URGE UNA CIVILIZACIÓN DEL AMOR: PALABRAS DEL PAPA A PARTICIPANTES DE UN SIMPOSIO ORGANIZADO POR LA ASOCIACIÓN FIAT (23/04/2022)

En la mirada de nuestros hermanos, víctimas de los horrores de la guerra, leemos la necesidad profunda y apremiante de una vida marcada por la dignidad, la paz y el amor. Por eso “urge una civilización del amor”. El Papa Francisco lo repite a los participantes en el Simposio organizado por la Asociación Fiat sobre la figura del Cardenal Suenens, recibidos en la mañana de este 23 de abril en la Sala Clementina. A ellos recordó que hoy, más que nunca, en este mundo secularizado, estamos interpelados a ser una Iglesia en salida. “Necesitamos discípulos convencidos en su profesión de fe y capaces de transmitir la llama de la esperanza a los hombres y mujeres de este tiempo”, afirmó. Transcribimos a continuación, el texto completo de su mensaje, traducido del italiano:

Queridos amigos:

Les doy la bienvenida con ocasión del Simposio que han organizado sobre la figura del Cardenal Suenens. Agradezco al Padre Testaert por sus gentiles palabras. Saludo con afecto a cada uno de ustedes y, a través suyo, expreso mi cercanía espiritual a todos los miembros de su Asociación.

Con ustedes agradezco al Señor por la obra del Cardenal Suenens y de Verónica O’Brien, obra que continúa hoy en su apostolado. En fidelidad a las intuiciones evangélicas de sus fundadores, están comprometidos a compartir el Evangelio con toda persona que la Providencia pone en su camino. Hoy la cuestión de la evangelización está en el corazón de la misión de la Iglesia. Hoy es más explícito. Esas dos frases del Papa Pablo VI: la vocación de la Iglesia es evangelizar; la alegría de la Iglesia es evangelizar (cf. Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 14; 80). ¡Siempre! Más que nunca todos somos interpelados a ser protagonistas de una Iglesia en salida, bajo el impulso del Espíritu Santo. De hecho, «una evangelización con espíritu es una evangelización con el Espíritu Santo, desde el momento que es Él el alma de la Iglesia evangelizadora» (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 261).

El mundo se vuelve cada vez más secularizado. Esto avanza de forma acelerada y necesitamos discípulos convencidos en su profesión de fe y capaces de transmitir la flama de la esperanza a los hombres y mujeres de este tiempo. Las tragedias que vivimos en este momento, particularmente la guerra en el territorio de Ucrania tan cercana a nosotros, nos reclaman la urgencia de una civilización del amor. En la mirada de nuestros hermanos y hermanas víctimas de los horrores de la guerra, leemos la necesidad profunda y apremiante de una vida marcada por la dignidad, la paz y el amor.

Como la Virgen María, debemos cultivar continuamente el espíritu misionero para hacernos cercanos a aquellos que sufren, abriéndoles nuestros corazones. Debemos caminar con ellos, luchar con ellos por su dignidad humana y difundir por todos lados el perfume del amor de Dios. «Con el Espíritu Santo, en medio del pueblo está siempre María. Ella reunía a los discípulos para invocarlo (Hch 1, 14), y así hizo posible la explosión misionera que ocurrió en Pentecostés. Ella es la madre de la Iglesia evangelizadora y sin ella no podemos comprender plenamente el espíritu de la nueva evangelización» (Evangelii gaudium, 284).

Nuestra casa común es sacudida por múltiples crisis. No debemos tener miedo de las crisis; las crisis nos purifican, nos hacen salir mejores. ¡Sin miedo! Por eso necesitamos construir una humanidad, una sociedad de relaciones fraternas y llenas de vida. En realidad, «las acciones derivan de una unión que se inclina cada vez más hacia el otro considerándolo importante, digno, agradable, bello, más allá de las apariencias físicas y morales. El amor al otro por aquello que es nos impulsa a buscar lo mejor para su vida. Sólo cultivando esta forma de relacionarnos haremos posible la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos» (Enc. Fratelli tutti, 94).

Los invito por tanto a ser testigos, testigos de la misericordia, de la ternura y la bondad de Dios.

Queridos amigos, la Iglesia tiene confianza en ustedes. Les exhorto a dar, con las palabras, las acciones y el testimonio, un mensaje fuerte a nuestro mundo, tan pobre en humanidad. Pueden extraer, con la oración y con la misión misma, de la fuente de la bondad y de la verdad, y buscar en la comunión con Cristo muerto y resucitado la fuerza de ver el mundo con una mirada positiva, una mirada de amor, una mirada de esperanza, una mirada de compasión y de ternura, con especial atención por las personas desfavorecidas y marginadas.

Encomiendo al Señor a cada uno de ustedes que participan en el Simposio y a todos los miembros de la Asociación Fiat. De corazón bendigo a ustedes y a sus familias. Y por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.

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