LA JUSTICIA ACOMPAÑA LA BÚSQUEDA DE LA PAZ: PALABRAS DEL PAPA A MIEMBROS DEL CONSEJO SUPERIOR DE LA MAGISTRATURA (08/04/2022)

La mañana de este 8 de abril, el Santo Padre Francisco recibió en audiencia a los miembros del Consejo Superior de la Magistratura de Italia, a quienes alentó a administrar la justicia, eligiendo ante su conciencia “para quién”, “cómo” y “por qué” hacer justicia. “Que el sentido de la justicia alimentado por la solidaridad con los que son víctimas de la injusticia, y alimentado por el deseo de ver realizarse un reino de justicia y de paz, no se apague en ustedes”, fue el aliento del Papa Francisco durante su encuentro de esta mañana, en el Aula Pablo VI del Vaticano. Reproducimos a continuación el texto de su intervención, traducido del italiano:

Ilustres señoras y señores:

Dirijo un cordial saludo a todos ustedes, a su Presidente, al señor presidente de la República italiana Sergio Mattarella, al Vicepresidente David Ermini, al primer Presidente de la Corte de Pietro Curzio, al Procurador General en la Corte de Casación Giovanni Salvi, a los miembros con toga y a los miembros laicos del Consejo Superior de la Magistratura.

Han sido llamados a una misión noble y delicada: representan al órgano de garantía de la autonomía e independencia de los magistrados ordinarios y tienen la tarea de administrar la jurisdicción. La Constitución italiana les confía una vocación particular, que es un don y una tarea porque «la justicia es administrada en nombre del pueblo» (Art. 101).

El pueblo pide justicia y la justicia necesita verdad, confianza, lealtad y pureza de intenciones. En el Evangelio de Lucas, en el capítulo 18, se relata que una pobre viuda se dirigía todos los días con el juez de su ciudad y le suplicaba diciendo: «Házme justicia» (v. 3). Escuchar todavía hoy el grito de quien no tiene voz y sufre una injusticia les ayuda a transformar el poder recibido por el Ordenamiento en un servicio a favor de la dignidad de la persona humana y del bien común.

En la tradición la justicia se define como la voluntad de dar a cada uno según lo que le es debido. Sin embargo, en el curso de la historia son distintos los modos en que la administración de la justicia ha establecido “lo que es debido”: según el mérito, según las necesidades, según las capacidades, según su utilidad. Para la tradición bíblica lo debido es reconocer la dignidad humana como sagrada e inviolable.

El arte clásico ha representado a la justicia como una mujer con los ojos vendados que sostiene una balanza con los platos en equilibrio, queriendo así expresar alegóricamente la igualdad, la justa proporción, la imparcialidad requerida en el ejercicio de la justicia. Según la Biblia es necesario también, además, administrar con misericordia. Pero ninguna reforma política de la justicia puede cambiar la vida de quien la administra, si antes no se opta ante la propia conciencia “para quién”, “cómo” y “por qué” hacer justicia. Es una decisión de la propia conciencia. Así enseñaba a Santa Catalina de Siena, cuando sostenía que para reformar es necesario primero reformarse a sí mismo.

La pregunta sobre para quién administrar la justicia ilumina siempre una relación con ese “tú”, ese “rostro”, al que se debe una respuesta: la persona del reo que hay que rehabilitar, la víctima con su dolor a quien hay que acompañar, quien disputa sobre sus derechos y obligaciones, el trabajador de la justicia a quien hay que responsabilizar y, en general, todo ciudadano a quien hay que educar y sensibilizar. Por eso, la cultura de la justicia reparativa es el único y verdadero antídoto contra la venganza y el olvido, porque busca la recomposición de los vínculos rotos y permite la recuperación de la tierra manchada por la sangre del hermano (cf. n. 252). Este es el camino que, sobre la estela de la doctrina social de la Iglesia, he querido señalar en la Encíclica Fratelli tutti, como condición para la fraternidad y la amistad social.

