QUE LA UNIVERSIDAD ADAPTE SUS MODELOS DE DESARROLLO POR LA COMUNIDAD: PALABRAS DEL PAPA A RECTORES DE LAS UNIVERSIDADES DEL LAZIO Y ROMA (16/05/2022)

El Papa Francisco habló la mañana de este 16 de mayo, en la Biblioteca Vaticana, con los rectores de trece Universidades de la región del Lazio y de Roma sobre la pandemia, la propagación de la “tercera guerra mundial en pedazos” en Europa, la cuestión medioambiental global, el crecimiento de las desigualdades y les aseveró que este “momento histórico concreto” es un desafío para los Ateneos, que los llama de forma acelerada y sin precedentes a una tarea de gran responsabilidad. Transmitimos a continuación, el texto completo pronunciado por el Santo Padre, traducido del italiano:

Ilustres señoras y señores:

Doy mi bienvenida a ustedes, Rectores de trece Ateneos públicos, estatales y no estatales, de Roma y del Lazio, reunidos en la Coordinación Regional de las Universidades del Lazio con los representantes de la región. Saludo al presidente, Prof. Stefano Ubertini, Rector de la Universidad de la Tuscia, y le agradezco por las cortezas palabras de presentación.

A las Universidades, en este particular momento histórico, se les confía una tarea de gran responsabilidad. Los años de la pandemia, la difusión en Europa de la “tercera guerra mundial” que inició a pedazos y ahora parece que no será a pedazos, la cuestión ambiental a nivel global, el crecimiento de las desigualdades, nos desafían de forma inédita y acelerada. Un desafío que tiene una fuerte implicación cultural, intelectual y moral. Este escenario está ante las jóvenes generaciones, poniendo en riesgo la generación de un clima de desánimo, de derrota, de pérdida de la confianza, peor aún: de costumbre. Debemos decirnos la verdad: estamos en crisis. Y la crisis no es algo terrible, no es algo malo: la crisis es buena, porque la crisis nos hace crecer, nos hace tomar opciones para crecer. El peligro es cuando la crisis se transforma en conflicto: el conflicto es algo cerrado y destruye. Pero debemos aprender a vivir en crisis, como ahora, y a sacar adelante a los jóvenes que están en nuestras universidades, enseñándoles a vivir en crisis y a superar las crisis. Esto es una de las cosas más hermosas que se pueden hacer: cómo vivir la crisis y superar la crisis, para que no se transforme en conflicto.

Pero los jóvenes no están ahí, y nos reclaman nuestras responsabilidades. Entonces es precisamente éste el momento de una gran inversión educativa. Por ello se está desarrollando el Global Compact on Education, es decir un proyecto de trabajo común a escala global, que involucra a muchos interlocutores, desde las grandes religiones hasta las instituciones internacionales, y las instituciones educativas en lo particular. Firmando en este espíritu el documento sobre la fraternidad humana en Abu Dhabi el 4 de febrero de 2019, convinimos que «nos es muy importante una formación integral que se resume en conocerse a sí mismo, al propio hermano, a la creación y al Trascendente».

Es éste, en concreto, el horizonte de la paz: una formación universitaria humana y universal, en lo concreto. A veces, algunas universidades – pienso en algunas que he conocido – llevan adelante la herencia universitaria del iluminismo, que es llenar de ideas la cabeza, crear macrocéfalos, y eso no ayuda. Se debe educar con el lenguaje de la cabeza, del corazón y de las manos, y así se crece en la sociedad. Ese es, en concreto, el horizonte de la paz que hoy justamente reclamamos y por el cual oramos intensamente, y entonces del desarrollo verdadero e integral, que no se puede construir si no es con el sentido crítico, la libertad, la sana discusión y el diálogo. Y estas cuatro cosas no se pueden hacer sin libertad. Estamos aquí en la base de la idea misma de Universidad y del papel que esta institución no puede dejar de tener, más allá de las barreras y las fronteras.

En efecto, hay mucho por hacer, para asegurar el desarrollo tecnológico y científico, ciertamente, pero también para garantizar la sustentabilidad humana. Los grandes cambios piden repensar nuestros modelos económicos, culturales y sociales, para recuperar el valor central de la persona humana [1]. Y «el término mismo “Universidad” designa a una comunidad, pero también a una idea de convergencia de saberes, en una búsqueda que provea verdad y sentido al diálogo entre todos los hombres y mujeres del mundo» [2].

