LOS CRISTIANOS CREÍBLES HACEN LO QUE DICEN Y CUIDAN SU VIDA INTERIOR: ÁNGELUS DEL 05/11/2023

Para ser “cristianos coherentes y creíbles”, procuremos “practicar lo que predicamos” sin tener “un doble corazón” y no nos preocupemos sólo “por mostrarnos impecables en lo exterior”, sino cuidemos “nuestra vida interior con sinceridad de corazón”. Esta fue la invitación que el Papa Francisco dirigió a todos, este 5 de noviembre, al comentar, antes de la oración del Ángelus, el pasaje evangélico de San Mateo (23, 1-12), propuesto para la liturgia de hoy, sobre las palabras de Jesús a los escribas y fariseos “que dicen y no hacen” y que “todas sus obras las hacen para ser admirados por la gente”. Compartimos a continuación, el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el Evangelio de la Liturgia de hoy escuchamos algunas palabras de Jesús que se refieren a los escribas y a los fariseos, es decir a los líderes religiosos del pueblo. Respecto a estas autoridades, Jesús usa palabras muy severas, «porque dicen y no hacen» (Mt 23, 3) y «todas sus obras las hacen para ser admirados por la gente» (v. 5). Esto es lo que dice Jesús: dicen y no hacen y todo lo que hacen lo hacen para aparentar.

Detengámonos entonces en estos dos aspectos: la distancia entre el decir y el hacer y la primacía del exterior sobre el interior.

La distancia entre el decir y el hacer. A estos maestros de Israel, que pretenden enseñar a los demás la Palabra de Dios y ser respetados como autoridades del Templo, Jesús cuestiona la duplicidad de su vida: predican una cosa, pero después viven otra. Estas palabras de Jesús recuerdan a las de los profetas, en particular las de Isaías: «Este pueblo se acerca a mí con su boca y me honra con sus labios, mientras que su corazón está lejos de mí» (Is 29, 13). Este es el peligro sobre el que hay que vigilar: la duplicidad del corazón. También nosotros tenemos este peligro: esta duplicidad del corazón que pone en riesgo la autenticidad de nuestro testimonio y también nuestra credibilidad como personas y como cristianos.

Todos nosotros experimentamos, por nuestra fragilidad, una cierta distancia entre el decir y el hacer; pero otra cosa, en cambio, es tener el corazón doble, vivir con “un pie en dos zapatos” sin que eso nos cause problema. Especialmente cuando estamos llamados – en la vida, en la sociedad o en la Iglesia – a desempeñar un rol de responsabilidad, recordemos esto: ¡no a la duplicidad! Para un sacerdote, un agente de pastoral, un político, un profesor o un padre de familia, vale siempre esta regla: esto que dices, esto que predicas a los demás, comprométete tú en vivirlo primero. Para ser maestros con autoridad es necesario ser primero testigos creíbles.

El segundo aspecto viene como consecuencia: la primacía del exterior sobre el interior. De hecho, viviendo en la duplicidad, los escribas y los fariseos están preocupados por tener que esconder su incoherencia para salvar su reputación exterior. De hecho, si la gente supiera qué hay realmente en su corazón, se avergonzarían, perdiendo toda su credibilidad. Y entonces realizan obras para aparentar ser justos, para “salvar las apariencias”, como se dice. El maquillaje es muy común: maquillan la cara, maquillan la vida, maquillan el corazón. Esta gente “maquillada” no sabe vivir la verdad. Y muchas veces también nosotros tenemos esta tentación de la duplicidad.

Hermanos y hermanas, aceptando esta advertencia de Jesús preguntémonos también nosotros: ¿tratamos de practicar lo que predicamos, o vivimos en la duplicidad? ¿Decimos una cosa y hacemos otra? ¿Estamos preocupados sólo por mostrarnos impecables en lo exterior, maquillados, o cuidamos de nuestra vida interior en la sinceridad del corazón?

Dirijámonos a la Virgen Santa: que Ella que vivió con integridad y humildad de corazón según la voluntad de Dios, nos ayude a volvernos testigos creíbles del Evangelio.

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