El acto violento e injusto de Caín, de hecho, no afecta al enemigo o al extranjero: es realizado contra quien tiene la misma sangre. Caín no puede soportar el amor de Dios Padre hacia Abel, el hermano con quien comparte su propia vida. ¿Cómo no pensar en nuestra época histórica de globalización difundida, en que la humanidad se encuentra estando cada vez más interconectada y sin embargo cada vez más fragmentada en una multitud de soledades existenciales? Esta relación que parece contradictoria entre la interconexión y la fragmentación: las dos juntas. ¿Pero cómo? Es nuestra realidad: interconectados y fragmentados. La propuesta de la visión bíblica es, en el corazón de su mensaje, la imagen de una identidad fraterna de toda la humanidad, entendida como “familia humana”: una familia en la cual reconocerse hermanos es un trabajo en el que hay que trabajar juntos e incesantemente, sabiendo que es sobre la justicia que se fundamenta la paz.

Cuando las tensiones y las divergencias crecen, para alimentarse de las raíces espirituales y antropológicas de la justicia es necesario dar un paso atrás. Y después, junto a los demás, dar dos pasos adelante.

Así la pregunta histórica sobre “cómo” se administra la justicia pasa siempre por las reformas. El Evangelio de Juan, en el capítulo 15, nos enseña a podar las ramas secas pero sin amputar el árbol de la justicia, para así luchar contra las luchas de poder, los clientelismos, las distintas formas de corrupción, la negligencia y las injustas posiciones vendidas. Esta problemática, estas tremendas situaciones ustedes las conocen bien, y muchas veces deben luchar fuertemente para que no crezcan.

El “por qué” administrar nos conecta en cambio con el significado de la virtud de la justicia, Que para ustedes se convierte en un hábito interior: no una vestimenta para cambiarse o un rol que conquistar, sino el sentido mismo de su identidad personal y social.

Cuando Dios pregunta al rey Salomón: “¿Qué quieres que haga por ti?”, el hijo de David le responde: «Concede a tu siervo un corazón dócil, para que sepa hacer justicia a tu pueblo y sepa distinguir el bien del mal» (1 Re 3, 9). ¡Hermosa oración! Para la Biblia “saber hacer justicia” es el fin de quien quiere gobernar con sabiduría, mientras que el discernimiento es la condición para distinguir el bien del mal.

La tradición filosófica ha señalado a la justicia como virtud cardinal por excelencia, para cuya realización se requieren la prudencia, cuando los principios generales se deben aplicar a las situaciones concretas, junto con la fortaleza y la templanza, que perfeccionan su cumplimiento. Del relato bíblico no emerge una idea abstracta de justicia, sino una experiencia concreta de hombre “justo”. El proceso a Jesús es emblemático: el pueblo pide condenar al justo y liberar al malhechor. Pilato se pregunta: “¿Pero qué ha hecho de malo este?”, después sin embargo se lava las manos. Cuando se alían los grandes poderes para auto conservarse, el justo paga por todos.

Son la credibilidad del testimonio, el amor por la justicia, la autoridad, la independencia de los otros poderes constituidos y un leal pluralismo de posiciones los antídotos para no hacer prevalecer las influencias políticas, las ineficiencias y las diversas deshonestidades. Gobernar la Magistratura según virtud significa volver a ese presidium y síntesis alta del ejercicio al cual han sido llamados.

Que el Beato Rosario Livatino, el primer magistrado Beato en la historia de la Iglesia, les sea de ayuda y de consuelo. En la dialéctica entre rigor y coherencia por un lado, y humanidad por el otro, Livatino había delineado su idea de servicio enla magistratura pensando en mujeres y hombres capaces de caminar con la historia y en la sociedad, en cuyo interior no solamente los jueces, sino todos los agentes del pacto social están llamados a desarrollar su propio trabajo según la justicia. « Cuando muramos – son las palabras de Livatino –, nadie vendrá a preguntarnos qué tan creyentes hemos sido, sino que tan creíbles». Livatino fue asesinado con sólo 38 años, dejándonos la fuerza de su testimonio creíble, pero también la claridad de una idea de Magistratura a la cual hay que dirigirse.

La justicia debe siempre acompañar la búsqueda de la paz, la cual presupone verdad y libertad. Que no se apague en ustedes, ilustres señoras y señores, el sentido de justicia alimentado por la solidaridad ante aquellos que son víctimas de la injusticia, y alimentado por el deseo de ver realizarse un reino de justicia y de paz.

Que el Señor bendiga a todos ustedes, su trabajo y a sus familias. Gracias.

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