LAS MARAVILLAS FLORECEN A PARTIR DE LAS DIFERENCIAS, NO DE LA UNIFORMIDAD: PALABRAS DEL PAPA A CAPELLANES Y ENCARGADOS DE PASTORAL UNIVERSITARIA (24/11/2023)

Reunido en el Aula del Consistorio, este 24 de noviembre, con unos doscientos participantes en el encuentro de capellanes y responsables de Pastoral Universitaria promovido por el Dicasterio para la Cultura y la Educación sobre el tema “Hacia una visión poliédrica”, el Obispo de Roma volvió a reflexionar sobre las características de este sólido geométrico que “refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él mantienen su originalidad”. “El Evangelio – dijo el Santo Padre – se encarna permitiendo que su carácter coral resuene de diferentes maneras”. Compartimos a continuación el texto de su discurso, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días:

Los saludo a todos ustedes: al Cardenal Tolentino con los demás Superiores y Oficiales del Dicasterio para la Cultura y la Educación, saludo a los capellanes y responsables de la Pastoral Universitaria. Es hermoso que estén aquí, en ocasión del Congreso que han organizado. Su presencia transmite el eco de la voz de estudiantes, de docentes de distintas disciplinas, de quienes, también con el trabajo más oculto, contribuyen al buen funcionamiento de sus instituciones formativas, de cultura, de las Iglesias locales, de los pueblos, abrazando también a los muchos jóvenes para los cuales el derecho al estudio representa todavía – desafortunadamente – un privilegio inaccesible, como los más pobres y los refugiados.

Para sus trabajos eligieron el tema “Hacia una visión poliédrica”. A mí me gusta mucho la figura del poliedro, porque dice mucho; sepan que esta imagen me es muy querida: la he usado desde el inicio del pontificado, cuando dije que la pastoral no debe asumir como «modelo la esfera […] dondecada.es equidistante del centro y no hay diferencias entre un punto y el otro», sino «el poliedro, que refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él mantienen su originalidad» (Exhort. ap. Evangelii Gaudium, 236). El Evangelio se encarna así, permitiendo su carácter coral resonar de manera distinta en las vidas de las personas, como una única melodía capaz de expresarse con timbres distintos. En este sentido quisiera confiarles tres actitudes que creo importantes para su servicio: apreciar las diferencias, acompañar con cuidado y actuar con valentía.

Apreciar las diferencias. El poliedro no es una figura geométrica fácil. A diferencia de la esfera, que es lisa y cómoda para manejar, es anguloso y, también cortante: tiene un algo de chocante, precisamente como la realidad, a veces. Sin embargo, precisamente esta complejidad está en la base de su belleza, por qué le permite reverberar la luz con tonalidades y matices distintos, según el ángulo de cada cara. Una cara devuelve una luz nítida; otra más difuminada; otra incluso un claroscuro. No sólo eso: con sus múltiples caras un poliedro puede producir también una diversificada proyección de sombras. Tener una visión poliédrica, entonces, implica entrenar los ojos para captar y apreciar todos estos matices. Por lo demás, el origen mismo de los maravillosos poliedros del mundo mineral, como los cristales de cuarzo, es el resultado de una larguísima historia, marcada por complejos procesos geológicos que duran centenares de millones de años. Este estilo paciente, acogedor y creativo recuerda el modo de actuar de Dios que, como recuerda el profeta Isaías, crea al sol resplandeciente, pero no desprecia la luz insegura de «una mecha con la flama casi apagada» (Is 42, 3). Fuera de la metáfora, en el servicio formativo, acoger con ánimo paternal y maternal a las personas, las luces y las sombras, las sombras presentes en ellos y en sus situaciones, es ya una misión: facilita el crecimiento de lo que Dios ha sembrado dentro de cada uno de manera única e irrepetible. Cada persona debe ser acogida como es y de ahí comienza el diálogo; de ahí el camino; de ahí el progreso.

