LA COMUNICACIÓN DEBE SER LIMPIA E ÍNTEGRA: PALABRAS DEL PAPA A LA FAMILIA PAULINA (18/06/2022)

Una comunicación “limpia”, límpida como una página del Evangelio, auténtica y, por tanto, a años luz de la “desinformación” de las fake news que proliferan hoy en día. Así lo quiere el Papa Francisco y se lo pidió a quienes, particularmente en la Iglesia, lo viven cada día como una misión, la puesta en práctica de un carisma: a la familia de los Paulinos, a quienes el Papa recibió este 18 de junio en la Sala del Consistorio y llamó “apóstoles de la comunicación”. Compartimos a continuación el discurso improvisado por el Santo Padre, así como el discurso que entregó por escrito, traducidos del italiano:

Palabras improvisadas del Santo Padre

Gracias por sus palabras, gracias a todos por la visita, gracias.

Aquí está el discurso que debo decir... Pero para qué perder tiempo diciendo esto cuando ustedes lo leerán después, ¿no es verdad? Me ha parecido mejor dárselo al superior general, que él después lo haga conocer – si lo cree oportuno; si no que haga la censura. Y después, me parece que comunicarse así, fraternalmente, con el calor del encuentro, es mejor que la frialdad de un discurso.

Y ustedes son apóstoles de la comunicación. De la teología de la comunicación se puede hablar mucho... La pasión de Dios es comunicarse, siempre comunica: con el Hijo en el Espíritu, y después a nosotros. Comunicar es una de las cosas que es más que una profesión: es vocación. Y esto Don Alberione quiso subrayarlo en las distintas familias – así llamadas – paulinas, esto de comunicar. Comunicar de forma limpia. Y ustedes tienen la vocación de comunicar de forma limpia, evangélicamente. Si tomamos los medios de comunicación de hoy: falta limpieza, falta honestidad, falta integridad. La desinformación está al orden del día: se dice una cosa, pero se ocultan muchas otras. Debemos actuar de manera que en nuestra comunicación de fe esto no suceda, no ocurra, que la comunicación venga precisamente de la vocación, del Evangelio, nítida, clara, proveniente del testimonio de la propia vida.

No solo comunicar, sino también redimir la comunicación del estado en que se encuentra hoy, en las manos de todo un mundo de comunicación que o dice la mitad, o una parte calumnia a la otra, o una parte difama a la otra, o una parte sobre la bandeja ofrece escándalos porque a la gente le gusta comer escándalos, es decir comer suciedad. ¿No es verdad? Es así. La comunicación, esa relación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo que está en el signo de la Trinidad, se vuelve este alimento indigesto, sucio, no limpio. Su vocación es que la comunicación se haga limpia, clara, sencilla. No olviden esto, es muy importante.

No es una profesión. Sí, entre ustedes hay comunicadores profesionales, eso está bien; pero antes que una profesión, es una vocación, y la vocación te da identidad. Yo Tomo tu identidad de tu vocación, es decir Dios te llama a esto. No me importa cómo te llamabas antes de que yo te llamara. Te llama, tienes tu identidad. Esa oración de David, esa conciencia profética: “Tú has sido tomado del rebaño”, de ahí; tu identidad no viene tanto del rebaño sino de la llamada que te ha tomado del rebaño. No olviden al rebaño, que no vengan los “humos” y te llenen la cabeza porque eres alguien importante, has llegado a monseñor, a cardenal... Nada, no, eso no sirve de nada. Sirve la limpieza, es decir de dónde vengo, la realidad. Y Dios se comunica siempre en la realidad: actúen de forma que su vida sea precisamente la comunicación de su vocación, que ninguno de ustedes deba esconder su propia identidad vocacional. La primera cosa que un comunicador comunica es a sí mismo, sin quererlo, quizá, pero es a sí mismo. “Éste habla de este tema...”, pero como habla es importante: claro, transparente; es él mismo quien habla. Esta es la originalidad. En este sentido, los comunicadores son “poetas”. Es la “poesía” de comunicar bien.

Sigan adelante con una comunicación limpia: también en el Capítulo, comuníquense bien entre ustedes. Siempre hay dificultades en el comunicarse bien, y en la comunicación siempre hay algún peligro de transformar la realidad. Alguien relata, comunica al otro esto, éste lo comunica a este otro, a aquel otro y aquel otro y a la vuelta, cuando regresa, es como Caperucita Roja, que comienza con el lobo que quiere comerse a Caperucita Roja y termina con Caperucita Roja y la abuela que se comen al lobo. No, así no funciona. Una mala comunicación deforma la realidad.

Gracias por la vocación a comunicar en la Iglesia. Sigan adelante con eso: la Iglesia lo necesita. Yo les agradezco mucho. ¡Valentía y adelante! Oren unos por otros. La unidad de la congregación será su fuerza para comunicar bien. Y oren también por mí: yo pido limosna, así vamos adelante. Muy bien. Gracias.

Discurso entregado

Queridos hermanos, buenos días.

Les doy la bienvenida y agradezco al Superior General por su saludo y su presentación. Han venido en ocasión de su XI Capítulo General, que tiene este tema: “«Déjense transformar renovando su forma de pensar» (Rom 12, 2). Llamados a ser artesanos de comunión para anunciar proféticamente la alegría del Evangelio en la cultura de la comunicación”.

