LÍBRANOS DE LA VIOLENCIA, ENJUGA LAS LÁGRIMAS DE MUJERES Y MADRES: ORACIÓN DEL PAPA EN LA SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN (08/12/2023)

El Papa Francisco cumplió, este 8 de diciembre por la tarde, con el tradicional acto de devoción a la estatua de la Virgen en la Plaza de España. Pidió a la Virgen la protección para quienes son oprimidos por la injusticia, la pobreza, la guerra y pidió por los pueblos de Ucrania, Palestina e Israel “sumergidos nuevamente en la espiral de la violencia”. Después le encomendó a las mujeres víctimas de la violencia y a las madres a quienes la guerra ha asesinado a sus hijos. Antes de este acto de devoción, el Santo Padre se dirigió a la Basílica de Santa María Mayr, para hacer homenaje a la Salus Populi Romani con la “Rosa de oro”. Transcribimos a continuación la oración pronunciada por el Santo Padre, traducida del italiano:

¡Virgen Inmaculada!
Venimos a ti con el corazón dividido entre esperanza y angustia.
¡Te necesitamos, Madre nuestra!
Pero ante todo queremos darte gracias,
porque en silencio, como es tu estilo, tu velas por esta ciudad,
che hoy te envuelve con flores para decirte su amor.
En silencio, día y noche, velas por nosotros:
por las familias, con sus alegrías y preocupaciones – tú lo sabes bien –;
por los lugares de estudio; por las instituciones y las oficinas públicas;
por los hospitales y los asilos; por las cárceles; por los que viven en la calle;
por las parroquias y por todas las comunidades de la Iglesia de Roma.
Gracia por tu presencia discreta y constante,
que nos da consuelo y esperanza.

Tú lo sabes, te necesitamos, Madre,
porque eres la Inmaculada Concepción.
Tu persona, el hecho mismo de que existas
nos recuerda que el mal no tiene ni la primera ni la última palabra;
que nuestro destino no es la muerte sino la vida,
no es el odio sino la fraternidad, no es el conflicto sino la armonía,
no es la guerra sino la paz.
Mirándote a ti, nos sentimos confirmados en esta fe
que los acontecimientos a veces ponen a dura prueba.
Y tú, Madre, dirige tus ojos de misericordia
sobre todos los pueblos oprimidos por la injusticia y la pobreza,
puestos a prueba por la guerra: Madre, mira al martirizado pueblo ucraniano,
al pueblo palestino y al pueblo israelí,
sumergidos de nuevo en la espiral de la violencia.

Hoy, Madre santa, traemos aquí, bajo tu mirada,
a tantas madres que, como te sucedió a ti, están adoloridas.
Las madres que lloran a sus hijos asesinados por la guerra y el terrorismo.
Las madres que los ven partir para viajes de desesperada esperanza.
Y también a las madres que buscan arrancarlos de los lazos de las dependencias
y que velan por ellos en una enfermedad larga y dura.

Hoy, María, te necesitamos como mujer,
para encomendarte a todas las mujeres que han sufrido violencia
y a las que aún son víctimas de ella,
en esta ciudad, en Italia y en todas partes del mundo.
Tú las conoces una a una, conoces sus rostros.
Enjuga, te rogamos, sus lágrimas y las de sus seres queridos.
Y ayúdanos a crear un camino de educación y purificación,
reconociendo y enfrentando la violencia anidada
en nuestros corazones y nuestras mentes
y pidiendo a Dios que nos libere de ella.

Sigue mostrándonos, oh Madre, el camino de la conversión,
porque no hay paz sin perdón
y no hay perdón sin arrepentimiento.
El mundo cambia si los corazones cambian;
y cada uno debe decir: a partir del mío.
Pero el corazón humano sólo Dios puede cambiarlo
con su gracia: esa en la que tú, María,
estás inmersa desde el primer instante.
La gracia de Jesucristo, nuestro Señor,
a quien tú engendraste en la carne,
que por nosotros murió y resucitó, y a quien tú siempre señalas.
Él es la salvación, para cada hombre y para el mundo.
¡Ven, Señor Jesús!
¡Venga tu reino de amor, de justicia y de paz!
Amén.

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