LA MUJER CONTEMPLATIVA DA A LA IGLESIA LECCIONES DE SILENCIO, MISIÓN Y MÍSTICA: PALABRAS DEL PAPA A PARTICIPANTES EN CONGRESO SOBRE MARÍA DE ÁGREDA (16/11/2023)

La Pontificia Academia Mariana Internacional organizó un Congreso Internacional en torno a María de Jesús de Ágreda, un evento que se celebra en el marco de la cátedra de Santa Beatriz de Silva, de la Orden de la Inmaculada Concepción. El Papa Francisco recibió en la Sala del Consistorio, este 16 de noviembre, a los participantes en dicho Congreso. “Una mujer excepcional definida enamorada de la Escritura, mística mariana y evangelizadora de América”, dijo el Santo Padre sobre la Venerable María de Jesús de Ágreda en su mensaje cuyo texto compartimos a continuación, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas:

Les doy la bienvenida y me agrada poder recibirlos con ocasión del Congreso Internacional sobre la Venerable María de Jesús de Ágreda, un evento que se celebra en el ámbito de la cátedra de Santa Beatriz de Silva, la fundadora de ustedes [de las Concepcionistas franciscanas], que está un poco olvidada. Esta cátedra, instituida por la Pontificia Academia Mariana Internacional, es una hermosa iniciativa, no sólo por lo que representa para el estudio del misterio de la Inmaculada Concepción, sino también por nacer bajo el impulso de una Orden contemplativa femenina. Me alegra por ello poder saludar a las Madres Concepcionistas – ¡que en Argentina están! – que han venido aquí para la ocasión.

La Madre Ágreda fue una mujer excepcional, que ustedes han querido definir como “enamorada de la Escritura”, “mística mariana” y “evangelizadora de América”. Estos títulos me hicieron reflexionar sobre las tres lecciones que la mujer contemplativa puede dar a la Iglesia. La primera lección se refiere al silencio, la actitud de escucha, para acoger en el corazón la voz del Amado, Palabra eterna del Padre. Y es una actitud de todos, pero especialmente femenina: la mujer sabe escuchar y tiene una especial vocación para la escucha. Sorprende como, incluso sin una formación específica, algunas hermanas religiosas hayan alcanzado un notable conocimiento de la Escritura y, en la escuela de la oración, hayan bebido de ella como de una fuente viva. Por eso, llamarlas “enamoradas” de la Escritura es una expresión que va más allá del elogio de su uso en sus escritos, es ver a Cristo mismo que les habla y nos habla a través de su Palabra, pidiéndonos que, a ejemplo de María, conservemos todo en nuestro corazón (cf. Lc 2, 51).

La segunda lección es la mística, es decir una relación con Dios que nace de esta actitud de escucha, de esta lectura encarnada de la Sagrada Escritura. Una experiencia, podemos decir, extática, sí, pero entendiendo por “éxtasis” el salir de sí mismos, salir de nuestras comodidades, del yo egoísta que busca siempre dominarnos. Se trata de hacer espacio a Dios, para que, dóciles al Espíritu Santo, el “superintendente” del Rey, podamos recibirlo en nuestra casa. Ese es el ejemplo de María, que lo acogió en su Corazón Inmaculado antes que en su seno virginal. En este sentido, los contemplativos nos enseñan, a través de un camino de ascesis, abandono y fidelidad, el gozo de vivir sólo para Él. Y a veces la contemplación se hace en silencio, delante del Señor, en silencio. Y en este mundo que siempre está lleno de cosas, de palabras, de noticias, toda una industria de la comunicación externa, la comunicación interior, en silencio, es muy necesaria.

La tercera lección es la misión. La Madre Ágreda y las religiosas concepcionistas, que fueron las primeras claustrales en llegar a América – no sé si llegaron con Cristóbal Colón, pero por allí más o menos –, nos dan prueba de este espíritu misionero de la vida contemplativa, que más tarde pondrá en relieve Santa Teresa del Niño Jesús. No es casual que otra gran mística, Santa Rosa de Lima, sea la primera santa del continente.

Es comprensible que la Madre Ágreda sintiera el llamado del Señor a orar por aquellas almas que aún no lo conocían, y que esta oración fuese fecunda en el alma de aquellos que, al decir de los misioneros, estaban bien dispuestos para recibir el bautismo. Usualmente no somos conscientes de la fuerza de la oración de intercesión en nuestra vida, como se dice que los indios lo fueron por la intervención de la Madre Ágreda. Pero, como nos enseña María en las bodas de Caná, también nosotros podemos reconocer de dónde viene el vino nuevo a través de los que nos sostienen con su oración y nos edifican con su ejemplo. No olviden el gran gesto de María, que nos lo revela en las bodas de Caná. María nunca se señala a sí misma, María señala al Hijo: “¡Hagan lo que Él les diga!”. Ella nos conduce a Jesús, lo engendra en nosotros. Y esa actitud tan hermosa tenemos que imitarla nosotros, señalando a nuestra vez al Señor.

Y ahora pidamos la bendición.

Comentarios