EDUQUEN CON LIBERTAD SIN CONTRADECIR LOS PROPIOS VALORES: PALABRAS DEL PAPA A PARTICIPANTES EN LA ASAMBLEA DE LA ASOCIACIÓN EUROPEA DE PADRES DE FAMILIA (11/11/2023)

Reunido este 11 de noviembre en la Sala del Consistorio con los participantes en la Asamblea General de Asociación Europea de Padres de Familia, el Pontífice les exhortó a cuidar a sus hijos y al mismo tiempo “estimularlos para que maduren y sean autónomos”, sin imponerles expectativas. Invitó a “transmitir una formación positiva para la afectividad y la sexualidad”, defendiéndolos de “amenazas” como el bullying, el alcohol, la pornografía, los videojuegos violentos, las drogas. Reproducimos a continuación las palabras del Santo Padre, traducidas del italiano:

Queridos amigos, buenos días:

Estoy contento de encontrarlos en ocasión de su asamblea, para la cual deseo los mejores frutos, y esto me ofrece la oportunidad de compartir con ustedes algunas reflexiones acerca de la vocación y la misión de los padres de familia.

Convertirse en padres es una de las alegrías más grandes de la vida. Suscita nuevas energías, impulso y entusiasmo en las parejas. Pero de inmediato se encuentran ante tareas educativas para las cuales a menudo se encuentran no preparados. Por ejemplo: atender con amor a los hijos y al mismo tiempo estimularlos a madurar y volverse autónomos; ayudarlos a adquirir hábitos sanos y buenos estilos de vida, en el respeto a su personalidad y sus dones, sin imponer nuestras expectativas; ayudarlos a enfrentar serenamente el camino escolar. O todavía más: transmitirles una positiva formación para la afectividad y la sexualidad; defenderlos de amenazas como el bullying, el alcohol, el tabaquismo, la pornografía, los videojuegos violentos, los juegos de azar, la droga, etcétera.

Por ello son muy importantes las redes de apoyo para padres, como sus asociaciones. A través de compartir experiencias y caminos formativos, estas ayudan a los padres a estar más preparados y sobre todo a no sentirse solos y no desanimarse.

La misión educativa de los padres no es ciertamente favorecida hoy por el contexto cultural, al menos en Europa. Esto, de hecho, está marcado por el subjetivismo ético y por un materialismo práctico. La dignidad de la persona humana siempre es afirmada, pero a veces, de hecho, no es respetada. Los padres de familia se dan cuenta muy rápidamente de que sus hijos están inmersos en esta atmósfera cultural. Lo que ellos “respiran”, lo que ellos absorben de los medios de comunicación se encuentra a menudo en contraste con lo que hasta hace pocas décadas era considerado “normal” pero que ahora parece ya no serlo. Por eso los padres de familia se encuentran cada día teniendo que mostrar a sus hijos la bondad y la racionalidad de opciones y valores que no pueden darse por descontados, como por ejemplo el valor mismo del matrimonio y la familia, o la opción de aceptar a los hijos como don de Dios. Y eso no es fácil, porque se trata de realidades que se transmiten solo con el testimonio de la vida.

Ante estas dificultades, que pueden ser causa de desánimo, es necesario apoyarse mutuamente para encender en los padres de familia una “pasión” por la educación. Educar es humanizar, es volver al hombre plenamente hombre. Es verdad, la cultura ha cambiado, pero las exigencias del corazón humano conservan un núcleo inmutable que antes o después emerge también en los hijos. De ahí es necesario iniciar siempre. Dios mismo ha inscrito en nuestra naturaleza las exigencias irreprimibles de amor, de verdad, de belleza, de capacidad de relación y de donación, de apertura al tú del otro y de apertura al Tú trascendente. Estas exigencias del corazón son poderosos aliados de todo educador. Haciéndolas surgir, aprendiendo a escucharlas, también nuestros hijos no tendrán dificultad en ver el bien, el valor de las propuestas educativas de sus padres.

