HACER EL BIEN CON HUMILDAD PARA QUE DIOS SE MANIFIESTE Y TODOS LLEGUEN A ÉL: PALABRAS DEL PAPA A LA FRATERNIDAD APOSTÓLICA DE LA MISERICORDIA (06/11/2023)

Un comedor diario para los pobres, talleres de artesanía, servicios de recuperación escolar, espacios de diálogo para familias en dificultad: con estas iniciativas, en Gela, la Fraternidad Apostólica de la Misericordia y la Pequeña Casa de la Misericordia buscan “abrazar en la caridad a todas las personas y a toda la persona, respondiendo a múltiples necesidades”. Así lo subrayó el Papa Francisco, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, al encontrarse la mañana de este 6 de noviembre con el nutrido grupo de peregrinos sicilianos, llegados a Roma para celebrar dos aniversarios: los 25 años de la Fraternidad y los 10 años de esa “casa” nacida de una idea suya, sugerida en 2013 a un joven sacerdote de Piazza Armerina – el padre Pasqualino Di Dio – que le había hablado de la realidad social de su Diócesis y de las dificultades de muchas familias. Transcribimos a continuación las palabras pronunciadas por el Papa, traducidas del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, bienvenidos:

Estoy contento de encontrarlos en ocasión del vigésimo quinto aniversario de la Fraternidad Apostólica de la Misericordia y en el décimo de la Pequeña Casa de la Misericordia de Gela. Saludo al Obispo de Piazza Armerina, Monseñor Rosario Gisana: bueno, este Obispo, muy bueno. Fue perseguido, calumniado, y él firme, siempre, justo, hombre justo. Por eso, ese día que fui a Palermo, quise detenerme primero en Piazza Armerina, para saludarlo; es un buen Obispo. Saludo a los presbíteros y diáconos presentes, a las Hermanas de María Inmaculada, a los miembros de la Fraternidad y de la cooperativa “Raphael”, a los voluntarios y las personas acogidas, a los jóvenes y fieles. Y también al padre [Pasqualino] di Dio… ¿Quién es, el padre di Dio [de Dios]? ¡Dale gracias a Dios de no llamarte “del diavolo” [del diablo]!

Han venido aquí como una gran familia, En la que cada uno tiene dones y tareas distintas y complementarias; y esta rica variedad habla por sí misma del camino a través del cual, en estos años, han desarrollado un proyecto de bien articulado y concreto. Partiendo de situaciones difíciles, han intentado abrazar en la caridad a todas las personas y a toda la persona, enfrentando múltiples exigencias y promoviendo distintas iniciativas: desde el comedor cotidiano para los pobres hasta los laboratorios artesanales, desde los servicios de recuperación escolar hasta los espacios de diálogo para familias en dificultad. Se ve que hay movimiento ahí, y eso es hermoso; se ve que se han dejado provocar e inquietar por las necesidades de los hermanos y hermanas que Dios ha puesto en su camino, especialmente de los últimos, de los más necesitados: ¡son tantos! Frente a ellos no han “pasado de largo”, sino que se han detenido, haciéndose cercanos y cuidando de ellos (cf. Lc 10, 25-37), con creatividad, valentía y generosidad, como el buen samaritano que no pasó de largo, y eso es hermoso.

Los animo a continuar con todo esto. Y al mismo tiempo quiero también invitarlos a cultivar y reforzar cada vez más el fundamento que desde el principio le ha dado solidez y fuerza a toda su obra: la espiritualidad de la Misericordia y del Único Pan. Ésta quiere que sean humildes discípulos del Cristo eucarístico y reveladores con Él del rostro del Padre (cf. Jn 14, 8), precisamente como pidió San Juan Pablo II, en cuyas enseñanzas se inspiran (cf. Carta enc. Dives in misericordia, 1). Revelar, en el servicio y en el don de sí mismos, la ternura del rostro del Padre: queridos hermanos y hermanas, en las muchas ocupaciones en que cada día se gastan, no olviden nunca que éste es el sentido último de su actuar y de su vocación primaria. Imiten a Dios que es cercano, compasivo y tierno; sean también ustedes cercanos a la gente, compasivos, con mucha compasión y con ternura. Hace falta ternura en la Iglesia.

Hagan todo con un solo deseo: que las personas que los encuentran lleguen a conocerlo a Él. Busquen, al hacer el bien, desaparecer, con humildad, para que en aquello que hacen aparezca el Señor solamente y todos lleguen a Él. Santa Faustina Kowalska, otra inspiradora de su obra, decía que un alma humilde influye en la suerte de todo el mundo (cf. Diario, IV cuaderno, 29.IX. 37), y eso porque la humildad nos hace cercanos a Dios y a los hermanos, capaces de una caridad delicada, discreta y silenciosa que hace noble el dar, fácil el recibir y natural el compartir.

Tengan siempre por ello, hacia las personas que el Señor les confía, un trato reservado y gentil, y un estilo de ocultamiento, como esos padres de familia, o amigos, o hermanos y hermanas cuya presencia, ahí donde se necesita, es tan espontánea y “normal” qué pasa casi sin ser observada. Estar sin hacerse ver: eso no es fácil, también eso es santidad. Por lo demás Dios nos ama de esta manera: ¡con humilde magnanimidad, instante a instante, entregándonos todo sin pretender nada a cambio!

Ahí están entonces dos actitudes importantes con las cuales les animo a seguir su camino: una santa inquietud creativa –como los niños, siempre inquietos – y mucha humildad, para estar listos y ser concretos en la respuesta a las necesidades de los hermanos y, al mismo tiempo, para llevar a todos a un encuentro personal con el rostro misericordioso del Padre. ¡Sigan así! Y les pido, no se olviden de orar por mí. Gracias.

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