RENOVARSE, FUNDADOS EN LO ANTIGUO: PALABRAS DEL PAPA A PARTICIPANTES EN LA PEREGRINACIÓN DE LA FAMILIA TEATINA (14/09/2024)

En la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco se encontró, este 14 de septiembre, con los participantes en la peregrinación organizada por los Clérigos Regulares Teatinos con ocasión de su V Centenario de fundación. El Santo Padre animó a los religiosos a continuar su camino «en la renovación, la comunión y el servicio: las buenas intenciones permanecen estériles – dijo – si no nos ponemos al servicio concreto de los demás, con humildad, buena voluntad y espíritu de sacrificio». Transcribimos a continuación el texto de su mensaje, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, bienvenidos:

Saludo al Prepósito General y a todos ustedes. Me alegra encontrarlos, en el quinto centenario de la profesión solemne de San Gaetano de Thiene y de sus primeros compañeros, realizada aquí, en esta Basílica, el 14 de septiembre de 1524. La historia dice que los Teatinos tuvieron algún problema con los Jesuitas, yo no lo creo. Sigamos.

Era el inicio de su Instituto religioso, nacido para practicar y promover “la vida común y el servicio a Dios a través de los hermanos”, y para contribuir con la reforma de la Iglesia a través de la reforma de sí mismos, sobre el modelo de la primera comunidad apostólica (cf. Mc 3, 13-15). Les agradezco y los animo a seguir caminando en esta triple dirección, en la renovación, en la comunión y en el servicio. Y quiero hacerlo tomando inspiración en el lugar en que nos encontramos y en las circunstancias en que sus Fundadores hicieron su profesión.

Primero: la renovación. Los primeros Teatinos no profesaron sus Votos solemnes en un edificio perfecto, completo, como lo vemos hoy, sino prácticamente en un gran “sitio en construcción”. Así aparecía la Basílica Vaticana en 1524. Desde hacía tiempo, de hecho, se habían puesto manos a la obra en la gradual demolición del antiguo edificio constantiniano, que ya no era adecuado a las exigencias del pueblo de Dios, para construir en su lugar uno nuevo. Los trabajos avanzaban lentamente, los fondos eran escasos e incluso sobre los proyectos no había plena claridad. Sin embargo, se pusieron a la obra, porque la comunidad crecía y las estructuras de antes ya no eran suficientes. Hermanos, esta es una imagen que nos ayuda a reflexionar en la necesidad, para permanecer fieles a nuestra misión, de emprender caminos valientes de renovación. Es interesante; la fidelidad debe renovarse. No puede darse una fidelidad que no se renueve, permaneciendo cimentados en lo antiguo, sí, pero al mismo tiempo listos para demoler lo que ya no sirve para construir algo nuevo (cf. Lc 5, 36-39) dóciles al Espíritu y confiados en la Providencia. Esto es la renovación.

La segunda cosa: la comunión. Como sabemos, muchos trabajaron en San Pedro: artistas famosos, hábiles artesanos y una multitud de obreros y trabajadores, hombres y mujeres, comprometidos en las tareas más humildes, unidos en el mismo esfuerzo para dar vida al nuevo edificio. Y también este es un signo importante: una casa acogedora, de hecho, no se construye solos, sino juntos, en comunidad, valorando la contribución de todos (cf. 1 Cor 12, 7-11).

Renovación, comunión y, tercer punto, la “fabricación”, es decir el servicio. Los proyectos más hermosos no habrían llegado a ninguna parte si después las personas, arremangándose las mangas, no se hubieran puesto a trabajar. Los buenos propósitos permanecen estériles, si no nos ponemos al servicio concreto los unos de los otros, con humildad, buena voluntad y espíritu de sacrificio. Nos lo mostró San Gaetano, con las muchas obras de caridad que promovió, algunas vivas hasta hoy; pero ante todo nos lo enseñó Jesús, que vino no a ser servido, sino a servir y a dar la vida (cf. Mc 10, 45). Y es muy significativo que su Instituto haya nacido precisamente en la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz.

Queridos hermanos y hermanas, ¡qué hermosa es esta Basílica! Sin embargo, mirémonos después el uno al otro y acordémonos que el edificio en el que nos encontramos es sólo un símbolo: la realidad somos nosotros, personalmente y en comunidad. Hace quinientos años sus fundadores no consagraron su vida a una construcción de ladrillos y mármoles, sino de piedras vivas (cf. 1 Pe 2, 4-5); consagraron su vida a la Iglesia con “I” mayúscula, la Iglesia esposa de Cristo, pueblo de Dios y cuerpo místico del Señor (cf. Const. dogm. Lumen Gentium, 6-9). Es por su bien que cada uno de ellos se gastó a sí mismo hasta el final, dando vida a una obra que, después de siglos de fidelidad, hoy se les confía a ustedes. ¡Ánimo y adelante!

Por ello invito a toda la Familia Teatina a abrazar con alegría, en el Jubileo de este día, propuestas de renovación, de comunión y de servicio, siguiendo el ejemplo de San Gaetano. Gracias, muchas gracias por el trabajo que hacen. Los bendigo y pido por ustedes. Y por favor, no se olviden de orar por mí.

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