultural. Cuánta necesidad existe hoy, a todos los niveles, de recorrer con decisión este camino, el camino del diálogo. Qué acostumbrados están los poderes del mundo al camino de la exclusión, a la cultura del descarte. No hay necesidad de diálogo, del camino del diálogo. “¿Para qué perder tiempo con el diálogo?”. Sí, perder tiempo porque esto después da frutos de manera más grande y más hermosa.

Muy queridos todos, les agradezco por su visita y deseo toda clase de bienes para la Universidad. Bendigo de corazón a ustedes y a toda la comunidad académica. Y les pido por favor orar por mí.

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