LAS REDES DE FAMILIAS SON UN ANTÍDOTO CONTRA LA SOLEDAD: PALABRAS DEL PAPA A ASOCIACIÓN DE FAMILIAS DE EUROPA (10/06/2022)

El Papa Francisco recibió en audiencia en la Sala Clementina, este 10 de junio, a la Federación de las Asociaciones de Familias Católicas en Europa, a quienes agradeció por la acogida a los refugiados ucranianos, por el compromiso con la paz y el trabajo que realizan. La institución celebra 25 años de fundación. “Lamentablemente en este momento Europa, y diría especialmente las familias en Europa, viven un momento que, para muchas, es trágico y para todas es dramático a causa de la guerra en Ucrania”, manifestó el Santo Padre. Transcribimos a continuación, el texto de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días y bienvenidos:

Agradezco al Presidente por su saludo y su introducción. Este encuentro es jubilar: ustedes festejan 25 años, y es bueno celebrar y agradecer. Desafortunadamente en este momento Europa, y diría especialmente las familias en Europa, vive en un momento que para muchos es trágico y para todos es dramático a causa de la guerra en Ucrania. Me asocio a su declaración: «Madres y padres, más allá de su nacionalidad, no quieren la guerra. La familia es la escuela de la paz» (Consejo de Presidencia FAFCE, 6 de mayo 2022). Las familias y las redes de familias han estado y están en primera línea en la acogida de los refugiados, especialmente en Lituania, Polonia y Hungría.

En su compromiso cotidiano por las familias, ustedes realizan un doble servicio: llevar su voz ante las instituciones europeas y trabajan para formar redes de familias en toda Europa. Esta misión está en plena consonancia con el camino sinodal que estamos viviendo, para hacer que la Iglesia se convierta cada vez más en familia de familias.

Les agradezco por el seminario que organizaron en colaboración con el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, centrado en dar testimonio de la belleza de la familia. Anticipando por pocos días el encuentro mundial de las familias, llama la atención sobre la carencia de nacimientos en Europa y sobre todo en Italia. Este invierno demográfico es grave; por favor, ¡ tengan cuidado! Es gravísimo. Hay una relación muy estrecha entre esta pobreza reproductiva y el sentido de la belleza de la familia: « el testimonio de la dignidad social del matrimonio se volverá persuasivo precisamente por este camino, el camino del testimonio que atrae» (Catequesis, 29 de abril 2015).

Renovando la exhortación que les dirigí hace 5 años (1º de junio 2017), los animo a sacar adelante su trabajo para favorecer el nacimiento y la consolidación de redes de familias. Es un servicio valioso, porque se necesitan lugares, encuentros, comunidades en las que las parejas y las familias se sientan acogidas, acompañadas, nunca solas. Es urgente que las iglesias locales, en Europa y no solamente, se abran a las acciones de los laicos y de las familias que acompañan a familias.

Vivimos – esto es claro – no solo una época de cambios, sino un cambio de época. Su trabajo se realiza en este cambio, que puede provocar a veces el riesgo de desanimarse. Pero, con la gracia de Dios, estamos llamados a trabajar con esperanza y confianza, en comunión efectiva con la Iglesia. A este respecto, ejemplos recientes son el Memorandum de intención firmado el año pasado por su Federación con el Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa y para la cooperación con la Comisión de los Episcopados de la Unión Europea, en cuyas oficinas, en Bruselas, está situado su secretariado general.

Los desafíos son grandes y están todos conectados entre sí. Por ejemplo, «no se puede hablar de desarrollo sustentable sin una solidaridad entre las generaciones» (Enc. Laudato si’, 159), y esta solidaridad presupone un equilibrio; pero precisamente este equilibrio falta hoy en nuestra Europa. Una Europa que envejece, que no es reproductiva, es una Europa que no puede permitirse hablar de sustentabilidad y cada vez le cuesta más trabajo ser solidaria. Por eso, ustedes subrayan a menudo que las políticas familiares no deben ser consideradas como instrumentos del poder de los Estados, sino que están fundadas in primis en el interés de las familias mismas. Los Estados tienen la tarea de eliminar los obstáculos a la capacidad reproductiva de las familias y reconocer que la familia constituye un bien común que debe ser premiado, con las naturales consecuencias positivas para todos.

