NO SE CANSEN DE IR HACIA LAS FRONTERAS: PALABRAS DEL PAPA A LOS CLARETIANOS (07/11/2022)

Múltiples y valiosos son los servicios que prestan los Claretianos en la Iglesia, siguiendo el espíritu y la misión de San Antonio María Claret, que tanto hizo por apoyar y promover la vida consagrada en sus diversas formas. Así lo resaltó el Papa Francisco en un encuentro, este 7 de noviembre por la mañana en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano, con los miembros del Instituto de Teología de la Vida Consagrada Claretianum, que celebran el 50º aniversario de su fundación. En sus palabras, el Santo Padre los alentó a abrir caminos y acompañar a las personas, arraigados en el Señor para ser audaces en la misión. Compartimos a continuación su mensaje, traducido del italiano:

Queridos hermanos, querido Cardenal Aquilino Bocos Merino, queridos Obispos y sacerdotes, buenos días y bienvenidos:

Agradezco al Padre Presidente por sus corteses palabras, gracias.

Festejan el 50º aniversario de la Fundación del Instituto de teología de la vida religiosa Claretianum. En este medio siglo, son muchos y valiosos los servicios que han realizado según el espíritu y la misión de San Antonio María Claret, que tanto se esforzó por apoyar y promover la vida consagrada en sus distintas formas. Sus publicaciones, sus trabajos me ayudaron mucho, en la vida, como formador de jóvenes seminaristas.

Han llevado adelante en la Iglesia el deseo de estar cerca de las comunidades de vida consagrada y ayudarlas. La contribución de los Misioneros Claretianos a las familias religiosas, a través del acompañamiento espiritual, la iluminación doctrinal y sobre todo la consultoría jurídica es conocida en todo el mundo. Son prueba de ello sus publicaciones y sus revistas, algunas de las cuales tienen más de cien años de vida. En lo que hoy se llama Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, los Cardenales Arcadio María Larraona y Arturo Tabera, como también el padre Jesús Torres – lo recuerdo mucho, era bueno, siempre escondido ... – dejaron la marca, mientras que otros misioneros fueron y son valiosos colaboradores en este y otros Dicasterios.

Después del Concilio Vaticano II, tuvo un resultado muy positivo la fundación del Instituto Claretianum y del de Madrid y, siguiendo sus huellas, de los centros superiores de Manila, Bangalore, Bogotá y Abuja. En estas décadas todos han dado, y siguen dando, un fructífero servicio para la comprensión y el desarrollo de la teología de la vida consagrada. En sus programas se articulan los orígenes y las dinámicas carismáticas, cristológicas, históricas y canónicas. Su atención a las contribuciones de las ciencias humanas ha contribuido en el ofrecimiento de un rostro más humano a la vida consagrada. No exagero pero ustedes, con su trabajo, han humanizado mucho la vida consagrada. Agradecemos a Dios por las múltiples expresiones de la actividad de sus Institutos, que han ayudado a muchas personas y comunidades: las jornadas de estudio, las semanas y los congresos, el acompañamiento proporcionado a los capítulos y gobiernos de todo tipo de institutos, sociedades de vida apostólica y nuevas formas de vida consagrada. Gracias por la vida y el servicio de sus seis institutos, pero también por las iniciativas que han promovido y siguen promoviendo en muchos otros lugares: México, Polonia, Reino Unido, Indonesia... Su presencia es muy visible en las Iglesias locales y en las Conferencias de los Superiores Mayores de todo el mundo. Y recuerdo también mi primera experiencia como Obispo en el Sínodo de 1994: ¡cuánto ayudaron en ese Sínodo sobre la vida consagrada! Su influencia fue positiva, siempre abierta, siempre quitando los temores que no tenían fundamento.

Les agradezco de manera especial por el cuidado reservado a la difusión del Magisterio de la Iglesia, tanto de los Papas como de los Dicasterios más estrechamente ligados con la vida consagrada.

