EL ECUMENISMO ES BAUTISMAL, PASTORAL Y LOCAL: PALABRAS DEL PAPA A PARTICIPANTES EN UN ENCUENTRO ENTRE CATÓLICOS Y ORTODOXOS (23/06/2022)

“Las dimensiones bautismal, pastoral y local, son tres perspectivas ecuménicas importantes en el camino hacia la plena comunión”, este fue el centro del discurso del Santo Padre Francisco a los miembros de la Comisión Mixta Internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales, a quienes recibió en audiencia este 23 de junio, en la Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano. Transcribimos a continuación las palabras del Papa, traducidas del italiano:

Queridos hermanos:

«Gracia a ustedes y paz de Dios Padre nuestro y del Señor Jesucristo». También yo, con las palabras del apóstol Pablo, « doy gracias continuamente a mi Dios por ustedes» (1 Cor 1, 3-4). Gracias por su presencia, queridos miembros de la Comisión para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales, gracias por su valioso trabajo: me alegra volver a verlos a tres años de distancia de nuestro último encuentro. Y reconozco a Su Gracia el Obispo Kyrillos por las cordiales palabras que me dirigió.

Están por concluir un importante estudio sobre los Sacramentos, un documento que demuestra la existencia de un amplio consenso y que, con la ayuda de Dios, podrá marcar un nuevo paso hacia la plena comunión. Tal temática me inspira tres breves apuntes que quisiera compartir con ustedes.

Primero: el ecumenismo es esencialmente bautismal. Es en el Bautismo que se encuentra el fundamento de la comunión entre los cristianos y el anhelo hacia la plena unidad visible. Es gracias a este Sacramento que podemos afirmar con el Apóstol Pablo: «Todos nosotros hemos sido bautizados mediante un solo Espíritu en un solo cuerpo» (1 Cor 12, 13). En un solo cuerpo: avanzar hacia el mutuo reconocimiento de este sacramento fundamental me parece esencial para llegar a confesar junto con el Apóstol «un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo» (Ef 4, 5).

En segundo lugar, el ecumenismo tiene siempre un carácter pastoral. Entre nuestras Iglesias que comparten la sucesión apostólica, el amplio consenso observado por su Comisión no solo sobre el Bautismo, sino también sobre los otros Sacramentos, debería animarnos a profundizar en un ecumenismo pastoral. En este sentido, incluso sin estar en plena comunión, ya se han firmado acuerdos pastorales con algunas iglesias ortodoxas orientales, que permiten a los fieles «participar en los medios de la gracia» (Unitatis redintegratio, 8). Pienso, en particular, en la declaración conjunta firmada en 1984 por el Papa Juan Pablo II y el Patriarca Mar Ignatius Zakka I Iwas de la Iglesia siro-ortodoxa de Antioquía, que en determinadas circunstancias autoriza a los fieles a recibir los sacramentos de la Penitencia, de la Eucaristía y la Unción de los enfermos en una u otra comunidad. Pienso también en el acuerdo sobre los matrimonios mixtos concluido en 1994 entre la Iglesia católica y la Iglesia siro-ortodoxa malankar. Todo eso ha sido posible mirando la realidad concreta de los miembros del pueblo de Dios y su bien, superiores a las ideas y divergencias históricas: mirando la importancia de que ninguno se ha privado de los medios de la Gracia. Ahora, con base en el consenso teológico mostrado por su Comisión, ¿no sería posible extender y multiplicar tales acuerdos pastorales, sobre todo en contextos en que nuestros fieles se encuentran en situación de minoría y de diáspora? Es un desafío, esta pregunta, es un desafío. Que el Espíritu Santo pueda inspirarnos las formas para avanzar en este camino, que busca el bien de las personas, el bien de las almas, el bien del pueblo de Dios, nuestro, todo, y no distinciones morales o teológicas o ideológicas. El bien, la gente, está allí. Jesucristo se encarnó, se hizo hombre, miembro del pueblo fiel de Dios. No se hizo idea, no, se hizo hombre. Y nosotros debemos buscar siempre el bien de los hombres y del pueblo fiel de Dios.

A partir de esto un tercer apunte: el ecumenismo existe ya como realidad ante todo local. Muchos fieles – pienso sobre todo en aquellos en Medio Oriente pero también en cuantos han emigrado a Occidente – viven ya el ecumenismo de la vida en la cotidianidad de sus familias, del trabajo, de las relaciones de cada día. Y experimentan a menudo juntos el ecumenismo del sufrimiento, en el testimonio común del nombre de Cristo a veces incluso a costo de la vida. El ecumenismo teológico debería entonces reflexionar no solo sobre las diferencias dogmáticas surgidas en el pasado, sino también sobre la experiencia actual de nuestros fieles. En otras palabras, el diálogo sobre la doctrina podría adecuarse teológicamente al diálogo de la vida que se desarrolla en las relaciones locales y cotidianas de nuestras Iglesias, que constituyen un verdadero y propio lugar teológico. Para mí esto cuenta para promover un pensamiento. Con este propósito, para acrecentar un mayor conocimiento fraterno, me alegro de su iniciativa dirigida a promover visitas de estudio de jóvenes sacerdotes y monjes de cada Iglesia. Hace 3 semanas tuve la alegría de recibir a una delegación llegada a Roma, por invitación del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, para encontrarse con la Iglesia católica. Este es el camino, encontrarse fraternalmente para escucharse, compartir y caminar juntos. Es el ecumenismo del caminar juntos, que se hace caminando, no solo con las ideas, se hace caminando. Y es hermoso involucrar en el acercamiento de nuestras Iglesias a las jóvenes generaciones, activas en la comunidad local, para que el diálogo sobre la doctrina avance junto con el diálogo de la vida.

Dimensiones bautismal, pastoral y local: tres perspectivas ecuménicas que me parecen importantes en el camino hacia la plena comunión. Queridos hermanos, les renuevo la gratitud por su visita y, a través de ustedes, quisiera extender el saludo a mis venerables y queridos hermanos líderes de las Iglesias ortodoxas orientales. La próxima fase de su diálogo se concentrará sobre la Virgen María en la enseñanza y la vida de la Iglesia. Ya desde ahora encomendamos su trabajo a la intercesión de la Madre de Dios. Si están de acuerdo, podemos invocarla recitando juntos las palabras de esta antigua oración: “Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios. No desprecies las súplicas de los que estamos en la prueba, más bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita”.

Muchas gracias, y oremos unos por otros.

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