Además, como recuerda una Resolución reciente de ustedes, « el hecho de tener hijos no debe nunca ser considerado una falta de responsabilidad ante la creación o los recursos naturales. El concepto de “huella ecológica” no puede ser aplicado a los niños, porque ellos son un recurso indispensable para el futuro. En cambio deben enfrentarse el consumismo y el individualismo, mirando a las familias como el mejor ejemplo de optimización de los recursos» (FAFCE, Familias por un desarrollo sustentable e integral, 26 de octubre 2021).

Hablemos además de la plaga de la pornografía, que ahora se difunde por cualquier lado a través de la red: debe ser denunciada como un ataque permanente a la dignidad del hombre y la mujer. Se trata no solamente de proteger a los niños – tarea urgente de las autoridades y de todos nosotros –, sino también de declarar a la pornografía como una amenaza para la salud pública. «Sería una grave ilusión pensar que una sociedad en la cual el consumo anormal del sexo en la red Es desenfrenado entre los adultos sea después capaz de proteger eficazmente a los menores» (Discurso a los participantes en el Congreso “Child Dignity in the Digital World”, 6 de octubre 2017). Las redes de familias, en cooperación con la escuela y las comunidades locales, son fundamentales para prevenir, para combatir esta plaga, sanando las heridas de quien está en la cumbre de la dependencia.

La dignidad del hombre y la mujer está amenazada también por la práctica inhumana y cada vez más difundida de la “renta de vientres”, en que las mujeres, casi siempre pobres, son explotadas, y los niños son tratados como mercancía.

Su Federación tiene también una responsabilidad propia al dar testimonio de unidad y trabajar por una paz que sea la gran paz, en este momento histórico en el cual, desafortunadamente, muchas son las amenazas y es necesario apuntar sobre aquello que une y no sobre lo que divide. Con tal propósito reconozco su labor porque en estos últimos cinco años su Federación ha acogido a su interior a diecinueve organizaciones familiares y a cuatro nuevos países europeos, entre los cuales está Ucrania.

Finalmente – y este es quizá el desafío que está detrás de todos los demás –, la pandemia ha sacado a la luz otra pandemia, más oculta, de la que se habla poco: la pandemia de la soledad. Sí muchas familias se han redescubierto como Iglesias domésticas, es verdad también que demasiadas familias han experimentado soledad, y su relación con los sacramentos se ha vuelto a menudo meramente virtual. Las redes de familias son un antídoto contra la soledad. Ellas de hecho, por su naturaleza, están llamadas a no dejar a nadie atrás, en comunión con los pastores y las Iglesias locales.

«El amor recíproco entre el hombre y la mujer es reflejo del amor absoluto e indefectible con el que Dios ama al ser humano, destinado a ser fecundo y a realizarse en la obra común del orden social y el cuidado de la creación» (A los participantes en la plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, 29 de abril 2022). La familia fundada en el matrimonio está, por tanto, al centro. Es la primera célula de nuestras comunidades y debe ser reconocida como tal, en su función generadora, única e irrenunciable. No porque sea una entidad ideal y perfecta, no porque sea un modelo ideológico, sino porque representa el lugar natural de las primeras relaciones y de la reproducción: «Cuando la familia acoge y va al encuentro de los demás, especialmente de los pobres y los abandonados, es símbolo, testimonio, participación de la maternidad de la Iglesia» (Exhort. ap. Amoris laetitia, 324).

Queridos hermanos y hermanas, sigan adelante en su servicio. Trabajen de manera que la organización sea toda para el servicio, lo más “ligera” posible y lista a responder a las exigencias del Evangelio. Que el Señor los bendiga y la Virgen los cuide. Los bendigo a todos de corazón, y les pido por favor orar por mí. Gracias.

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