DESARMEMOS LAS PALABRAS PARA DESARMAR LA TIERRA: PALABRAS DE LEÓN XIV A LOS PERIODISTAS (12/05/2025)

La primera audiencia del Papa León XIV en el Aula Paulo VI, este 12 de mayo por la mañana, fue a los representantes de los medios de comunicación que trabajaron durante el Cónclave y después del mismo, informando sobre lo acontecido en la elección del nuevo Sumo Pontífice. “Les agradezco el trabajo que han realizado y realizan en este tiempo, que para la Iglesia es esencialmente un tiempo de Gracia”, les dijo el Santo Padre al inicio de su discurso cuyo texto compartimos a continuación, traducido del italiano:

Buenos días, y muchas gracias por esta maravillosa acogida. Dicen que cuando se aplaude al comenzar, no importa mucho… Si todavía están despiertos al finalizar y aún quieren aplaudir, ¡muchas gracias!

Hermanos y hermanas:

Les doy la bienvenida a ustedes, representantes de los medios de comunicación de todo el mundo. Les agradezco el trabajo que han hecho y están haciendo en este tiempo, que para la Iglesia es esencialmente un tiempo de Gracia.

En el “Sermón de la montaña” Jesús proclamó: «Bienaventurados los que trabajan por la paz» (Mt 5, 9). Se trata de una Bienaventuranza que nos desafía a todos y que nos concierne de cerca, llamando a cada uno al compromiso de llevar a cabo una comunicación diferente, que no busca la aprobación a cualquier costo, no se reviste de palabras agresivas, no asume el modelo de la competencia, nunca separa la investigación de la verdad del amor con el que humildemente debemos buscarla. La paz comienza por cada uno de nosotros: en el modo en el que miramos a los demás, escuchamos a los demás, hablamos de los demás; y, en este sentido, el modo en que comunicamos es de fundamental importancia: debemos decir “no” a la guerra de las palabras y de las imágenes, debemos rechazar el paradigma de la guerra.

Permítanme entonces reiterar hoy la solidaridad de la Iglesia con los periodistas encarcelados por haber intentado contar la verdad, y con estas palabras también pedir la liberación de estos periodistas encarcelados. La Iglesia reconoce en estos testigos – pienso en aquellos que relatan la guerra incluso a costa de la vida – la valentía de quien defiende la dignidad, la justicia y el derecho de los pueblos a estar informados, porque sólo los pueblos informados pueden tomar decisiones libres. El sufrimiento de estos periodistas detenidos interpela la conciencia de las naciones y de la comunidad internacional, pidiéndonos a todos que custodiemos el bien precioso de la libertad de expresión y de prensa.

Gracias, queridos amigos, por su servicio a la verdad. Ustedes han estado en Roma durante estas semanas para informar sobre la Iglesia, su variedad y, junto a ella, su unidad. Han acompañado los ritos de la Semana Santa; después han relatado el dolor por la muerte del Papa Francisco, ocurrida sin embargo a la luz de la Pascua. Esa misma fe pascual nos ha introducido en el espíritu del cónclave, que los ha visto particularmente comprometidos en jornadas fatigosas y, también en esta ocasión, lograron narrar la belleza del amor de Cristo que nos une a todos y nos hace ser un único pueblo, guiado por el Buen Pastor.

Vivimos tiempos difíciles de recorrer y relatar, que representan un desafío para todos nosotros y de los que no debemos huir. Por el contrario, ellos nos piden a cada uno que, en nuestros distintos roles y servicios, nunca cedamos a la mediocridad. La Iglesia debe aceptar el desafío del tiempo y, del mismo modo, no pueden existir una comunicación y un periodismo fuera del tiempo y de la historia. Como nos recuerda San Agustín, que decía: «Vivamos bien y los tiempos serán buenos. Nosotros somos los tiempos» (cf. Sermón 80, 8).

Gracias, entonces, por todo lo que han hecho para abandonar los estereotipos y los lugares comunes, a través de los cuales leemos a menudo la vida cristiana y la misma vida de la Iglesia. Gracias, porque han logrado captar lo esencial de lo que somos y trasmitirlo a través de todos los medios al mundo entero.

Hoy, uno de los desafíos más importantes es el de promover una comunicación capaz de hacernos salir de la “torre de Babel” en la que a veces nos encontramos, de la confusión de lenguajes sin amor, frecuentemente ideológicos y facciosos. Por eso, su servicio, con las palabras que usan y el estilo que adoptan, es importante. La comunicación, de hecho, no es sólo trasmisión de informaciones, sino creación de una cultura, de ambientes humanos y digitales que se conviertan en espacios de diálogo y de discusión. Y, mirando la evolución tecnológica, esta misión se hace aún más necesaria. Pienso, en particular, en la inteligencia artificial con su potencial inmenso, que requiere, sin embargo, responsabilidad y discernimiento para orientar los instrumentos al bien de todos, de modo que puedan producir beneficios para la humanidad. Y esta responsabilidad nos concierne a todos, de acuerdo con la edad y los roles sociales.

Queridos amigos, aprenderemos con el tiempo a conocernos mejor. Hemos vivido – podemos decir que juntos – días verdaderamente especiales. Los hemos, los han compartido con todos los medios de comunicación: la televisión, la radio, la web y las redes sociales. Me gustaría mucho que cada uno de nosotros pudiera decir que ellos nos han revelado una pizca del misterio de nuestra humanidad, y que nos han dejado un deseo de amor y de paz. Por eso, les repito hoy a ustedes la invitación que hizo el Papa Francisco en su último mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: desarmemos la comunicación de cualquier prejuicio, rencor, fanatismo y odio; purifiquémosla de la agresividad. No sirve una comunicación estridente, de fuerza, sino más bien una comunicación capaz de escucha, de recoger la voz de los débiles que no tienen voz. Desarmemos las palabras y contribuiremos a desarmar la Tierra. Una comunicación desarmada y que desarme nos permite compartir una mirada distinta sobre el mundo y actuar de manera coherente con nuestra dignidad humana.

Ustedes están en primera línea para narrar los conflictos y las esperanzas de paz, las situaciones de injusticia y de pobreza, y el trabajo silencioso de muchos por un mundo mejor. Por eso les pido que elijan con sabiduría y valentía el camino de una comunicación de paz.

Gracias a todos ustedes. Que Dios los bendiga.

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