LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL ES ESENCIAL PARA APOYAR AL SECTOR PESQUERO: MENSAJE DEL PREFECTO DEL DICASTERIO PARA EL DESARROLLO HUMANO INTEGRAL EN EL DÍA MUNDIAL DE LA PESCA (21/11/2022)

Este 21 de noviembre, el Día Mundial de la Pesca se celebra en el marco del Año Internacional de la Pesca y la Acuicultura en Pequeña Escala (AIPP 2022), proclamado en 2017 por la 72ª Asamblea General de las Naciones Unidas. El Card. Michael Czerny, Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, señala en su mensaje con este motivo, que es necesario “recordar la enorme y a veces infravalorada fuente de alimento que el mar provee a millones de seres humanos y las frecuentes dificultades que afrontan todos los implicados”. Compartimos a continuación el texto del mensaje, traducido del inglés:

Día Mundial de la Pesca
21 Noviembre 2022
Mensaje del Prefecto del Dicasterio para el Servicio
del Desarrollo Humano Integral

Cada año, el 21 de noviembre marca la celebración del Día Mundial de la pesca y representa una oportunidad para reconocer, por un lado, la enorme y a veces infravalorada fuente de alimento que el mar provee a millones de seres humanos y, por otro, el papel, las profesiones y las frecuentes dificultades de todos aquellos involucrados en la pesca y la acuacultura.

En 2016, el comité para la pesca de la FAO (COFI) apoyó una propuesta para la Declaración del Año Internacional de la Pesca Artesanal y la Acuacultura, con la intención de aumentar la conciencia de estos subsectores entre los gobiernos y la sociedad en general y la necesidad de apoyar su desarrollo a través de políticas específicas y leyes que les permitan desarrollar y adoptar prácticas pesqueras sustentables. En 2017, la 72ª sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó a 2022 como el Año Internacional de la Pesca Artesanal y la Acuacultura (IYAFA 2022), y es en este contexto que estamos celebrando hoy el Día Mundial de la Pesca.

De acuerdo con la FAO, en 2020 un estimado de 58.5 millones de personas estaban involucradas (de tiempo completo, parcialmente o de manera ocasional) en el sector primario de pesca comercial y acuacultura, proveyendo la fuente principal de ingresos y soporte de vida para una parte sustancial de la población mundial. De todos aquellos involucrados en la producción primaria, la mayoría se encuentran en países en desarrollo y muchos de ellos son pescadores y trabajadores de la acuacultura a pequeña escala o artesanales. El mayor número de trabajadores se encuentran en Asia (85%), seguidos de África (9%), las Américas (4%), Europa y Oceanía (1% cada una).

Como la más importante fuente individual de proteína de alta calidad, el pescado es la fuente vital de alimento para millones de personas. Las pesquerías artesanales de pequeña escala y la acuacultura producen el 40% de la captura pesquera mundial y con ello contribuyente gran forma a la seguridad alimentaria, la nutrición y la salud.

A pesar de tener un papel crucial para el bienestar y el desarrollo de muchas comunidades alrededor del mundo, sin embargo, el sector está plagado de varios problemas endémicos que ponen en riesgo el desarrollo y la vida significativa de las comunidades pesqueras y, en ocasiones, la existencia misma de las pesquerías.

Varios de estas amenazas, como el cambio climático, la pérdida de la biodiversidad y la acidificación del océano, son problemas globales que afectan a todos los países y océanos. “La crisis socio ecológica que estamos viviendo es un momento propicio para la conversión individual y colectiva y para decisiones concretas que no pueden ya ser pospuestas”. Por tanto, la cooperación internacional a la luz de “la equidad, la justicia y la igualdad” (Cardenal Pietro Parolin, mensaje a la 20º séptima conferencia de participantes en el UNFCCC, Sharm el-Sheikh, 8 de noviembre 2022) y la subsidiariedad es esencial para reducir el impacto de estos fenómenos en nuestras sociedades y cuidar los océanos y sus recursos naturales como una “herencia común de la humanidad”. Tal Cooperación Internacional puede incluso ayudar a enfrentar problemas bien localizados y a menudo rastreables tales como infracciones a los derechos humanos, condiciones de trabajo pobres e inseguras incompatibles con la dignidad humana, contaminación de mares y ríos (de hecho, muchas comunidades pesqueras dependen de un río o lago en particular como fuente de proteína, pero la contaminación amenaza incluso al agua dulce), destrucción de áreas costeras (a veces por nuevos desarrollos urbanos), métodos destructivos e insostenibles (por ejemplo el arrastre de fondo, barcos “fábrica”, dinamita o cianuro) y la pesca ilegal, no reportada y no regulada.

Más aún, desde inicios del 2020, la pandemia global de COVID-19 se difundió en el planeta causando daños excepcionales sanitarios, sociales y económicos que dañaron también al sector pesquero. Los puertos, mercados de pescado y restaurantes se cerraron, causando una reducción significativa del negocio de la pesca y venta de productos pesqueros y consecuentemente la pérdida de empleo e ingresos para muchas personas, especialmente mujeres que constituyen una alta proporción (aunque a menudo oculta) de trabajadores en este sector.

El impacto económico del COVID-19 se sintió fuertemente entre los pescadores a pequeña escala y en los trabajadores de la acuacultura ya que la mayoría de ellos trabaja sin planes de protección social o seguros y se les paga menos que el sueldo mínimo legal, a menudo sin un contrato escrito, o son auto empleados. Más aún, su negocio frecuentemente requiere logística sofisticada (para la conservación del alimento y su distribución), que fueron suspendidos a causa de los cierres.

Los gobiernos en el mundo intervinieron para apoyar aquellos afectados negativamente por la pandemia, especialmente a sus ciudadanos más marginalizados. Desafortunadamente, debido a deficiencias en estas intervenciones gubernamentales excepcionales, muchas personas se quedaron sin ayuda y solas enfrentando esta crisis, aunque algunas fueron asistidas por organizaciones caritativas, incluyendo las católicas.

La pandemia de COVID-19 nos ha enseñado que todo está conectado y que estamos en el mismo barco. Es necesario unir nuestros esfuerzos para crear una nueva conciencia social y una forma innovadora de solidaridad en que nadie sea dejado atrás. El Papa Francisco nos invita a “unir a toda la familia humana para buscar un desarrollo sustentable e integral, porque sabemos que las cosas pueden cambiar. [...] Todos nosotros podemos cooperar como instrumentos de Dios para el cuidado de la creación, cada uno de acuerdo a su propia cultura, experiencia, participación y talentos [...]”. Claramente, “si todo está relacionado, entonces la salud de las instituciones de la sociedad tiene consecuencias para el desarrollo y la calidad de la vida humana”. Ciertamente necesitamos mejores instituciones y más proactivas y políticas que apoyen, promuevan y protejan a aquellos involucrados en el sector pesquero así como a sus familias. Indudablemente, “un gran desafío cultural, espiritual y educativo está frente a nosotros” (Carta encíclica Laudato Si’, n. 13, 14, 142 y 202) pues las mejoras complejas y de mayor calado deben implementarse de manera cuidadosa y coordinada.

En este Día Mundial de la Pesca, quisiera invitar a los gobiernos, a las organizaciones internacionales, a las pesquerías, a las organizaciones basadas en la fe y en particular a las instituciones católicas como Stella Maris y Cáritas, a unir las manos en la implementación efectiva de las convenciones existentes y la legislación así como en cooperar para encontrar soluciones innovadoras para estos problemas interconectados que enfrenta El Mundo pesquero en un esfuerzo para proteger “nuestra casa común”.

Card. Michael Czerny S.J.
Prefecto

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