QUE EL CUIDADO DE VÍCTIMAS DE ABUSOS SEA NORMA EN TODAS LAS IGLESIAS: PALABRAS DEL PAPA A LA COMISIÓN PONTIFICIA PARA LA PROTECCIÓN DE MENORES (29/04/2022)

Al recibir en audiencia a la Comisión Pontificia para la Protección de Menores este 29 de abril, el Papa Francisco mira a su futuro que la ve incorporada al Dicasterio para la Doctrina de la Fe, pero manteniendo “libertad de pensamiento y de acción”. En su discurso, son diversas las indicaciones de trabajo que sugiere, “necesidades más inmediatas que la Comisión puede ayudar a abordar, especialmente para el bienestar y la pastoral de las personas que han sufrido abusos”. Reproducimos a continuación el texto de su discurso, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días. Bienvenidos.

Me alegra darles la bienvenida después de la conclusión de su Asamblea Plenaria. Agradezco al Cardenal O’Malley por sus palabras de introducción; y agradezco a todos ustedes por la dedicación en el trabajo de protección de los niños, tanto en su vida profesional como en el servicio a los fieles. Los menores y las personas vulnerables están hoy más seguros en la Iglesia también gracias a su esfuerzo. En verdad gracias. Y quisiera agradecer al “gran testarudo” de esta causa que es el Cardenal O’Malley, que va adelante contra todo, pero la ha llevado adelante. Gracias, gracias.

Es un servicio, el que se les ha confiado, que pide ser realizado con cuidado. Se necesita la continua atención de la Comisión, para que la Iglesia sea no solamente un lugar seguro para los menores y lugar de curación, sino que resulte plenamente confiable al promover sus derechos en todo el mundo. De hecho, desafortunadamente no faltan situaciones en las cuales es amenazada la dignidad de los niños, y esto debería ser una preocupación para todos los fieles y todas las personas de buena voluntad.

A veces, la realidad del abuso y su impacto devastador y permanente en la vida de los pequeños, parece sobrepasar los esfuerzos de quienes buscan responder con amor y comprensión. El camino hacia la curación es largo, es difícil, requiere una esperanza bien fundada, la esperanza en Aquel que fue a la cruz y más allá de la cruz. Jesús resucitado llevó, y lleva para siempre, las cicatrices de su crucifixión en su cuerpo glorificado. Estas llagas nos dicen que Dios nos salva sin “saltarse” nuestros sufrimientos, sino a través de nuestros sufrimientos, transformándolos con la fuerza de su amor. El poder de curación del Espíritu de Dios no nos engaña; la promesa de nueva vida por parte de Dios no disminuye. Debemos solamente tener fe en Jesús resucitado y poner nuestra vida en las heridas de su cuerpo resucitado.

El abuso, en todas sus formas, es inaceptable. El abuso sexual en niños es particularmente grave porque ofende a la vida qué está floreciendo en ese momento. En lugar de florecer, la persona abusada es herida, a veces incluso indeleblemente. Recientemente recibí una carta de un padre, cuyo hijo fue abusado y, debido a ello, no pudo salir de su habitación por muchos años, llevando impresas cotidianamente las consecuencias del abuso, también en la familia. Las personas abusadas se sienten, a veces, como atrapadas entre la vida y la muerte. Son realidades que no podemos remover, en tanto que resultan dolorosas.

El testimonio de los sobrevivientes representa una herida abierta en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Les exhorto a trabajar de forma diligente y valiente para hacer conocer estas heridas, para buscar a aquellos que las sufren y reconocer en estas personas el testimonio de nuestro Salvador que sufre. La Iglesia de hecho conoce al Señor resucitado en la medida en que lo sigue como Siervo sufriente. Este es el camino para todos nosotros: obispos, superiores religiosos, presbíteros, diáconos, personas consagradas, catequistas, fieles laicos. Cada miembro de la Iglesia, según su propio estado, está llamado a asumir la responsabilidad de prevenir los abusos y trabajar por la justicia y la curación.

Ahora quisiera decirles una palabra con respecto a su futuro. Con la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium – ya habló de ello el Cardenal – instituí formalmente a la Comisión como parte de la Curia Romana, en el ámbito del Dicasterio para la Doctrina de la Fe (cf. n. 78). Quizá alguno podría pensar que esta colocación pueda poner en riesgo su libertad de pensamiento y de acción, o quizá incluso quitar importancia a las cuestiones de las que se ocupan. Esa no es mi intención y no es mi expectativa. Y les invito a vigilar para que esto no suceda.

