SE NECESITA VALENTÍA SIN PROTAGONISMO PARA EJERCER LA JUSTICIA: PALABRAS DEL PAPA EN LA INAUGURACIÓN DEL AÑO JUDICIAL DEL TRIBUNAL VATICANO (02/03/2024)

Durante la audiencia de inauguración del 95º año judicial del Tribunal del Estado de la Ciudad del Vaticano, celebrada este 2 de marzo en la Sala de las Bendiciones, el Papa Francisco dejó la lectura del discurso a Mons. Filippo Ciampanelli, de la Secretaría de Estado. En su texto, el Santo Padre subrayó que, ante la injusticia y las duras pruebas, como las guerras y las violaciones de los derechos humanos, no hay que resignarse, sino mostrar indignación y tener la fuerza para intentar cambiar “las realidades inaceptables”. Reproducimos a continuación el texto de su discurso, traducido del italiano:

Ilustres señoras y señores, queridos Magistrados:

Me alegra encontrarlos para la inauguración del 95º año judicial del Tribunal del Estado de la Ciudad del Vaticano; dirijo a todos mi saludo más cordial.

Agradezco por su presencia a las autoridades civiles y militares italianas.

Saludo al Presidente del Tribunal, al Presidente adjunto y el Promotor de Justicia, junto con los Magistrados y los colaboradores de las respectivas oficinas; así como también a los Presidentes de las Cortes de Apelación y de Distrito. Les agradezco por su servicio, delicado y comprometido; y junto con ustedes agradezco por su calificada colaboración al Cuerpo de la Gendarmería.

En esta ocasión deseo reflexionar brevemente con ustedes sobre una virtud en la cual vuelvo a pensar muchas veces siguiendo los acontecimientos que se refieren a la administración de justicia, también en el Estado de la Ciudad del Vaticano: me refiero a la valentía.

Para los cristianos esta virtud, que en las dificultades, unida a la fortaleza, asegura la constancia en la búsqueda del bien y nos hace capaces de enfrentar la prueba, no representa solamente una particular cualidad del ánimo característica de algunas personas heroicas. Es más bien un rasgo que se da y se potencia en el encuentro con Cristo, como fruto de la acción del Espíritu Santo que cualquiera puede recibir, si lo invoca. La valentía contiene una fuerza humilde, que se apoya en la fe y en la cercanía de Dios y se expresa de manera particular en la capacidad de actuar con paciencia y perseverancia, rechazando los condicionamientos internos y externos que obstaculizan el cumplimiento del bien. Esta valentía desorienta a los corruptos y los pone por así decirlo, contra la pared, con su corazón cerrado y endurecido.

Incluso en las sociedades bien organizadas, bien reguladas y apoyadas por instituciones, siempre se hace necesaria la valentía personal para enfrentar distintas situaciones. Sin esta sana audacia, se corre el riesgo de ceder a la resignación y se termina por olvidar muchos pequeños y grandes abusos. Quien es valiente no busca su propio protagonismo, sino la solidaridad con los hermanos y hermanas que cargan el peso de sus miedos y debilidades.

Esta valentía la vemos con admiración en muchos hombres y mujeres que viven pruebas durísimas: pensemos en las víctimas de la guerra, o en quienes son sujetos a continuas violaciones de los derechos humanos, entre los cuales se encuentran numerosos cristianos perseguidos. Ante estas injusticias, el Espíritu nos da la fuerza de no resignarnos, suscita en nosotros la indignación y la valentía: la indignación ante estas realidades inaceptables y la valentía para buscar cambiarlas.

Señoras y señores, con esta valentía estamos llamados a enfrentar también las dificultades de la vida cotidiana, en familia y en sociedad, a comprometernos por el futuro de nuestros hijos, a cuidar la casa común, a asumir nuestras responsabilidades profesionales. Y esto es válido de manera particular para el ámbito en el que ustedes trabajan, el de la administración de la justicia. De hecho, junto a las virtudes de la prudencia y la justicia, que deben ser informadas por la caridad, y junto a la necesaria templanza, la tarea de juzgar requiere la virtud de la fortaleza y la valentía, sin las cuales la sabiduría corre el riesgo de permanecer estéril.

Se necesita valentía para ir hasta el fondo en la búsqueda rigurosa de la verdad, recordando que hacer justicia siempre es un acto de caridad, una ocasión de corrección fraterna que busca ayudar al otro a reconocer su error. Esto es válido también cuando surgen y deben sancionarse comportamientos que son particularmente graves y escandalosos, mucho más cuando ocurren en el ámbito de la comunidad cristiana.

Es necesario tener valentía mientras se está comprometido en asegurar el justo desarrollo de los procesos y se está sujeto a críticas. La solidez de las instituciones y la firmeza en la administración de justicia se demuestran por la serenidad de juicio, la independencia y la imparcialidad de quienes son llamados, en las distintas etapas del proceso, a juzgar. La mejor respuesta son el silencio activo y la seriedad del compromiso en el trabajo, que permiten a nuestros Tribunales administrar la justicia con autoridad e imparcialidad, garantizando el justo proceso, en el respeto de las peculiaridades del ordenamiento vaticano.

Se necesita valentía, finalmente, para implorar en la oración que la luz del Espíritu Santo ilumine siempre el discernimiento necesario para llegar al resultado de una sentencia justa. También en este contexto quisiera recordar que el discernimiento se hace “de rodillas”, implorando el don del Espíritu Santo, de manera que pueda llegarse a decisiones que van en la dirección del bien de las personas y de toda la comunidad eclesial. En realidad, como dice la Ley CCCLI sobre el ordenamiento del Estado, «administrar la justicia no es solamente una necesidad de orden temporal. La virtud cardinal de la justicia, de hecho, ilumina y sintetiza la finalidad misma del poder judicial propio de todo Estado, que para cultivarla es esencial ante todo el compromiso personal, generoso y responsable, de quienes son investidos con la función jurisdiccional». Tal compromiso pide estar apoyado por la oración. No debe temerse perder el tiempo dedicándolo a ella en abundancia. Y también para ello se requiere valentía y fortaleza de ánimo.

Queridos Magistrados del Tribunal y de la Oficina del Promotor, les deseo que en su servicio a la justicia puedan mantener siempre, junto con la prudencia, la valentía cristiana. Pido al señor para que fortalezca en ustedes esta virtud. De corazón los bendigo y bendigo su trabajo encomendándolo a la Virgen Santa Speculum iustitiae. Y, por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.

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