QUE CADA UNO DE USTEDES SE PUEDA CONVERTIR EN UN “POETA DE LA PAZ”: PALABRAS DEL PAPA A INTEGRANTES DE LA “RED NACIONAL DE ESCUELAS POR LA PAZ” (28/11/2022)

Este 28 de noviembre, el Santo Padre Francisco recibió en audiencia, en el Aula Pablo VI, a los más de seis mil estudiantes y profesores que participan en el “Encuentro para la Educación a la paz y al cuidado”. A ellos, el Pontífice les dijo que, “para que exista paz, es necesario cuidar” y los alentó haciendo alusión a las palabras de uno de los poemas de Jorge Luis Borges: “Que también ustedes acepten la invitación del poeta a continuar su poema, añadiendo cada uno lo que quiera agradecer. Que cada uno de ustedes se pueda convertir en un poeta de la paz”. Compartimos a continuación el texto de su mensaje, traducido del italiano:

Queridos y queridas jóvenes, queridos profesores, buenos días y bienvenidos:

Estoy contento de que hayan respondido con entusiasmo a la invitación de la Red Nacional de Escuelas por la Paz. ¡Gracias por haber venido! Y gracias a todos aquellos que organizaron este encuentro, en particular al Dr. Lotti.

Me alegro con ustedes estudiantes y con sus educadores por el rico programa de actividades y formación que han emprendido, que culminará con la Marcha Perugia-Asís en mayo del próximo año, donde tendrán la posibilidad de presentar los resultados de su trabajo y sus propuestas.

Asís se ha convertido ya en un centro mundial de promoción de la paz, gracias a la figura carismática de aquel joven de Asís despreocupado y rebelde de nombre Francisco, quien dejó a su familia y las riquezas para seguir al Señor y desposarse con la Dama pobreza. Ese joven soñador es hoy aún fuente de inspiración en lo que se refiere a la paz, la fraternidad, el amor a los pobres, la ecología, la economía. A lo largo de los siglos San Francisco ha fascinado a muchas personas, así como también me fascinó a mí que como Papa quise tomar su nombre.

Su programa educativo “Por la paz, con cuidado” quiere responder al llamado por un Pacto Educativo Global, que dirigí hace tres años a todos aquellos que trabajan en el campo educativo, para que « se hagan promotores de los valores del cuidado, la paz, la justicia, el bien, la belleza, la acogida del otro y la hermandad» (Video mensaje del 15 de octubre 2020). Y me alegra ver que no solamente las escuelas, las universidades y las organizaciones católicas están respondiendo a este llamado, sino también instituciones públicas, laicas y de otras religiones.

Para que exista la paz, como dice bien su lema, es necesario “cuidar”. A menudo hablamos de paz cuando nos sentimos directamente amenazados, como en el caso de un posible ataque nuclear o de una guerra combatida a nuestras puertas. Así como nos interesamos en los derechos de los migrantes cuando tenemos algún pariente o amigo emigrado. En realidad, la paz nos concierne siempre, ¡siempre! Como siempre nos concierne el otro, el hermano y la hermana, y debemos cuidarlos a él y a ella.

Un modelo por excelencia del cuidado es el del samaritano del Evangelio, que ayudó a un desconocido que encontró herido a lo largo del camino. El samaritano no sabía si aquel infortunado era una buena persona o un malhechor, si era rico o pobre, instruido o ignorante, judío, samaritano como él o extranjero; no sabía si aquella desventura “se la había buscado” o no. El Evangelio dice: «Lo vio y tuvo compasión» (Lc 10, 33). Lo vio y tuvo compasión. También otros, antes que él, habían visto ese hombre, pero habían pasado de largo por su camino. El samaritano no se hizo muchas preguntas, siguió el movimiento de la compasión.

También en nuestro tiempo podemos encontrar válidos testimonios de personas o instituciones que trabajan por la paz y cuidan de quien tiene necesidad. Pensemos por ejemplo en aquellos que han recibido el premio Nobel de la paz, pero también en tantos desconocidos que de manera silenciosa trabajan por esta causa.

Hoy quisiera recordar a dos figuras de testigos. La primera es la de San Juan XIII. Fue llamado el “Papa bueno”, y también el “Papa de la paz”, porque en aquellos difíciles inicios de los años 60 marcados por fuertes tensiones – la construcción del muro de Berlín, la crisis de Cuba, la guerra fría y la amenaza nuclear – publicó la famosa y profética Encíclica Pacem in terris. El año próximo se cumplirán 60 años de ella, ¡y es muy actual! El Papa Juan se dirigió a todos los hombres de buena voluntad, pidiendo la solución pacífica de todas las guerras a través del diálogo y el desarme. Fue un llamado que captó una gran atención en el mundo, más allá de la comunidad católica, porque había captado una necesidad de toda la humanidad, que es aún la de hoy. Por eso los invito a leer y estudiar la Pacem in terris, y a continuar este camino para defender y difundir la paz.

Pocos meses después de la publicación de aquella Encíclica, otro profeta de nuestro tiempo, Martin Luther King, premio Nobel de la paz en 1964, pronunció el histórico discurso en que dijo: “Tengo un sueño”. En un contexto americano fuertemente marcado por las discriminaciones raciales, había hecho soñar a todos con la idea de un mundo de justicia, libertad e igualdad. Dijo: “Tengo un sueño: que mis cuatro hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel, sino por la dignidad de su persona”.

Y ustedes, muchachos, muchachas: ¿cuál es su sueño para el mundo de hoy y de mañana? Los animo a soñar en grande, como Juan XXIII y Martin Luther King. Y por eso los invito a participar, el año próximo, en la Jornada Mundial de la Juventud, que viviremos en Lisboa. Quien de ustedes pueda ir, se encontrará con muchísimos otros jóvenes de todas partes del mundo, todos unidos por el sueño de la fraternidad basada en la fe en el Dios que es Paz, el Padre de Jesucristo y Padre nuestro. Y si no pueden ir físicamente, los invito de todas formas a seguir y a participar, porque ahora, con los medios de hoy, esto es posible.

Deseo a todos ustedes un buen camino en el tiempo de Adviento que hemos iniciado ayer: un camino hecho por muchos pequeños gestos de paz, cada día: gestos de acogida, de encuentro, de comprensión, de cercanía, de perdón, de servicio... Gestos hechos con el corazón, como pasos hacia Belén, hacia Jesús que es el Rey de la paz, más aún, que es Él mismo la paz.

El poeta Borges termina, o mejor, no termina una de sus poesías con estas palabras: “Agradecer quiero... por Whitman y Francisco de Asís que escribieron ya esta poesía, por el hecho de que esta poesía es inagotable y se confunde con la suma de las criaturas y nunca llegará al último verso y cambia según los hombres”. Que también ustedes, muchachos y muchachas, puedan acoger la invitación del poeta de continuar su poesía, agregando cada uno aquello por lo que quiere agradecer, lo que quieran. ¡Que cada uno de ustedes se pueda convertir en un “poeta de la paz”! Conviértanse en poetas de paz: ¿entendieron? Poetas de paz.

¡Gracias por haber venido! Los bendigo a todos de corazón. Y por favor, oren por mí. Gracias.

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