NINGUNA GUERRA VALE LA PÉRDIDA DE UN SER HUMANO: MENSAJE DEL PAPA A LOS PARTICIPANTES EN EL FORO POR LA PAZ DE PARÍS (10/11/2023)

Mientras los misiles y los atentados en los diversos teatros de conflicto no dan tregua a la necesidad de la paz, el Papa Francisco, por su parte, no da tregua a la guerra. Los llamados a las conciencias se suceden prácticamente a diario e incluso hoy, 10 de noviembre, en un mensaje firmado por el Cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin, reitera los puntos de su magisterio, dirigido para la ocasión a los participantes en el Foro por la Paz de París, que se celebra hoy y mañana, quienes a través de debates y paneles sobre diferentes temas discuten sobre un pensamiento de fondo muy preciso: el de la “búsqueda de un terreno común en un mundo de rivalidades”. Compartimos a continuación el texto del mensaje, traducido del inglés:

En ocasión del Sexto Foro por la Paz de París, Su Santidad el Papa Francisco se complace en unirse a ustedes con este mensaje de ánimo, en la esperanza de que este encuentro – cuyo propósito es el de fortalecer el diálogo entre todos los continentes para promover la cooperación internacional y el diálogo – pueda contribuir en la construcción de un mundo más justo, unido y pacífico.

Este año, el Foro se realiza en un contexto global extremadamente doloroso. Mientras observamos impotentes cómo los conflictos armados se multiplican, trayendo con ellos sufrimiento, injusticia y daños – algunos de ellos irreversibles – a nuestra casa común, el Papa quiere que este Foro sea un signo de esperanza. Espera que los compromisos adquiridos impulsarán el diálogo sincero, basado en la escucha del clamor de los que sufren como resultado del terrorismo, la violencia en general y las guerras, todos ellos flagelos que benefician sólo a ciertos grupos alimentando sus intereses particulares, desafortunadamente a menudo disfrazados con nobles intenciones.

La construcción de la paz es un proceso lento, paciente, que requiere la valentía y el compromiso práctico de toda la gente de bien que se preocupa por el presente y el futuro de la humanidad y el planeta. La paz duradera se construye día a día, a través del reconocimiento, respeto y promoción de la dignidad de la persona humana y de sus derechos fundamentales, entre los cuales la Santa Sede reconoce particularmente el derecho humano a la paz, que es una condición para el ejercicio de todos los demás derechos humanos.

En el año que marca el 75º aniversario de la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, debemos admitir que, para millones de personas en todos los continentes, la brecha persistente entre los compromisos solemnes hechos el 10 de diciembre de 1948 y la realidad, aún debe ser superada, y en algunos casos con gran urgencia. ¿Cuántas personas, incluyendo niños, son privadas del derecho fundamental y primario a la vida y a la integridad física y mental como resultado de las hostilidades entre distintos grupos o distintos países? ¿Cuánta gente es privada de los derechos más básicos como resultado de conflictos, como el derecho a beber agua y a un alimento saludable, pero también el derecho a la libertad religiosa, a la salud, a una vivienda decente, a educación de calidad y trabajo digno? ¿Cuántos niños son forzados a participar, directa o indirectamente, en la lucha, y a llevar las cicatrices físicas, psicológicas y espirituales por el resto de sus vidas?

Mientras que reafirmamos el derecho inalienable a la autodefensa y la responsabilidad de proteger a aquellos cuyas vidas son amenazadas, debemos reconocer que la guerra siempre es una “derrota de humanidad” (Audiencia General, 23 de marzo 2022). Ninguna guerra vale las lágrimas de una madre que ha visto a su hijo mutilado o asesinado; ninguna guerra vale la pérdida de vida ni siquiera de un ser humano, un ser sagrado creado a imagen y semejanza del Creador; ninguna guerra vale el envenenamiento de nuestra casa común; y ninguna guerra vale la desesperación de aquellos que son forzados a dejar su patria y son privados, de un momento a otro, de su casa y toda su familia, amistades, vínculos sociales y culturales que han construido, a veces por generaciones.

La paz se construye no con armas, sino a través de la escucha paciente, el diálogo y la cooperación, que siguen siendo los únicos medios dignos de la persona humana para resolver diferencias. El Santo Padre desea reiterar el incesante llamado de la Santa Sede para que las armas sean silenciadas, para que la producción y el comercio de estos instrumentos de muerte y destrucción sean repensadas, y para que el camino de un desarme gradual pero completo se busque de manera decidida, para que las razones de la paz puedan finalmente ser escuchadas fuerte y claro.

Agradeciéndoles por su atención, el Papa Francisco desea que sus discusiones sean ricas y fructíferas, y que les permitan escuchar y encontrarse unos a otros en la riqueza de su diversidad, para que la cultura de la paz pueda crecer y dar frutos tangibles de fraternidad.

Cardenal Pietro Parolin
Secretario de Estado de Su Santidad

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