El apóstol Pablo, en el versículo de la carta a los romanos que ha guiado estos sus días de trabajo, nos invita a todos nosotros a no conformarnos a la mentalidad del mundo, sino dejarnos transformar cambiando nuestra forma de pensar. Pablo no dice “transformen” el mundo, sino “transfórmense”, es más, «déjense transformar», o sea hagan espacio al único Sujeto capaz de poder transformarlos: el Espíritu Santo, la gracia de Dios. Dejarnos transformar primero a nosotros, para después transformar el mundo alrededor de nosotros.

La expresión “renovar la forma de pensar” –como ustedes me enseñan – está al centro de la propuesta de vida espiritual y apostólica que su Fundador, el Beato Giacomo Alberione, elaboró y codificó para ustedes, precisamente a partir de la experiencia de San Pablo. Escribía el Beato: «De la mente viene todo. Si uno hace una obra buena es porque la ha pensado y después la ha deseado y después la ha hecho. Entonces siempre, el primer punto a mirar, es la mente» (A las Pías Discípulas del Divino Maestro, VIII, Roma, 1986, 365).

Es entonces primero que todo la mentalidad la que debe ser cambiada, convertida, asimilada a la de Jesús Maestro, para contribuir a difundir en la sociedad una forma de pensar y de vivir fundada sobre el Evangelio. Es un gran desafío para la Iglesia y para ustedes Paulinos, caracterizados por el carisma institucional de la comunicación. En efecto, no es suficiente utilizar los medios de comunicación para propagar el mensaje cristiano y el Magisterio de la Iglesia; es necesario integrar el mensaje mismo en la nueva cultura creada por la comunicación moderna. Una cultura que nace, aún primero que de los contenidos, que del hecho mismo de que existen nuevos modos de comunicar con nuevos lenguajes, nuevas técnicas y nuevas actitudes psicológicas (cf. Enc. Redemptoris missio, 37, c).

Un tema clave, al respecto, es el de las relaciones interpersonales en el mundo globalizado e hiperconectado. Es un tema clave tanto en el plano humano y social, como en el plano eclesial, porque toda la vida cristiana parte y se desarrolla a través de la relación entre persona y persona. Y ahora, después de los primeros tiempos de euforia por las novedades tecnológicas, somos conscientes de que no basta vivir “en red” o “conectados”, es necesario ver hasta qué punto nuestra comunicación, enriquecida por el ambiente digital, efectivamente crea puentes y contribuye a la construcción de la cultura del encuentro.

Para su específica misión de evangelización en el mundo de la comunicación, Don Alberione quiso que fueran hombres consagrados, llamados a dar testimonio del Evangelio con la dedicación sin reservas al apostolado. Miren, por eso, al apóstol Pablo como modelo de hombre y conquistado por Cristo e impulsado por su caridad por los caminos del mundo. De Pablo aprendan siempre de nuevo la pasión por el Evangelio y el espíritu misionero, que naciendo de su “corazón pastoral” lo impulsaban a hacerse todo con todos. Es un aspecto que, hablando de Pablo, corre el riesgo de olvidarse, pero que en realidad aparece claramente en sus cartas, y que él no actuaba solo, como un héroe aislado, sino siempre en colaboración con sus compañeros de misión. De él, por tanto, aprendan también a trabajar en equipo con los demás, a trabajar “en red”, a ser artesanos de comunión, utilizando los medios de comunicación más eficaces y actualizados para llegar con la Buena Noticia a las personas donde y como viven.

Este estilo de comunión busca en cultivarlo ante todo entre ustedes, en sus comunidades y en la Congregación, practicando esa sinodalidad que en toda la Iglesia nos hemos propuesto profundizar y sobre todo ejercer a todo nivel. Hablando a ustedes, les pido poner al servicio de este proceso su carisma, es decir ayudar a la Iglesia a caminar juntos valorando de la mejor manera los medios de comunicación. Es un servicio que desde siempre los ve atentos, pero que en esta fase pide ser pensado y estudiado de forma temática. En dos palabras, el tema es: sinodalidad y comunicación.

Pero no quisiera que se sintieran considerados solo en este plano, digamos “profesional”, de su específica competencia. No, la comunión, están llamados a vivirla ordinariamente en la fraternidad, y en las relaciones con las comunidades diocesanas en que viven, y naturalmente con la gran y variada Familia Paulina. Que su horizonte sea siempre el de Pablo, es decir toda la humanidad de nuestro tiempo, a quién está destinado el Evangelio de Cristo, de manera especial cuantos aparecen como los “lejanos”, los indiferentes e incluso los hostiles. A menudo, si lo vemos bien, estas personas se esconden en sí mismos una nostalgia de Dios, una sed de amor y de verdad.

Queridos hermanos, gracias por su visita y sobre todo por su compromiso al servicio de la Iglesia y de la evangelización. Que María, Reina de los Apóstoles, con su maternal protección los acompaña siempre en su camino. Bendigo de corazón a todos ustedes y a sus hermanos. Y les pido por favor: no se olviden de orar por mí. Gracias.

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