Llegamos así al segundo punto: acompañar con cuidado. Creer en la virtualidad de la semilla de Dios implica cuidar aquello que crece en silencio y que se manifiesta en los pensamientos, en los deseos y afectos, incluso a veces descompuestos, de los jóvenes confiados a ustedes. No teman hacerse cargo de todo esto. Su actitud no debe ser de simple apologética, de pregunta y respuesta, de “no”: no teman hacerse cargo de esas realidades. Si en un sólido geométrico se quitan los ángulos y se borran las sombras, se le reduce a una figura plana, sin espesor y sin profundidad. Y hoy vemos corrientes ideológicas dentro de la Iglesia, donde la gente va y termina por reducirse a una figura “plana”, sin matices... Pero si a una persona se le valora con sabiduría por lo que es, se puede hacer con ella una obra de arte. El Señor nos enseña precisamente este arte del cuidado: Él, que desde la oscuridad del caos creó El Mundo y que desde la noche de la muerte resucitó a la vida, nos enseña a extraer lo mejor de las criaturas partiendo de cuidar lo que en ellas es más frágil e imperfecto. Por ello, ante los desafíos formativos que encuentran cada día, en contacto con personas, culturas, situaciones, afectos y pensamientos tan distintos y a veces problemáticos, no se desanimen; cuiden de ellos, sin buscar resultados inmediatos, pero con la esperanza cierta de que, cuando se acompaña a los jóvenes con la cercanía y cuando se ora por ellos, florecen maravillas. Pero no florecen a partir de la uniformidad: florecen precisamente a partir de las diferencias, que son su riqueza.

Llegamos así al tercer punto: actuar con valentía. Queridos amigos, alimentar la alegría del Evangelio en el ambiente universitario es una aventura; sí, que entusiasma, pero también exigente: requiere valentía. Y esta es la virtud que se pone al inicio de cualquier empresa, desde el fiat lux de la creación hasta el fiat de María hasta el más pequeño “sí” de nuestra cotidianeidad; incluso sobre los barrancos más profundos, como los del miedo, la indecisión y las coartadas paralizantes que inhiben la acción y alimentan la falta de compromiso. Hemos escuchado en la parábola “del siervo infiel”, que no invierte el capital que el señor le había dado y lo entierra para no correr riesgos: lo peor para un educador es no arriesgar. Cuando no se arriesga no hay fecundidad: esa es una regla. Cuando en el esfuerzo de un alma irrumpe una decisión que crea algo nuevo, rebelándose a la inercia de una conciencia demasiado calculadora, eso es valentía; la valentía que no ama los adornos, ni mentales ni emotivos, sino que llega al punto mirando lo necesario, dejando que se pierda todo cuanto puede debilitar la fuerza de impulso de la decisión inicial. Es la valentía de los primeros discípulos, es la virtud de los «pobres de espíritu» (Mt 5, 3), de aquellos que, sabiéndose necesitados de misericordia, bendigan la gracia sin miedo y en su indigencia aman soñar en grande. Soñar en grande: los jóvenes deben soñar y ustedes deben hacer lo posible por soñar, aspirando a las proporciones de Cristo: a la altura, la anchura y la profundidad de su amor (cf. Ef 3, 17-19). Les deseo que cultiven siempre, en la vida y el ministerio, la confianza audaz de quien cree. ¿Y quién es Aquel que nos da la valentía para seguir adelante? El Espíritu Santo, el “Gran escondido” en la Iglesia. Pero es Él quien nos da la fuerza, la valentía: hay que pedir al Espíritu que nos dé esta valentía.

Y antes de concluir quisiera decirles otro motivo de alegría que me acompaña en este encuentro. Me han dicho que algunos de ustedes, personalmente o a través de las Universidades a las que pertenecen, contribuyeron económicamente, para que también quien tenía menos posibilidad pudiera participar en este Congreso. Gracias, es hermoso. Es hermoso que gestos similares se vuelvan cada vez más una parte habitual de su estilo de acción: actuar de manera que quien puede ayude a quien se encuentra en dificultad, con ese pudor que tiene la limosna cristiana. Un cristiano, cuando da, siempre cuida el pudor: da de manera oculta, da con delicadeza, sin ofender. Conserven esta grandeza de ánimo al dar, pero también el pudor en la manera de hacerlo. Eso es muy hermoso, recordando que todos, siempre, necesitamos unos de otros y que entonces todos, siempre, tenemos algo valioso que dar. Les agradezco por su presencia, salúdenme por favor a los y las estudiantes que les son encomendados, a las autoridades académicas, al personal de sus Universidades y a las Iglesias de las que provienen. Les acompaño con la oración y les pido también a ustedes que no se olviden de orar por mí. Gracias.

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