En este tiempo en que la iglesia quiere vivir más intensamente su vocación sinodal, me da gusto notar que su servicio a la vida consagrada ha estado marcado por el deseo de llevar a cabo aquello a lo que San Antonio María Claret le daba tanto valor. De hecho, no solo han mantenido la comunión con la Sede Apostólica, con los pastores de las Iglesias particulares y con las Federaciones de Superiores Mayores, sino que se han ocupado en compartir su servicio de animación y renovación con otras vocaciones y ministerios eclesiales: religiosos con otros carismas, sacerdotes seculares y laicos.

Les animo a continuar sirviendo a la vida consagrada con espíritu claretiano, es válido decir con su ser misioneros. La vida consagrada no puede faltar en la Iglesia y en el mundo. El Padre Claret repetía también esas palabras de Santa Teresa que San Juan Pablo II recuerda en la Exhortación Vita consecrata: «¿Qué sería el mundo si no fuera por los religiosos?» (n. 5). Su ayuda a los consagrados y consagradas, antes que ser intelectual, es testimonio, es confesión de que Jesús es el Señor. El primer servicio de sus Institutos Teológicos debe ser el de ofrecerse como casas de acogida, de alabanza y agradecimiento; como lugares en que se comparten los carismas y crece el deseo de vivir el espíritu de las Bienaventuranzas y el discurso escatológico. En ellas se debe manifestar la comunión y animar la opción por los pobres y la solidaridad, la fraternidad sin fronteras y la misión en constante salida. Con esta disposición, el don de la vida consagrada y su misión en la iglesia en el mundo se harán apreciar mayormente.

Hoy la vida consagrada no puede dejarse desanimar por la falta de vocaciones o el envejecimiento. Esta sería una tentación, un desánimo: “¿Pero qué debemos hacer?” Este es el desafío. Aquellos que se dejan tomar por el pesimismo hacen a un lado la fe. Es el Señor de la historia el que nos sostiene y nos invita a la fidelidad y a la fecundidad. Él cuida de su “resto”, mira con misericordia y benevolencia su obra y continúa enviando su Santo Espíritu. Cuanto más nos acercamos a la vida religiosa a través de la Palabra de Dios y la historia y creatividad de los Fundadores, más somos capaces de vivir el futuro con esperanza. La vida religiosa se comprende sólo desde aquello que el Espíritu hace en cada una de las personas llamadas. Hay quien se concentra demasiado en lo exterior (las estructuras, las actividades...) y pierde de vista la sobreabundancia de gracia que existe en las personas y las comunidades. Por eso, por favor, alejen el espíritu de derrota, el espíritu de pesimismo: eso no es cristiano. El señor no hará que falte su cercanía al pueblo, lo hará de un modo o de otro, pero es Él quien es importante.

Aún sabiendo que ya están enfrentando varios desafíos propios de nuestro tiempo, quisiera invitarlos a subrayar el valor de la fidelidad en el seguimiento de Jesús según el espíritu de los Fundadores, a cuidar con atención la vida comunitaria. En una época en que el individualismo está tan difundido, ¡tengan cuidado con la vida comunitaria! Los exhorto a vivir la interculturalidad como camino de fraternidad y de misión y a promover el encuentro entre las distintas generaciones en la vida consagrada, en la Iglesia y la sociedad. Quiero subrayar esto: el encuentro entre las distintas generaciones. Los jóvenes deben frecuentar a los viejos, deben hablar, y los viejos necesitan hacerlo con los jóvenes. ¡Mirar hacia adelante, según la profecía de Joel (cf. 3, 1-2), tan hermosa! Con este diálogo, con el espíritu, los viejos soñarán y los jóvenes harán profecías. Serán capaces de ir adelante, pero con el sueño de los viejos. Por favor, no dejen morir a los viejos sin soñar: es parte de una misión. El encuentro lo harán los jóvenes. Que sus jóvenes visiten a los viejos y que los viejos visiten a los jóvenes. En un tiempo, después del Concilio, existía la mentalidad de reestructurar las cosas: algunas congregaciones alejaron a los viejos en una casa para ancianos. ¡Por favor, eso es criminal! Es curioso: ciertas religiosas – pienso en un caso concreto – religiosas ancianas, que trabajaban bien, después de 2 meses en la casa para ancianas se fueron al otro mundo. ¡Por la nostalgia, por la tristeza! Los viejos deben morir soñando y los que hacen soñar a los viejos son los jóvenes, que deben tomar el lugar de los viejos. No olviden esto: que hablen...