La Comisión para la Protección de los Menores está instituida en el Dicasterio que se ocupa de los abusos sexuales por parte de miembros del clero. Al mismo tiempo, he diferenciado a su dirigencia y a su personal, y continuarán relacionándose directamente conmigo a través de su Presidente Delegado. Está [colocada] ahí, porque no se podía hacer una “comisión satélite” que girara sin estar ligada al organigrama. Está ahí, pero con un presidente propio nombrado por el Papa. Deseo que ustedes propongan los métodos mejores para que la Iglesia proteja a los menores y a las personas vulnerables y ayude a los sobrevivientes a sanar, teniendo en cuenta que la justicia y la prevención son complementarias. De hecho, su servicio provee una visión proactiva y prospectiva de las mejores prácticas y procedimientos que pueden realizarse en toda la Iglesia.

Importantes semillas se han sembrado en este sentido, en muchas partes, pero hay aún mucho por hacer. La Constitución Apostólica marca un nuevo comienzo. [Los pone] en el organigrama de la Curia en ese Dicasterio, pero independientes, con un presidente nombrado por el Papa. Independientes. Es tarea suya expandir El alcance de esta misión de manera que la protección y el cuidado de las personas que han sufrido abusos se convierta en la norma en cada ámbito de la vida de la Iglesia. Su estrecha colaboración con el Dicasterio para la Doctrina de la Fe y con otros Dicasterios debería enriquecer su trabajo y esto, a su vez, enriquecer el de la Curia y las Iglesias locales. Cómo pueda suceder esto de la manera más eficaz, lo dejo a la Comisión y al Dicasterio, a los Dicasterios. Trabajando juntos, se hará realidad concreta el deber de la Iglesia de proteger a cuantos se encuentran bajo su responsabilidad. Tal deber está basado en la concepción de la persona humana en su intrínseca dignidad, con especial atención por los más vulnerables. El compromiso a nivel de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares realiza el plano de protección, sanación y justicia, según las respectivas competencias.

Las semillas que se han sembrado están comenzando a dar buenos frutos. La incidencia de los abusos sobre menores por parte del clero ha hecho evidente una disminución por varios años en aquellas partes del mundo donde están disponibles datos y recursos confiables. Anualmente, quisiera que me prepararan un reporte sobre las iniciativas de la Iglesia para la protección de los menores y de los adultos vulnerables. Esto podrá ser difícil al inicio, pero les pido comenzar donde sea necesario de manera que puedan proporcionar un reporte confiable sobre lo que está ocurriendo y sobre lo que debe cambiar, de manera que las autoridades competentes puedan actuar. Tal reporte será un factor de transparencia y responsabilidad nación y – deseo – Dará una retroalimentación clara de nuestros progresos en este esfuerzo. Si los progresos no existieran, los fieles continuarían perdiendo confianza en sus pastores, haciendo cada vez más difícil el anuncio y el testimonio del Evangelio.

Todavía hay sin embargo necesidades más inmediatas que la comisión puede ayudar a enfrentar, sobre todo para el bienestar y la pastoral de las personas que han sufrido abusos. He seguido con interés las formas en que la comisión, desde su nacimiento, ha proporcionado lugares de escucha y de encuentro con las víctimas y los sobrevivientes. Han sido de gran ayuda en mi misión pastoral hacia aquellos que se han dirigido a mí por sus dolorosas experiencias. Por ello les exhorto a ayudar a las Conferencias Episcopales – y esto es muy importante: ayudar y supervisar en diálogo con las conferencias episcopales – a instrumentar centros especiales donde las personas que han sufrido abusos y sus familiares puedan encontrar acogida y escucha y ser acompañados en un camino de sanación y de justicia, como señalé en el Motu Proprio Vos estis lux mundi (cf. Art. 2). Tal esfuerzo será también expresión de la índole sinodal de la Iglesia, de comunión, de subsidiariedad. No olviden la reunión que tuvimos hace casi tres años con los Presidentes de las Conferencias Episcopales. Ellos deben constituir las comisiones y todos los medios para llevar adelante los procesos de protección de las personas abusadas, con todos los métodos que tienen, y también de los abusadores, cómo castigarles. Y ustedes deben supervisar esto. Se los pido, por favor.

Queridos hermanos y hermanas, les agradezco de corazón por todo el trabajo que han hecho. Hago oración por ustedes y les pido orar por mí, porque este trabajo no es fácil. Gracias. Que Dios siga derramando sobre ustedes sus bendiciones. Que Dios los bendiga, gracias.

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