UN MUNDO LIBRE DE ARMAS NUCLEARES ES POSIBLE: MENSAJE DEL PAPA A MIEMBROS DEL TRATADO SOBRE LA PROHIBICIÓN DE LAS ARMAS NUCLEARES (21/06/2022)

“Es inmoral el uso de las armas nucleares, pero también lo es su mera posesión. Es engañoso y contraproducente pensar que la seguridad y la paz de algunos esté desconectada de la seguridad y la paz de otros”: esta es parte del mensaje del Papa Francisco, leído este 21 de junio por el Arzobispo Gallagher en la primera reunión en Viena de los Estados miembros del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, que terminará el próximo día 23. El Papa, en su mensaje, reiteró la urgencia del desarme, “un objetivo exigente y clarividente”, especialmente en un momento en que la humanidad se encuentra en una “encrucijada”, así como la necesidad de respetar los acuerdos internacionales. Reproducimos a continuación el texto de su mensaje, traducido al español:

A Su Excelencia el Embajador Alexander Kmentt
Presidente de la Primera Reunión de los Estados miembros
del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares

Me complace saludarlos, así como a los demás distinguidos participantes en ocasión de esta Primera Reunión de Estados miembros del Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares.

En mi mensaje a la conferencia diplomática reunida hace cinco años para negociar este Tratado, pregunté: «¿Por qué plantearnos esta meta demandante y de largas miras [de un mundo sin armas nucleares] en el actual contexto internacional caracterizado por un clima inestable de conflicto, que es al mismo tiempo causa e indicación d dificultades que se encuentran en el avance y el fortalecimiento del proceso de desarme nuclear y de no proliferación nuclear?» (Mensaje a la Conferencia de la ONU para negociar un instrumento jurídicamente vinculante sobre la prohibición de las armas nucleares, que conduzca a su total eliminación, 23 marzo 2017).

En este momento particular de la historia donde el mundo parece estar en una encrucijada, la visión valiente de este instrumento legal, fuertemente inspirado en argumentos éticos y morales, parece cada vez más adecuado. De hecho, esta reunión tiene lugar en un momento que inevitablemente pide una reflexión más profunda sobre la seguridad y la paz. En el contexto actual, hablar o abogar por el desarme puede parecer paradójico a muchos. Sin embargo, necesitamos permanecer atentos a los peligros de enfoques de corto plazo sobre la seguridad nacional e internacional y los riesgos de la proliferación. Como sabemos muy bien, el precio de no hacerlo es pagado inevitablemente por el número de vidas inocentes tomadas y medidas en términos de carnicería y destrucción. Como resultado, renuevo enfáticamente mi llamado a silenciar todas las armas y eliminar las causas de conflicto a través del incansable recurso a las negociaciones: «Quien hace la guerra olvida a la humanidad» (Después del Ángelus, 27 febrero 2022).

La paz es indivisible, y para ser realmente justa y duradera, debe ser universal. Es un razonamiento engañoso y contraproducente pensar que la seguridad y la paz de algunos está desconectada de la seguridad colectiva y la paz de otros. Esta es también una de las lecciones que la pandemia de COVID-19 ha demostrado trágicamente. «La seguridad de nuestro propio futuro depende de garantizar la seguridad pacífica de otros, porque si la paz, la seguridad y la estabilidad no se establecen globalmente, no serán disfrutadas por todos. Individual y colectivamente, somos responsables por el presente y futuro bienestar de nuestros hermanos y hermanas» (Mensaje en ocasión de la conferencia sobre el impacto humanitario de las armas nucleares, 7 diciembre 2014).

La Santa Sede no tiene duda de que un mundo libre de armas nucleares es tanto necesario como posible. En un sistema de seguridad colectiva, no hay lugar para armas nucleares y otras armas de destrucción masiva. De hecho, «si tomamos en consideración las principales amenazas a la paz y la seguridad con sus muchas dimensiones en este mundo multipolar del siglo XXI como, por ejemplo, el terrorismo, los conflictos asimétricos, la ciberseguridad, los problemas ambientales, la pobreza, se alzan no pocas dudas con respecto a lo inadecuado de la disuasión nuclear como una respuesta efectiva a tales retos. Estas preocupaciones son aún mayores cuando consideramos las catastróficas consecuencias humanitarias y medioambientales que seguirían después de cualquier uso de armas nucleares con efectos devastadores, indiscriminados e incontenibles, en el tiempo y el espacio» (Mensaje a la Conferencia de la ONU para negociar un instrumento jurídicamente vinculante sobre la prohibición de las armas nucleares, que conduzca a su total eliminación, 23 marzo 2017). Tampoco podemos ignorar La precariedad derivada del simple mantenimiento de estas armas: el riesgo de accidentes, involuntarios o no, que pueden llevar a escenarios muy preocupantes.

