HAGAMOS ENTRE NOSOTROS “MÁS CASA” Y “MENOS MERCADO”: ÁNGELUS DEL 03/03/2024

Existe un contraste entre casa y mercado, pues son dos modos diferentes de presentarse ante el Señor. Con esta distinción el Papa Francisco abrió su alocución previa a la oración mariana del Ángelus en la Plaza de San Pedro este 3 de marzo, tercer domingo de Cuaresma. Comentando el Evangelio del día (Jn 2, 13-25), el Pontífice señaló que “en el templo entendido como mercado, para estar bien con Dios bastaba comprar un cordero, pagarlo y consumirlo en las brasas del altar. Comprar, pagar, consumir, y después cada uno a su casa”. Compartimos a continuación le texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy el Evangelio nos muestra una escena dura: Jesús expulsa a los mercaderes del templo (cf. Jn 2, 13-25). Jesús que echa a los vendedores, derriba las mesas de los cambistas y amonesta a todos diciendo: «No hagan de la casa de mi Padre un mercado» (v. 16). Detengámonos un poco en el contraste entre casa y mercado: se trata, en efecto, de dos modos distintos de presentarse ante el Señor.

En el templo entendido como mercado, para estar bien con Dios bastaba comprar un cordero, pagarlo y consumirlo en las brasas del altar. Comprar, pagar, consumir, y después cada uno a su casa. En cambio, en el templo entendido como casa, sucede lo contrario: se va para encontrar al Señor, para estar unidos a Él, estar unidos a los hermanos, para compartir alegrías y dolores. Todavía más: en el mercado se juega con el precio, en casa no se calcula; en el mercado se busca el propio interés, en casa se da gratuitamente. Y Jesús es hoy duro porque no acepta que el templo-mercado sustituya al templo-casa, no acepta que la relación con Dios sea distante y comercial en vez de cercana y llena de confianza, no acepta que los puestos de venta tomen el lugar de la mesa familiar, que los precios estén en lugar de los abrazos y las monedas tomen el sitio de las caricias. ¿Y por qué Jesús no acepta esto? Porque así se crea una barrera entre Dios y el hombre, y entre hermano y hermano, mientras que Cristo vino a traer comunión, a traer misericordia, es decir, perdón, a traer cercanía.

La invitación de hoy, también para nuestro camino de Cuaresma, es a hacer en nosotros y a nuestro alrededor más casa y menos mercado. Ante todo, con respecto a Dios: orando mucho, como hijos que, sin cansarse, llaman confiados a la puerta del Padre, no como mercaderes avaros y desconfiados. Entonces, primero, orando. Y, después, difundiendo fraternidad: ¡hace falta mucha fraternidad! Pensemos en el silencio incómodo, aislante, a veces incluso hostil que se encuentra en muchos lugares.

Preguntémonos entonces: ante todo, ¿cómo es mi oración? ¿Es un precio que hay que pagar o es el momento del abandono confiado, durante el que no miro el reloj? ¿Y cómo son mis relaciones con los demás? ¿Sé dar sin esperar nada a cambio? ¿Sé dar el primer paso para romper los muros del silencio y los vacíos de las distancias? Estas preguntas debemos hacérnoslas a nosotros mismos.

Que María nos ayude a "hacer casa" con Dios, entre nosotros y a nuestro alrededor.

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