Hace cinco años, con la Constitución Apostólica Veritatis gaudium, precisé la contribución de los estudios eclesiásticos y de los centros teológicos a la nueva fase de la misión de la Iglesia en que nos encontramos. Les agradezco mucho por el compromiso con que recibieron esta llamada mía y los exhorto a buscar siempre nuevos caminos para servir al Señor y al santo pueblo fiel de Dios. Como les he dicho en otras ocasiones, no tengan miedo, cultiven cada vez más el estilo de Dios. ¿Y cuál es el estilo de Dios? Es sencillo: la cercanía, la compasión y la ternura. Él mismo lo dice, en el Deuteronomio: “Piensa, ¿qué pueblo tiene a sus dioses tan cerca como tú me tienes a mí?”. La cercanía, que es compasiva y tierna. Cercanía, compasión y ternura: ese es el estilo de Dios. Sigan ayudando a tantos consagrados y consagradas hacer «una especie de Evangelio desplegado en los siglos» (CIVCSVA, Instr. Volver a empezar desde Cristo, 2). No se cansen de ir a las fronteras, incluso las fronteras del pensamiento; de abrir caminos, de acompañar, enraizados en el Señor para ser audaces en la misión.

Ya San Juan Pablo II advertía del peligro que implica para la vida consagrada la disminución en la consideración por el estudio. Olvidar la teología, la reflexión, el estudio, las ciencias empobrece el apostolado y favorece la superficialidad y la ligereza en la misión (cf. Vita consecrata, 98). Les agradezco porque continúan ayudando a muchos a permanecer atentos; porque continúan cuidando la calidad del estudio y la investigación. Los problemas del tiempo actual requieren nuevos análisis y nuevas síntesis (cf. ibid.). Sus Institutos, ustedes profesores, ustedes estudiantes, tienen una gran tarea ante ustedes.

El Evangelio enseña que hay una pobreza que humilla y mata y otra pobreza, la de Jesús, que libera y hace felices. Como personas consagradas, han recibido el inmenso don de participar en la pobreza de Jesús. No olviden, ni en su vida ni en su trabajo en la Universidad, a aquellos que viven las otras pobrezas. Que puedan hacer que la vida venza sobre la muerte y la dignidad sobre la injusticia (cf. Mensaje para la VI Jornada Mundial de los Pobres 2022). Para encontrar realmente a Cristo, es necesario tocar, tocar su cuerpo en el cuerpo herido de los pobres, no mirarlos solamente, tocar; como confirmación de la comunión sacramental recibida en la Eucaristía (cf. Mensaje para la Primera Jornada Mundial de los Pobres 2017).¡Cuántos fundadores, fundadoras y personas consagradas han vivido y viven así!

Parafraseando la oración con que concluía la homilía por el 60º aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II, los invito a orar conmigo: “Te agradecemos, Señor, por el don del Concilio y por la bendición que estos institutos de teología de la vida consagrada han sido y son para la Iglesia. Tú que nos amas, libéranos de la presunción de autosuficiencia y del espíritu de crítica mundano. Tú que nos apacientas con ternura, libéranos de la auto referencialidad, del engaño diabólico de las polarizaciones, libéranos de los “ismos”. Y nosotros, tu Iglesia, con Pedro y como Pedro, te decimos: «Señor, tú sabes todo; tú sabes que te amamos» (cf. Jn 21, 17)” (cf. Homilía, 11 de octubre 2022).

Queridos hermanos, queridas hermanas, que por intercesión de la Virgen María, El Espíritu Santo los asista siempre en el servicio que realizan en el Claretianum. De corazón los bendigo. Y por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.

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