QUIERO DESEARLES EL ESTILO DE DIOS A USTEDES: SALUDOS NAVIDEÑOS DEL PAPA A LOS EMPLEADOS DEL VATICANO (21/12/2023)

Este 21 de diciembre, el Santo Padre recibió en audiencia, en el Aula Pablo VI, al personal que presta servicio en la Santa Sede y sus familiares, con ocasión de los saludos navideños. “Les deseo que estén atentos, en sus casas y en sus familias, a las pequeñas cosas de cada día, a los pequeños gestos de gratitud, a la consideración del cuidado. Mirando el Nacimiento podemos imaginar la preocupación, la ternura de María y José por el Niño que ha nacido”, dijo el Papa Francisco en su discurso a los empleados que prestan servicio en la Santa Sede y a sus familiares, señalando que, al contemplar juntos el Misterio del nacimiento de Jesús, es hermoso poder captar el estilo de Dios, que no es grandioso ni ruidoso sino, al contrario, es el estilo del ocultamiento y de la pequeñez. Compartimos a continuación las palabras del Papa, traducidas del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días:

también este año la Navidad nos hace reencontrarnos para intercambiar felicitaciones. ¡Gracias por haber venido, también con sus familiares!

Contemplando juntos el Misterio del nacimiento de Jesús es hermoso poder captar el estilo de Dios, que no es grandioso, no es ruidoso sino, al contrario, es el estilo del ocultamiento y la pequeñez. Dos palabras importantes: ocultamiento y pequeñez. Ellas nos transmiten el rasgo humilde de Dios, que no viene a nosotros para atraernos con su grandeza y para imponerse con su magnificencia, sino que se hace presente de la manera más común posible, haciéndose uno de nosotros.

Ocultamiento y pequeñez. Dios se esconde en la pequeñez de un Niño que nace, en una pareja de esposos – María y José – que no está bajo los reflectores, en la pobreza de un establo porque no había puesto para ellos en la posada. Estos son los rasgos distintivos del Hijo de Dios, que después se presenta al mundo como una pequeña semilla que muere oculta en la tierra para dar fruto. Él es el Dios de los pequeños, el Dios de los últimos y, con Él, todos nosotros aprendemos el camino a seguir para entrar en el Reino de Dios: no una religiosidad aparente y artificial, sino hacerse pequeños como niños.

Ustedes, muy queridos todos, conocen bien estas dos palabras. Su trabajo aquí en el Vaticano se desarrolla mayormente en el ocultamiento cotidiano, a menudo sacando adelante cosas que pueden parecer insignificantes y que, en cambio, contribuyen a ofrecer un servicio a la Iglesia y a la sociedad. Les agradezco por eso y les deseo que puedan continuar su trabajo con espíritu de gratitud, con serenidad y humildad, y dando precisamente ahí, en las relaciones con sus colegas, testimonio cristiano. También aquí, más aún, ante todo aquí, se necesita – ¿verdad? – este testimonio cristiano. Miren el ocultamiento y la pequeñez de Jesús en la gruta; miren la sencillez del Nacimiento que han colocado en casa; y estén seguros de que el bien, aún cuando está oculto e invisible, crece sin hacer ruido. El bien crece sin hacer ruido, se multiplica de forma inesperada y difunde el perfume de la alegría. No olviden eso: el bien crece sin hacer ruido y da esa paz, esa alegría al corazón, que es tan hermosa.

Este estilo – el ocultamiento y la pequeñez – quisiera desearlo también a sus familias y a sus hijos. Hoy vivimos en un tiempo que a veces parece obsesionado con la apariencia, todos buscan ponerse en una vitrina. Es el tiempo del “maquillaje”: todos se maquillan, no sólo el rostro, sino que se maquillan el alma y eso es terrible, y buscan ponerse en una vitrina. Aparentar, especialmente a través de las llamadas redes sociales. Es un poco como querer valiosos vasos de cristal sin preocuparse de que el vino sea bueno. El vino bueno se bebe en un vaso común. Pero en familia las apariencias y las máscaras no cuentan – en familia se sabe todo –, o normalmente duran poco; lo que cuenta es que no falte el vino bueno del amor, de la ternura, de la compasión recíproca. Y ese es el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura. Y el amor – lo sabemos bien – no hace ruido. Lo vivimos en el ocultamiento y en la pequeñez de los gestos cotidianos, en las atenciones que sabemos intercambiar entre nosotros. Esto les deseo: que estén atentos, en sus casas y familias, a las pequeñas cosas de cada día, a los pequeños gestos de gratitud, a la preocupación de cuidarse. Que mirando el Nacimiento podamos imaginar la preocupación, la ternura de María y de José por el Niño que ha nacido. Quiero desearles este estilo a todos ustedes.

Queridas hermanas y queridos hermanos, les extiendo mis mejores deseos de una santa Navidad. Es un deseo que extiendo también a sus niños y jóvenes, a sus familiares, a los ancianos que viven con ustedes, especialmente en sus seres queridos que están enfermos. Hermanos y hermanas, abramos el corazón a la alegría: ¡el Señor viene en medio de nosotros! ¡Feliz Navidad a todos! Y, por favor, oren por mí. Gracias.

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