LA MISERICORDIA INDICA EL CAMINO HACIA LA ESPERANZA: PALABRAS DEL PAPA DURANTE SU DESAYUNO CON POBRES Y REFUGIADOS EN BÉLGICA (28/09/2024)

El Papa Francisco inició sus actividades de este 28 de septiembre con una visita no programada a la parroquia de Saint-Gilles para desayunar con un grupo de hombres y mujeres de África y Europa del Este y de la misma Bruselas. En este edificio sagrado de mediados del siglo XIX, cada mañana, en mesas dispuestas en medio de la nave románico-gótica, se ofrece “café matutino” a grupos de personas en situación de calle, refugiados y pobres del centro de la ciudad. Reproducimos a continuación las palabras que pronunció el Santo Padre, traducidas del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días.

Gracias por invitarme a desayunar. Es hermoso comenzar el día entre amigos, y esta es la atmosfera que se respira en Saint-Gilles.

Agradezco a Marie-Françoise, Simón y Francis por lo que han dicho y me alegra ver como aquí el amor alimenta continuamente la comunión y la creatividad de todos. Han incluso ideado La Biche de Saint-Gilles, e imagino que será una cerveza muy buena. A la tarde les diré si es buena o no.

Como ha dicho Marie-Françoise, “la misericordia indica el camino hacia la esperanza” – esto es muy hermoso –, y el mirarse mutuamente con amor ayuda a todos – a todos, todos – a mirar al futuro con confianza y a ponerse cada día en marcha. La caridad es así, es un fuego que calienta el corazón, y no existe una mujer o un hombre sobre la tierra que no tenga necesidad de su calor.

Es verdad, no son pocos los problemas que se deben afrontar – lo saben bien –, como nos ha dicho Simón, y a veces te das de bruces con el rechazo y la incomprensión, como nos ha contado Francis, pero la alegría y la fuerza que vienen precisamente del amor compartido son más grandes que cualquier dificultad, y cada vez que nos dejamos involucrar en dinámicas de solidaridad y del cuidado recíproco nos damos cuenta de que recibimos mucho más de lo que damos (cf. Lc 6, 38; Hch 20, 35).

A la conclusión de nuestro encuentro, entregaremos como regalo a la parroquia una estatua de San Lorenzo, diacono y mártir de los primeros siglos, famoso por haber presentado a sus acusadores, que querían los tesoros de la Iglesia, a los miembros más frágiles de la comunidad cristiana a la que pertenecía, la de Roma, la más importante, pero también la más frágil: los pobres y los necesitados.

No era un modo de decir ni siquiera una simple provocación. Era la pura verdad. La Iglesia tiene su mayor riqueza en sus miembros más débiles, y si queremos de verdad conocer y mostrar su belleza, nos hará bien entregarnos los unos a los otros de esta forma, en nuestra pequeñez, en nuestra pobreza, sin pretensiones y con tanto amor. Nos lo enseñó antes que nadie el Señor Jesús, que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Cor 8, 9).

Queridos amigos, gracias por haberme acogido entre ustedes y gracias por el camino que hacen juntos. Gracias por el desayuno. Les bendigo a todos y pido por ustedes. Y no se olviden tampoco de orar por mí.

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