QUE NO SE CEDA A LA INSIDIA DE LA CORRUPCIÓN: PALABRAS DEL PAPA A MIEMBROS DE LA OFICINA DEL AUDITOR GENERAL (11/12/2023)

La fidelidad y la honestidad caracterizan a quienes trabajan para la Santa Sede y el Estado de la Ciudad del Vaticano, sin embargo “la lisonja de la corrupción es tan peligrosa que es necesario estar muy vigilantes”. Esta fue la petición que el Papa Francisco dirigió a los miembros de la Oficina del Auditor General, recibidos este 11 de diciembre en audiencia y a quienes entregó su discurso, invitándoles a la transparencia y a no ceder “a la insidia de la corrupción”. Transcribimos a continuación el texto del discurso entregado por el Santo Padre, traducido del italiano:

Muy queridos todos:

Los saludo y les doy la bienvenida, contento de encontrarlos en la inminencia de la Santa Navidad.

Ustedes pertenecen a un órgano vaticano instituido, junto con otros, hace nueve años, con el Motu Proprio Fidelis dispensator et prudens, con el que quise lanzar algunas reformas económicas, en continuidad con la obra ya iniciada por el Papa Benedicto XVI. Un órgano cuyas funciones se definieron mejor con los sucesivos Estatutos y reiteradas en la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium. De los distintos aspectos y valores que les caracterizan, quisiera realmente recordarles tres: la independencia, la atención a las prácticas internacionales y el profesionalismo.

Primero: la independencia. La Oficina del Auditor General no depende jerárquicamente de otras Entidades. Esto sin embargo, lejos de significar arbitrariedad, implica la responsabilidad de una acción siempre bien ponderada e inspirada por el sumo principio de la caridad. Es importante que guiándolos esté siempre el espíritu de la corrección fraterna, incluso cuando es necesario señalar prácticas contables y administrativas que no están conforme a las reglas o situaciones que hay que corregir. La Palabra de Dios nos enseña que «el Señor corrige a quien ama, como un padre a su hijo predilecto» (Pr 3, 12). Recordemos estas palabras que acompañan a la corrección: amor y paternidad, siempre, sin ceder a la tentación de fáciles protagonismos. A este respecto, además, es bueno recordar, en espíritu sinodal, la importancia de la colaboración de su oficina con los demás Dicasterios de la Curia y en particular con los organismos económicos, evitando “competencias” que pueden fácilmente transformarse en rivalidades, incluso a nivel personal.

Segundo: la atención a las prácticas internacionales. Es importante promover la aplicación de las mejores de ellas, para favorecer la equidad y para estar alineados con el resto de la comunidad internacional, siempre y cuando – obviamente – las normas no estén en contradicción con las enseñanzas de la Iglesia.

Tercero: el profesionalismo. Tienen un notable bagaje profesional, adquirido en importantes organizaciones. En algunos casos, se trata de décadas de experiencia de trabajo a alto nivel, y les agradezco por haber decidido poner todo esto al servicio de la Santa Sede. Sí que con el fin de mantener elevados estándares profesionales invierten mucho en la formación, y eso es un bien. Diría incluso que para ustedes es una verdadera obligación moral estar actualizados acerca de la continua evolución de las numerosas y complejas normas que regulan la auditoría.

La Oficina del Auditor General, además, es una entre las Autoridades Anticorrupción, en el sentido de la Convención de Mérida, a la que la Santa Sede se adhirió en 2016 también en nombre del Estado de la Ciudad del Vaticano. Ciertamente quienes trabajan en la Santa Sede o en el estado de la Ciudad del Vaticano lo hacen con fidelidad y honestidad, pero la lisonja de la corrupción es tan peligrosa que es necesario vigilar muy bien. Sé que dedican mucha atención a ello, con un trabajo cuyos frutos son gestionados al mismo tiempo con firmeza y misericordiosa discreción porque, sin perjuicio de la exigencia de una absoluta transparencia en todas las acciones, los escándalos sirven más para llenar las páginas de los periódicos que para corregir en profundidad los comportamientos. Los invito, más allá de ello, a ayudar a los responsables de la administración de los bienes de la Santa Sede a crear protecciones que puedan evitar, “contracorriente”, que la insidia misma de la corrupción se concrete.

Muy queridos todos, quiero agregar algo que va más allá de su trabajo. Sé que algunos de ustedes prestan servicio en el comedor de Cáritas. Es algo hermoso y les digo: háganlo con corazón abierto, con sencillez y gratuidad, y encuentren el tiempo para hablar con estas personas y para escuchar sus historias. A menudo se encuentran personas que necesitan amistad, pero que son dejadas solas. Muchas veces una sonrisa y una palabra valen mucho más que un plato de pasta.

Les agradezco por su trabajo y les extiendo a ustedes y a sus familias muchas felicitaciones por la Santa Navidad. Y por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.

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