Es entonces realmente importante el servicio que la Universidad puede dar; que pueden dar ustedes y los Ateneos a los que representan, cada uno con las propias características, para repensar y adecuar nuestros modelos de desarrollo, haciendo converger las mejores energías intelectuales y morales. Los estudiantes no se contentan con la mediocridad – la explotan, pero no se contentan –; no se contentan con una mera nueva proposición de datos, ni mucho menos con una formación profesional sin horizonte. Lo demuestra, por ejemplo, la gran movilización de muchos jóvenes doctorandos e investigadores de economía, coordinados por docentes de sus universidades, precisamente con el objetivo de construir respuestas nuevas y eficaces, superando viejas prácticas ligadas a una estéril cultura de la competencia por el poder.

Que no les falte nunca el esfuerzo de escuchar, a las estudiantes y los estudiantes, a los y las colegas – esta atmósfera de dialogo, que no falte esto –; escuchen la realidad social e institucional, la cercana y la global, porque la Universidad no tiene fronteras: el saber, la investigación, el diálogo, la discusión no pueden más que superar toda barrera y ocurrir “incluyendo todo” [3]. Por favor, que tampoco les falte la valentía de la imaginación y la inversión, para un desarrollo humano de la investigación, para formar jóvenes capaces de aportar algo nuevo al mundo del trabajo y a la sociedad; formarlos también en el respeto: respecto a sí mismos, respeto al prójimo, respeto a la creación y respeto ante el Creador.

Y al promover la excelencia de los estudios y la investigación, les exhorto a vigilar para que todos aquellos que lo merecen y no tienen los medios puedan ejercer en plenitud su derecho al estudio y a la formación. Y Asimismo a hacer avanzar el laudable compromiso de acoger a estudiantes, investigadores y docentes víctimas de persecuciones, guerras, discriminación en distintos países del mundo. Que puedan estimular en muchos las formas de “aprendizaje-servicio” a la comunidad, para que, midiéndose con la pobreza y las periferias existenciales y sociales, den un sentido ulterior y valor a su formación universitaria, nunca separada de la vida, nunca separada de las personas, nunca separada de la sociedad.

Volvemos hacia la intencionalidad propia de la institución universitaria, en el esfuerzo convergente de la didáctica, la investigación, el diálogo y la confrontación con la sociedad. Deseo que las suyas sean comunidades vivas, comunidades transparentes, activas, acogedoras, responsables, en un clima fructífero de cooperación, de intercambio y de diálogo, valorando a todos y a cada uno. Que puedan leer y enfrentar este cambio de época con reflexión y discernimiento, sin prejuicios ideológicos, sin miedos o huídas, o, peor, conformismos. Y sobre eso les recomiendo tener cuidado con las ideologías. Las ideologías destruyen porque nos hacen ver un sólo camino y cierran el panorama universal. Las ideologías destruyen la humanidad de una persona, le quitan el corazón, le quitan la capacidad poética, la creatividad. Hoy hay muchas: es necesario tener cuidado en no caer en estas actitudes ideológicas que destruyen, hacen mucho mal. También en la Iglesia las tenemos, muchas ideologías, a veces, que no hacen bien.

Faltan pocos años para el Jubileo del 2025. Recordemos que precisamente 3 años después de la primera celebración jubilar del 1300 se instituyó el Studium Urbis, casi para mostrar en práctica y reiterar la relación nativa entre la Iglesia y la institución universitaria, una de las más antiguas y paradigmáticas expresiones de la civilización europea, de la cual después se desarrollaron varias en el mundo. Esta antigua y consolidada relación, en la distinción y la cooperación, estamos llamados a desarrollarla y cuidarla en la construcción responsable y sustentable de los caminos de desarrollo.

El lema del próximo Jubileo del 2025, Peregrinos de esperanza, puede entonces expresar este esfuerzo convergente, la tensión entre objetivos compartidos de vida, de bien y fraternidad. Es mi deseo y mi agradecimiento al comité regional de coordinación de las universidades del Lazio. Les acompaño con mi bendición y la oración. Y también ustedes, no se olviden de orar por mí. Y si alguno de ustedes no hace oración porque no puede, no sabe o no lo siente, por lo menos mándeme “buenas ondas”: lo necesito. Gracias.


[1] Discurso en la Universidad Roma Tre, 17 de febrero 2017

[2] Discurso a los docentes y estudiantes de la Universidad Libre Maria Santissima Assunta, 14 de noviembre 2019

[3] cf. Const. Ap. Veritatis gaudium, Proemio.

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