Las armas nucleares son una responsabilidad costosa y peligrosa. Representan un “multiplicador de riesgos” que provee solo de una ilusión de una “especie de paz”. Aquí, quiero reafirmar que el uso de armas nucleares, así como su mera posesión, es inmoral. Tratar de defender y asegurar la estabilidad y la paz a través de un falso sentido de seguridad y un “balance del terror”, apoyado en una mentalidad del miedo y la desconfianza inevitablemente termina envenenando relaciones entre pueblos y obstruyendo cualquier forma posible de diálogo real. La posesión conduce fácilmente a amenazas de su uso, convirtiéndose en una especie de “chantaje” que debería ser repugnante a las conciencias de la humanidad.

A este respecto, «a menos que este proceso de desarme sea exhaustivo y completo, y llegue a las almas de todos los hombres, es imposible detener la carrera armamentista o reducir el armamento o –y esto es lo principal –finalmente abolirlos por completo. Todos deben cooperar sinceramente en el esfuerzo por borrar el miedo y la ansiedad por la guerra de las mentes de los hombres» (Papa Juan XXIII, Pacem in terris).

Por estas razones, es importante reconocer una imperiosa necesidad global por la responsabilidad en múltiples niveles. Tal responsabilidad es compartida por todos y se encuentra a dos niveles: primero, a nivel público, como Estados miembros de la misma familia de naciones. Segundo, a nivel personal, como individuos y miembros de la misma familia humana y como gente de buena voluntad. Cualquiera que sea nuestro papel o status, cada 1 de nosotros tiene distintos grados de responsabilidad: ¿cómo podemos imaginar apretar el botón para lanzar una bomba nuclear? ¿Cómo podemos, en buena conciencia, estar comprometidos en modernizar arsenales nucleares? Es adecuado que este Tratado también reconozca que la educación para la paz puede jugar un papel importante, ayudando a los jóvenes a concientizarse de los riesgos y consecuencias de las armas nucleares para las presentes y futuras generaciones.

Los tratados de desarme existentes son más que solo obligaciones legales. También son compromisos morales basados en la confianza entre los Estados y entre sus representantes, enraizados en la confianza que los ciudadanos ponen en sus gobiernos, con consecuencias éticas para las presentes y futuras generaciones de la humanidad. Adherirse y respetar los acuerdos internacionales de desarme y la ley internacional no es una forma de debilidad. Al contrario, es una fuente de fuerza y responsabilidad ya que aumenta la confianza y la estabilidad. Más aún, como es el caso con este Tratado, colabora para la cooperación internacional y la asistencia a las víctimas, así como al medio ambiente: aquí mis pensamientos van a los Hibakusha, los sobrevivientes del bombardeo a Hiroshima y Nagasaki, y a todas las víctimas de las pruebas de armas nucleares.

En conclusión, mientras ustedes sientan las bases para la implementación de este tratado, quiero animarlos, representantes de los estados, de organizaciones internacionales y de la sociedad civil, a continuar a lo largo del sendero elegido para promocionar una cultura de la vida y la paz basada en la dignidad de la persona humana y en la conciencia de que todos somos hermanos y hermanas. Por su parte, la Iglesia católica permanece irrevocablemente comprometida a promover la paz entre los pueblos y las naciones y en impulsar la educación para la paz a través de sus instituciones. Éste es un deber al que la iglesia se siente obligada ante Dios y ante cada hombre y mujer en nuestro mundo. Que el Señor bendiga a cada uno de ustedes y sus esfuerzos en el servicio a la justicia y la paz.

Desde el Vaticano, 21 de junio 2022

FRANCISCO

Comentarios