NADIE ES UNA CARGA: PALABRAS DEL PAPA EN EL ENCUENTRO CON NIÑOS DE LA CALLE Y DISCAPACITADOS EN PAPÚA NUEVA GUINEA (07/09/2024)

Fue Papúa Nueva Guinea en toda su riqueza de costumbres, ritos y tradiciones la que se presentó ante los ojos del Papa Francisco este 7 de septiembre, al entrar en la Caritas Technical Secondary School de Port Moresby, segunda parada del primer día de su viaje al país oceánico al que el Pontífice llegó anoche, 6 de septiembre. En su encuentro con niños de la calle y discapacitados asistidos por las dos organizaciones caritativas Street Ministry y Callan Services, el Pontífice les recordó que todos son diferentes y cada uno es único ante Dios. Reproducimos a continuación, el texto pronunciado por el Papa, traducido del italiano:

Felicitaciones a todos ustedes que cantaron y bailaron. ¡Lo hacen muy bien!

Queridas hermanas y hermanos, buenas tardes.

Saludo a Su Eminencia, a quien agradezco las palabras que me ha dirigido. Agradezco también a la Superiora de la comunidad, a la Directora, a los laicos y religiosos, y a todos los presentes, especialmente a ustedes, niños, que son estupendos.

Me alegra encontrarme con ustedes y compartir este momento festivo. Agradezco también a sus compañeros, que me han hecho dos preguntas difíciles.

Uno de ellos me preguntó: “¿Por qué no soy como los demás?”. En verdad, la única respuesta que encuentro a esta pregunta es: “porque ninguno de nosotros es como los demás, porque todos somos únicos delante de Dios”. Por eso, no sólo reafirmo que “hay esperanza para todos” – como se ha dicho – sino que agrego también que cada uno de nosotros tiene un papel y una misión en el mundo que nadie más puede llevar a cabo, y aunque esto trae consigo penurias, al mismo tiempo produce mucha alegría, de un modo distinto para cada uno. La paz y el gozo son para todos.

Ciertamente todos tenemos límites, hay cosas que sabemos hacer mejor y otras que en cambio nos cuestan o que no somos capaces de hacer nunca, sin embargo, esto no determina nuestra felicidad. Es más bien el amor que ponemos en todo lo que hacemos, damos o recibimos. Dar amor, siempre, acoger con los brazos abiertos el amor que recibimos de las personas que nos quieren. Esto es lo más bonito y lo más importante de nuestra vida, en cualquier condición y para cualquier persona, incluso para el Papa, ¿lo sabían? Nuestra alegría no depende de nada más, nuestra alegría depende del amor.

Y esto nos lleva a la otra pregunta: “¿Cómo podemos hacer más hermoso y feliz nuestro mundo?”. Desde luego que con la misma “receta”, aprendiendo día a día a amar a Dios y a los demás con todo el corazón y procurando aprender – incluso en la escuela – todo lo que podamos, para así hacerlo de la mejor manera, estudiando y esforzándonos al máximo en cada oportunidad que se nos presenta para crecer, mejorar y perfeccionar nuestros talentos y capacidades.

¿Alguna vez han visto cómo se prepara un gato cuando tiene que hacer un gran salto? Primero se concentra y apunta todos sus esfuerzos y músculos en la dirección correcta. Y quizá lo hace tan rápido que ni siquiera lo notamos, pero lo hace. Y así también nosotros debemos concentrar todas nuestras fuerzas dirigiéndolas hacia una meta, que es el amor a Jesús – y, en Él, a todos los hermanos y hermanas que encontramos en el camino –, para luego con impulso colmar todo y a todos con nuestro afecto. En este sentido, ninguno de nosotros es “una carga” – como han dicho –, todos somos hermosos regalos de Dios, un tesoro los unos para los otros.

Gracias, niños, muchas gracias por este encuentro y gracias a todos ustedes, que aquí trabajan juntos con amor. Conserven esta luz siempre encendida como signo de esperanza, no sólo para ustedes, sino para todos aquellos con quienes se encuentran e incluso para nuestro mundo, a veces tan egoísta y preocupado por las cosas banales. Mantengan encendida la luz del amor y, por favor, oren también por mí.

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