A MI EDAD, NO ES TAN SENCILLO PARTIR EN MISIÓN: PALABRAS DEL PAPA A PARTICIPANTES EN EL CAPÍTULO GENERAL DE LOS MISIONEROS DE ÁFRICA (13/06/2022)

Antes del mediodía de este 13 de junio, el Papa Francisco recibió, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, a cincuenta y seis participantes en el Capítulo General de los Misioneros de África, conocidos como “Padres Blancos”. Mirar hacia el pasado con gratitud es un signo de buena salud espiritual que alimenta la llama de la esperanza, dijo el Papa Francisco a los Misioneros de África, a quienes también manifestó su pesar por haber pospuesto su viaje al Congo y a Sudán del Sur. Además, Su Santidad anticipó que el próximo 3 de julio, en el día en que habría tenido que celebrar la Misa en Kinshasa, lo hará en Roma con la comunidad congoleña. Transcribimos a continuación, el texto completo de su intervención, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días y bienvenidos:

Agradezco al Superior General por las palabras con las que introdujo este nuestro encuentro.

Lamentablemente, con mucha pena, he tenido que posponer el viaje a Congo y a Sudán del Sur. En efecto, no es tan sencillo partir en misión. Pero sus oraciones y su ejemplo me dan ánimo, y tengo confianza en poder visitar a estos pueblos, que llevo en el corazón. El próximo domingo, trataré de celebrar la misa con la comunidad congoleña romana. No el próximo, el 3 de julio, el día en que tendría que haber celebrado en Kinshasa. Llevaremos Kinshasa a San Pedro, y ahí celebraremos con todos los congoleños romanos, que son muchos.

Recuerdo la celebración de su 150º, que vivimos hace tres años junto con sus hermanas misioneras. Por favor, llévenles también a ellas mi saludo.

Para este Capítulo General han elegido trabajar sobre la misión como testimonio profético. Haremos una breve reflexión al respecto. Pero primero quiero decirles que me dio mucho gusto escuchar que han vivido estos días “con gratitud” y “con esperanza”. Eso es hermoso. Mirar al pasado con gratitud es signo de buena salud espiritual; es la actitud “deuteronómica” que Dios enseñó a su pueblo (cf. Dt 8). Cultivar la memoria agradecida del camino que el Señor nos ha hecho recorrer. Y esta gratitud es la que alimenta la llama de la esperanza. Quien no sabe agradecer a Dios por los dones que Él ha sembrado a lo largo del camino – incluso fatigoso y a veces doloroso – mucho menos tiene un ánimo esperanzado, abierto a las sorpresas de Dios y confiado en su providencia. En particular, esta actividad espiritual es decisiva para que puedan madurar las semillas de vocación que el Señor suscita con su Espíritu y su Palabra. Una comunidad en que se sabe decir “gracias” a Dios y a los hermanos, y en la que se ayudan mutuamente a esperar en el señor resucitado es una comunidad que atrae y apoya a aquellos que son llamados. Entonces, adelante así: con gratitud y esperanza.

Llegamos ahora al tema de la misión como testimonio profético. Aquí se juega la fidelidad a sus raíces, al carisma que el espíritu confió al Cardenal Lavigerie. El mundo cambia, también África cambia, pero ese don conserva su carga de significado y de fuerza. Y la conserva en ustedes en la medida en que siempre es conducido de nuevo a Cristo y al Evangelio. Si la sal pierde el sabor, ¿para qué sirve? (cf. Mt 5, 13). El Padre General recordó la exhortación que repetía el Fundador: “Sean apóstoles, nada más que apóstoles”. Y el apóstol de Jesucristo no es uno que hace proselitismo. No tiene nada que ver el anuncio evangélico con el proselitismo. Si en algún momento alguno de ustedes se encuentra haciendo proselitismo, que por favor se detenga, se convierta y después continúe. El anuncio es otra cosa. El apóstol no es un manager, no es un docto conferencista, no es un “mago” de la informática, el apóstol es testigo. Esto es válido siempre y por todos lados en la Iglesia, pero es válido especialmente para quien, como ustedes, está llamado a menudo a vivir la misión en contextos de primera evangelización o de prevalente religión islámica.

Testimonio quiere decir esencialmente dos cosas: oración y fraternidad. Corazón abierto a Dios y corazón abierto a los hermanos y hermanas. Primero que nada, estar en la presencia de Dios, dejarse mirar por Él, cada día, en la adoración. De ahí tomar la savia, en ese “permanecer en Él”, en Cristo, que es la condición para ser apóstoles (cf. Jn 15, 1-9). Es la paradoja de la misión: se puede partir sólo si se permanece. Si no eres capaz de permanecer en el Señor, no podrás partir.

Recientemente se propuso a la veneración de la Iglesia universal el testimonio de Charles de Foucauld: es otro carisma, ciertamente, pero tiene mucho que decir también a ustedes, como en todos los cristianos de nuestro tiempo. Él, «a partir de su intensa experiencia de Dios, realizó un camino de transformación hasta sentirse hermano de todos» (Enc. Fratelli tutti, 286). Oración y fraternidad: la Iglesia debe volver a este núcleo esencial, a esta sencillez irradiante, naturalmente no de una manera uniforme, sino en la variedad de sus carismas, de sus ministerios, de sus instituciones; pero todo debe dejar transparentar este núcleo original, que resalta en Pentecostés y en la primera comunidad, descrita en los Hechos de los Apóstoles (cf. 2, 42-47; 4, 32-35).

A menudo nosotros somos llevados a pensar en la profecía como una realidad individual – y esa es una dimensión que permanece siempre verdadera, sobre el modelo de los profetas de Israel –. Pero la profecía es también y diría sobre todo comunitaria: es la comunidad la que da testimonio profético. Pienso en sus fraternidades, formadas por personas provenientes de muchos países, de culturas distintas. No es fácil, es un desafío que se puede aceptar solo contando con la ayuda del Espíritu Santo. Y después está su pequeña comunidad, que vive de oración y fraternidad, está llamada a su vez a dialogar con el ambiente en que vive, con la gente, con la cultura local. En estos contextos, donde a menudo, además de la pobreza, se experimenta en la inseguridad y la precariedad, ustedes son enviados a vivir la dulce alegría de evangelizar. Esta palabra la usa San Pablo VI en su Evangelii nuntiandi. Evangelizar es la misión de la Iglesia, evangelizar es la alegría de la Iglesia. Entre paréntesis: tomen la Evangelii nuntiandi, que sigue siendo vigente, y les dará muchos, muchos apuntes de reflexión y de misión. Agradezco con ustedes al Señor por este gran don de la evangelización.

Que la Virgen, nuestra señora de África, los acompañe y los proteja. Hago oración por ustedes, les doy mi bendición; llévenla también a los hermanos y a los fieles de sus comunidades. Y por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.

Comentarios