QUE DONDE HAYA ODIO, FLOREZCA LA CONCORDIA: ORACIÓN DEL PAPA AL FINAL DEL VÍA CRUCIS EN EL COLISEO DE ROMA (15/04/2022)

Una noche que quedará sellada en la memoria y el corazón de todos. Casi dos años después de aquel 19 de abril de 2019, este 15 de abril, el Vía Crucis volvió a celebrarse en el Coliseo de Roma. En 2020 y 2021, años marcados por la pandemia del COVID-19, la célebre cita del segundo día del Triduo Pascual debió trasladarse a la Plaza de San Pedro y realizarse sin presencia de fieles a causa de las medidas restrictivas. En un ambiente de profundo recogimiento, el Santo Padre presidió el piadoso ejercicio del Vía Crucis en una Semana Santa especial, de “vuelta a la normalidad”, en que el evento regresó a su lugar tradicional, luego de la emergencia sanitaria del Coronavirus. Un “abrazo de paz” en tiempos de guerra. Compartimos a continuación, la oración pronunciada por el Santo Padre al final del Vía Crucis, traducida del italiano:

Padre misericordioso,
que haces surgir el sol sobre buenos y malos,
no abandones la obre de tus manos,
por la cual no dudaste
en entregar a tu único Hijo,
nacido de la Virgen,
crucificado bajo Poncio Pilato,
muerto y sepultado en el corazón de la tierra,
resucitado de entre los muertos al tercer día,
que se apareció a María de Magdala,
a Pedro, a los demás apóstoles y discípulos,
siempre vivo en la Santa Iglesia,
su Cuerpo vivo en el mundo.

Mantén encendida en nuestras familias
la lámpara del Evangelio.
que ilumina alegrías y dolores,
fatigas y esperanzas:
que cada casa refleje el rostro de la Iglesia,
cuya ley suprema es el amor.

Por la efusión de tu Espíritu,
ayúdanos a despojarnos del hombre viejo,
corrompido por las pasiones engañosas,
y revístenos del hombre nuevo,
creado según la justicia y la santidad.

Tómanos de la mano, como un Padre,
para que no nos alejemos de Ti;
convierte a tu corazón a nuestros corazones rebeldes,
para que aprendamos a seguir proyectos de paz;
lleva a los adversarios a estrecharse la mano,
para que saboreen el perdón recíproco;

desarma la mano levantada del hermano contra el hermano,
para que donde hay odio florezca la concordia.

Haz que no nos comportemos como enemigos de la cruz de Cristo,
para participar en la gloria de su resurrección.

Él, que vive y reina contigo,
en la unidad del Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.

Amén.

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