La tarea educativa puede considerarse alcanzada cuando los hijos descubren la positividad fundamental de su existencia, de su ser en el mundo y cuando, fuertes en esta convicción, enfrentan con confianza y valentía la aventura de la vida, convencidos de que también ellos tienen una misión que desempeñar, una misión en la cual encontrarán su realización y su felicidad.

Todo esto, queridos amigos, presupone el descubrimiento del gran amor de Dios por nosotros. Quien descubre que en la raíz del propio ser está el amor de Dios Padre reconoce también que la vida es buena, que haber nacido es un bien y que amar es un bien. Dios mismo ha hecho de mí un don bueno y yo mismo soy un don para mis seres queridos y para el mundo, y cada uno puede decir esto. Esta certeza ayuda a no vivir solamente de una en envilecedora tendencia “al ahorro”, en la continua preocupación por preservarme, por no involucrarme demasiado, por no ensuciarme las manos. Existen estas trampas... La vida en cambio se abre a toda su riqueza y belleza cuando se gasta, cuando se “pierde” por los demás y así se encuentra realmente, como Jesús nos enseñó. La vida se abre a toda su riqueza cuando se da, cuando se entrega. Esta es la gran tarea educativa de los padres de familia: formar personas libres y generosas que han conocido el amor de Dios y que entregan a manos llenas lo que saben que han recibido como don. Es un poco – digámoslo así – la transmisión de la gratuidad, que no es fácil de transmitir.

Y aquí se encuentran también las raíces de una sociedad sana. Por ello es importante que se reconozca a todos los niveles el papel social de los padres de familia. Educar a un hijo es una verdadera obra social, porque significa formarlo para la capacidad de relacionarse, para el respeto a los demás, para la cooperación en vista de un objetivo común, formarlo para la responsabilidad, para el sentido del deber, para el valor del sacrificio por el bien común. ¡Este es un hermoso trabajo! Todos son valores que hacen de un joven, de una joven, una persona confiable y leal, capaz de dar su contribución al trabajo, a la convivencia civil, a la solidaridad. De otro modo los hijos crecen como “islas”, desvinculados de los demás, incapaces de una visión común, acostumbrados a considerar sus propios deseos como valores absolutos: hijos caprichosos, pero esto a menudo ocurre cuando los padres son caprichosos. Y así la sociedad se deconstruye, se empobrece y se hace cada vez más débil e inhumana.

Por eso es necesario cuidar el derecho de los padres de familia a crecer y educar a sus hijos con libertad, sin ser obligados en ningún ámbito, particularmente en el escolar, a tener que aceptar programas educativos que contrasten con sus convicciones y valores. Este es un desafío muy grande en este momento.

La Iglesia es madre, la Iglesia camina al lado de los padres de familia y de las familias para sostenerlos en su tarea educativa. La Iglesia somos nosotros. En estos años estamos haciendo avanzar un “Pacto educativo global”, para consolidar el compromiso común con todas las instituciones que se ocupan de los jóvenes. Y al mismo tiempo también un “Pacto por la familia”, entre actores culturales, académicos, institucionales y pastorales, para poner al centro a la familia y sus relaciones: hombre-mujer, padres-hijos, vínculos fraternos. La intención es la de superar algunas “fracturas” que actualmente debilitan los procesos educativos: la fractura entre educación y trascendencia, la fractura en las relaciones interpersonales, la fractura que aleja a la sociedad de la familia creando desigualdades y nuevas pobrezas.

Queridos amigos, los animo a seguir adelante con esperanza en su compromiso – también con valentía, se requiere valentía hoy –, buscando siempre inspiración y apoyo en los testimonios evangélicos de los santos padres María y José. Los bendigo de corazón. Y como siempre deben pagar la entrada ¡y orar por el Papa! Lo necesito. Gracias.

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