IMPLOREMOS EL DON DE LA PAZ Y LA GRACIA DE SER TESTIGOS DEL SEÑOR RESUCITADO: REGINA COELI DEL 18/05/2025

Al finalizar la Santa Misa de inicio del ministerio petrino de León XIV, el Santo Padre dirigió unas palabras de agradecimiento a todos los presentes y realizó un fuerte llamado por la paz en Tierra Santa, en Myanmar y en Ucrania, encomendándose a María en su ministerio y pidiéndole a ella su intercesión para lograr la paz tan deseada. Transcribimos a continuación el breve texto de su alocución, traducida del italiano:

Al final de esta celebración, saludo y agradezco a todos ustedes, romanos y fieles de tantas partes del mundo, que han querido participar.

Expreso en particular mi gratitud a las delegaciones oficiales de numerosos países, así como a los representantes de las Iglesias y Comunidades eclesiales y de otras religiones.

Dirijo un caluroso saludo a los miles de peregrinos reunidos de todos los continentes con ocasión del Jubileo de las Cofradías. Queridos hermanos, les agradezco porque mantienen vivo el gran patrimonio de la piedad popular.

Durante la Misa sentí fuertemente la presencia espiritual del Papa Francisco, que desde el Cielo nos acompaña. En esta dimensión de comunión de los santos recuerdo que ayer en Chambéry, Francia, fue beatificado el sacerdote Camille Costa de Beauregard, que vivió entre finales del siglo XIX y principios del XX, testigo de una gran caridad pastoral.

En la alegría de la fe y de la comunión no podemos olvidar a los hermanos y hermanas que sufren a causa de las guerras. En Gaza, los niños, las familias, los ancianos sobrevivientes son reducidos al hambre. En Myanmar, nuevas hostilidades han destruido jóvenes vidas inocentes. La martirizada Ucrania espera por fin negociaciones para una paz justa y duradera.

Por eso, mientras encomendamos a María el servicio del Obispo de Roma, Pastor de la Iglesia universal, desde la “barca de Pedro” mirémosla a Ella, Estrella del mar, Madre del Buen Consejo, como signo de esperanza. Imploremos por su intercesión el don de la paz, el auxilio y el consuelo para los que sufren, la gracia, para todos nosotros, de ser testigos del Señor Resucitado.

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