APRENDAMOS A VENCER LA IRA, HACIENDO COMO JESÚS: ÁNGELUS DEL 26/06/2022

En su alocución previa a la oración mariana del Ángelus este 26 de junio en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco, hablando del Evangelio del día, dijo que “dejarse vencer por la ira en la adversidad es fácil, es instintivo”. Lo difícil, en cambio, afirmó es dominarse a sí mismo, haciendo como Jesús, que – dice el Evangelio – se puso “en camino hacia otra aldea”. El Papa concluyó su alocución con el deseo que cada uno de nosotros pida a Jesús la fuerza para ser como Él, para seguirle con firmeza y a la Virgen María que nos ayude a hacer nuestra la firme decisión de Jesús de permanecer en el amor hasta el final. Compartimos a continuación el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de la Liturgia de este domingo nos habla de un punto de inflexión. Dice así: «Mientras estaban cumpliéndose los días en que iba a ser elevado a lo alto, Jesús tomó la firme decisión de ponerse en camino hacia Jerusalén» (Lc 9, 51). Así comienza el “gran viaje” a la ciudad santa, que requiere una especial decisión porque es el último. Los discípulos, llenos de un entusiasmo todavía demasiado mundano, sueñan que el Maestro va al encuentro del triunfo; Jesús, en cambio, sabe que en Jerusalén le esperan el rechazo y la muerte (cf. Lc 9, 22.43b-45); sabe que tendrá que sufrir mucho; y esto requiere una firme decisión. Así Jesús va con paso decidido hacia Jerusalén. Es la misma decisión que debemos tomar nosotros, si queremos ser discípulos de Jesús. ¿En qué consiste esta decisión? Porque debemos ser discípulos de Jesús en serio, con verdadera decisión, no – como decía una viejita que conocí – “cristianos de agua de rosas”. ¡No! Cristianos decididos. Y nos ayuda a entender esto el episodio que el evangelista Lucas relata inmediatamente después.

Mientras estaban en camino, una aldea de samaritanos, al saber que Jesús se dirigía a Jerusalén — que era la ciudad adversaria —, no le da la bienvenida. Los apóstoles Santiago y Juan, indignados, sugieren a Jesús que castigue a esa gente haciendo bajar un fuego del cielo. Jesús no sólo no acepta la propuesta, sino que reprende a los dos hermanos. Ellos quieren involucrarlo en su deseo de venganza y Él no está de acuerdo (vv. 52-55). El “fuego” que Él vino a traer a la tierra es otro (cf. Lc 12, 49), es el Amor misericordioso del Padre. Y para hacer crecer este fuego hace falta paciencia, hace falta constancia, hace falta espíritu penitencial.

Santiago y Juan, en cambio, se dejaron vencer por la ira. Y esto también nos sucede a nosotros, cuando, aún haciendo el bien, quizás con sacrificio, en lugar de acogida encontramos una puerta cerrada. Viene entonces la ira: intentamos incluso involucrar a Dios mismo, amenazando con castigos celestiales. Jesús, en cambio, recorre otro camino, no el camino de la rabia, sino el de la firme decisión de ir hacia adelante que, lejos de traducirse en dureza, implica calma, paciencia, longanimidad, sin por ello aflojar mínimamente el compromiso por hacer el bien. Esta forma de ser no denota debilidad, sino, al contrario, una gran fuerza interior. Dejarse vencer por la ira en la adversidad es fácil, es instintivo. Lo que es difícil, en cambio, es dominarse a sí mismo, haciendo como Jesús, que — dice el Evangelio — se puso «en camino hacia otra aldea» (v. 56). Esto quiere decir que, cuando encontremos cerrazones, debemos dirigirnos a hacer el bien a otro lugar, sin recriminaciones. Así, Jesús nos ayuda a ser personas serenas, contentas con el bien realizado y que no buscan las aprobaciones humanas.

Ahora preguntémonos: nosotros ¿en qué punto estamos? ¿En qué punto estamos nosotros? Ante las adversidades, las incomprensiones, ¿nos dirigimos al Señor, le pedimos su firmeza al hacer el bien? ¿O buscamos confirmación en los aplausos, acabando por ser ásperos y rencorosos cuando no los oímos?  ¿Cuántas veces, más o menos conscientemente, buscamos los aplausos, la aprobación de los demás? ¿Hacemos aquello por los aplausos? No, no está bien. Debemos hacer el bien por el servicio y no buscar los aplausos. A veces pensamos que nuestro fervor se debe al sentido de justicia por una buena causa, pero en realidad la mayoría de las veces no es más que orgullo, unido a debilidad, susceptibilidad e impaciencia. Pidamos entonces a Jesús la fuerza para ser como Él, para seguirle con firme decisión en este camino de servicio. No ser vengativos, no ser intolerantes cuando se presentan dificultades, cuando nos gastamos por el bien y los demás no lo entienden, es más, cuando nos descalifican. No, silencio y adelante.

Que la Virgen María nos ayude a hacer nuestra la firme decisión de Jesús de permanecer en el amor hasta el final.

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