DIGAMOS «NO» A LA GUERRA, AL REARME Y A LA ECONOMÍA QUE EMPOBRECE: PALABRAS DE LEÓN XIV A DELEGACIONES ECUMÉNICAS Y DE OTRAS RELIGIONES (19/05/2025)
Queridos hermanos y hermanas:
Con gran alegría les dirijo mi cordial saludo a todos ustedes, representantes de otras Iglesias y Comunidades eclesiales, así como también a los de otras religiones, que han querido participar en la celebración inaugural de mi ministerio como Obispo de Roma y Sucesor de Pedro. Al expresar mi afecto fraterno a Su Santidad Bartolomé, a Su Beatitud Teófilo III y a Su Santidad Mar Awa III, a cada uno de ustedes les estoy sinceramente agradecido: su presencia y su oración son para mí de gran consuelo y aliento.
Uno de los puntos fuertes del pontificado del Papa Francisco fue el de la fraternidad universal. Sobre esto el Espíritu Santo verdaderamente lo “impulsó” a avanzar con grandes pasos hacia las aperturas e iniciativas que ya habían emprendido Pontífices precedentes, sobre todo a partir de San Juan XXIII. El Papa de la Fratelli tutti promovió tanto el camino ecuménico como el diálogo interreligioso, y lo hizo sobre todo cultivando las relaciones interpersonales de modo que, sin quitar nada a los vínculos eclesiales, se valorara siempre el rasgo humano del encuentro. Que Dios nos ayude a atesorar su testimonio.
Mi elección ha ocurrido mientras se conmemora el 1700º aniversario del Primer Concilio Ecuménico de Nicea. Ese Concilio representa una etapa fundamental para la elaboración del Credo compartido por todas las Iglesias y Comunidades eclesiales. Mientras estamos en camino hacia el restablecimiento de la plena comunión entre todos los cristianos, reconocemos que esta unidad no puede ser más que unidad en la fe. Como Obispo de Roma, considero uno de mis deberes prioritarios la búsqueda del restablecimiento de la plena y visible comunión entre todos aquellos que profesan la misma fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En realidad, la de la unidad ha sido siempre una constante preocupación mía, como atestigua el lema que elegí para mi ministerio episcopal: In Illo uno unum, una expresión de San Agustín de Hipona que recuerda cómo también nosotros, aun siendo muchos, «en Aquel único – o sea Cristo –, somos uno» (Enarr. in Ps., 127, 3). Nuestra comunión se realiza, de hecho, en la medida que convergemos en el Señor Jesús. Cuanto más seamos fieles y obedientes a Él, más unidos estamos entre nosotros. Por eso, como cristianos, estamos todos llamados a orar y trabajar juntos para alcanzar paso a paso esta meta, que es y sigue siendo obra del Espíritu Santo.
Consciente, además, de que sinodalidad y ecumenismo están estrechamente relacionados, deseo asegurar mi intención de proseguir el compromiso del Papa Francisco en la promoción del carácter sinodal de la Iglesia Católica y en el desarrollo de formas nuevas y concretas para una sinodalidad cada vez más intensa en el campo ecuménico.
Nuestro camino común puede y debe ser entendido también en un sentido amplio, que involucra a todos, en el espíritu de fraternidad humana al que me refería antes. Hoy es tiempo de dialogar y de construir puentes. Y por eso me alegra y reconozco la presencia de los representantes de otras tradiciones religiosas, que comparten la búsqueda de Dios y de su voluntad, que es siempre y solamente voluntad de amor y de vida para los hombres y mujeres y para todas las criaturas.
Ustedes han sido testigos de los notables esfuerzos realizados por el Papa Francisco en favor del diálogo interreligioso. A través de sus palabras y acciones, abrió nuevas perspectivas de encuentro, para promover «la cultura del diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento recíproco como método y criterio» (Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, Abu Dhabi, 4 de febrero 2019). Y agradezco al Dicasterio para el Diálogo Interreligioso por el papel esencial que desempeña en esta labor paciente de alentar los encuentros y los intercambios concretos, orientados a construir relaciones basadas en la fraternidad humana.
Deseo dirigir un saludo particular a los hermanos y hermanas judíos y musulmanes. Debido a las raíces judías del cristianismo, todos los cristianos tienen una relación particular con el judaísmo. La Declaración conciliar Nostra aetate (n. 4) subraya la grandeza del patrimonio espiritual común entre cristianos y judíos, alentando al conocimiento mutuo y a la estima. El diálogo teológico entre cristianos y judíos sigue siendo siempre importante y es muy importante para mí. Incluso en estos tiempos difíciles, marcados por conflictos y malentendidos, es necesario continuar con impulso este diálogo nuestro tan valioso.
Las relaciones entre la Iglesia Católica y los musulmanes han estado marcadas por un creciente compromiso con el diálogo y la fraternidad, favorecido por la estima hacia estos hermanos y hermanas «que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y omnipotente, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres» (ibid., 3). Este enfoque, basado en el respeto recíproco y en la libertad de conciencia, representa una base sólida para construir puentes entre nuestras comunidades.
A todos ustedes, representantes de las demás tradiciones religiosas, les expreso mi gratitud por su participación en este encuentro y por su contribución a la paz. En un mundo herido por la violencia y los conflictos, cada una de las comunidades aquí representadas aporta su contribución de sabiduría, de compasión, de compromiso con el bien de la humanidad y la salvaguarda de la casa común. Estoy convencido de que, si estamos unidos y libres de condicionamientos ideológicos y políticos, podremos ser eficaces al decir “no” a la guerra y “sí” a la paz, “no” a la carrera armamentista y “sí” al desarme, “no” a una economía que empobrece a los pueblos y a la tierra y “sí” al desarrollo integral.
El testimonio de nuestra fraternidad, que espero podamos manifestar con gestos concretos, sin duda contribuirá a edificar un mundo más pacífico, como lo desean de corazón todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Queridos amigos, gracias nuevamente por su cercanía. Invoquemos en nuestros corazones la bendición de Dios: que su infinita bondad y sabiduría nos ayude a vivir como hijos suyos y como hermanos y hermanas entre nosotros, para que crezca en el mundo la esperanza. Les agradezco de corazón.
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