COMUNICAR ES HACER QUE LA GENTE SE SIENTA MENOS SOLA Y DAR VOZ A LOS EXCLUIDOS: PALABRAS DEL PAPA A LA ASAMBLEA DEL DICASTERIO PARA LA COMUNICACIÓN (12/11/2022)
Queridos hermanos y queridas hermanas, buenos días y bienvenidos:
Agradezco al Dr. Ruffini por sus corteses palabras y saludo a todos ustedes que participan en la Asamblea Plenaria del dicasterio para la comunicación, que tiene como tema “Sínodo y comunicación: un itinerario a desarrollar”. Y este es el mensaje, ocho páginas... ¡Si comienzo a leerlas, cuando llegue a la cuarta, habrán olvidado que dije en la primera! Y creo que es mejor que este mensaje ustedes se lo lleven, el Dr. Ruffini les dará una copia a cada uno. Y así puedo decirles algo más espontáneo y también “sin censura”, que es más divertido.
Cuando se habla de comunicación estamos hablando de “una ida y vuelta”, no existe la comunicación en una sola dirección: va y regresa, va y regresa. Y en eso también se crece. Solamente los pericos comunican de ida sin regreso, porque dicen siempre lo mismo y no importa cuál sea el eco, lo que se dice desde otro lado. Un verdadero comunicador debe estar atento al regreso, a lo que viene, a la reacción que provoca lo que digo. Porque la comunicación es un vínculo humano. Importante no es lo que digo, no, sino lo que digo a lo que el otro me dice, a lo que escucho. Por eso la filosofía “de la bocina” no sirve; es mejor una filosofía, “al teléfono”: se escucha, se responde.
El diálogo: no puede haber comunicación sin un diálogo y sin movimiento, sin moverse; y eso siempre pone en riesgo. Porque tenemos esta ley de la inercia, de la inercia que te impulsa, siempre sentados en la misma cosa, decir las cosas, dar las noticias y después callados. No. Tú debes escuchar cómo es recibida esa cosa y qué reacción provoca. Y por eso hay algunos de ustedes que me conmueven mucho, por ejemplo el entusiasmo de Monda [Director del Osservatore Romano]. Monda no es un periodista, es un poeta, un creador, porque él comunica en poesía, él con creatividad escucha lo que dice la gente... Y después L’Osservatore – sí, L’Osservatore es un problema, lo sabemos todos – y en lugar de cerrar L’Osservatore, hace otro, el “di Strada”, ¡ y adelante! Eso es comunicar, buscar siempre las fronteras, otras, otras... La inquietud comunicativa. Y eso implica un cierto desorden. El comunicador no llega a tener todo en orden, siempre hay algún desorden, porque así somos nosotros los humanos. Y entre ustedes veo cosas de ese tipo.
Por ejemplo – esto de otro lado, pero quiero decirlo – hice dos filmaciones con Fabio Marchese Ragona, y ví en esas comunicaciones la capacidad de crear cosas que han tenido una gran escucha, porque existía esta búsqueda de ir hacia el otro.
Y es más, cuando leo entre ustedes, por ejemplo, un artículo de Gisotti: si lees a Gisotti, no hace solo una reflexión, no, él hace una reflexión y crea tensiones interiores. Para mencionar solamente a algunos comunicadores... Eso es comunicar, es arriesgar, es crear, es ir más allá. Un comunicador que quiere tener todo en orden, se ha equivocado de profesión, ¡trabaja de archivista que lo harás mejor! El comunicador debe ir siempre arriesgando, siempre en el camino, siempre involucrándose con la vida.
Eso es comunicar. Y yo agradezco al Prefecto [Dr. Ruffini] – ¡pobrecillo, tiene la maldición de ser el primer Prefecto laico en la curia! –, le agradezco porque permite eso, deja crecer. “¿Debo crecer más entonces?” Usted lo sabe mejor que yo, pero usted deja crecer, le agradezco por eso. Es eso lo que veo en su Dicasterio. Comunicación en movimiento, creativa.
Después, comunicación de valores. No podemos caer en una comunicación privada de valores. Debemos comunicar con nuestros valores. Eso no quiere decir que debemos orar la novena a un santo todos los días. Los valores cristianos, los valores que están detrás, los valores que enseñan a ir hacia adelante. La persona que se la juega por los valores humanos. Por ejemplo, veo aquí a James Martin. “Ah, sí, éste trabaja...”. Sí, pero éste escribió un libro que se llama “Para aprender a orar”. Léanlo, porque éste te enseña a orar. Un hombre que tiene valores, un comunicador que también sabe cómo enseñarte el camino de comunicación con Dios. Ser comunicadores eso. Ir, caminar, arriesgarse, con los valores, convencido de que estoy dando mi vida con mis valores, los valores cristianos y los valores humanos. Soy desconfiado de los comunicadores ascéticos, esos que son pura técnica, pura. Sí, pero la técnica sola no sirve, la técnica te ayuda si detrás hay un corazón, hay una mente, hay un hombre, una mujer que da lo suyo. Tengan cuidado con no resbalar solamente con la técnica, porque eso te lleva a una comunicación ascética, sin valores y que después puede caer en la mano de los comerciantes o las ideologías del momento.
Y después una tercera cosa que encuentro en su Dicasterio, Señor Prefecto, y le agradezco por eso, es el humanismo. Usted ha provisto un clima humano y eso debe conservarse. Una comunicación humana, con el calor humano y no puramente técnica. La técnica es necesaria para el desarrollo, pero si existe lo humano. Cuando tú [se dirige a Sor Verónica Donatello] vas con los sordomudos y haces así, así [la lengua de señas], conoces toda la técnica pero también está tu corazón humano de mujer, de madre, de hermana, que está detrás de esa comunicación. Eso es muy importante, comunicar con el corazón y con lo humano, con los valores y seguir adelante.
Son las cosas que quería decirles, las cosas que más me impactan de ustedes. Esperemos que Monda no haga un tercer Osservatore Romano, ¡porque es tan entusiasta que no se detiene nunca! Gracias, gracias por todo en verdad, gracias. Estoy contento y sigan adelante, arriésguense, arriésguense, ¡no tengan miedo! Arriésguense, para encontrar al otro en la comunicación.
Y ahora pidamos al Señor que nos bendiga a todos, que necesitamos de la bendición de Dios, todos.
DISCURSO ENTREGADO
Queridos hermanos y queridas hermanas, buenos días y bienvenidos:
Agradezco al Dr. Ruffini por sus corteses palabras y saludo a todos ustedes que participan en la Asamblea Plenaria del dicasterio para la comunicación, que tiene como tema “Sínodo y comunicación: un itinerario a desarrollar”.
El sínodo no es un simple ejercicio de comunicación y mucho menos la tentativa de repensar la Iglesia con la lógica de las mayorías y las minorías que deben llegar a un acuerdo. Este tipo de visiones mundana y sigue el modelo de muchas experiencias sociales, culturales y políticas. En cambio la esencia del camino sinodal reside en una verdad de fondo que no debemos nunca perder de vista: éste tiene el objetivo de escuchar, entender y poner en práctica la voluntad de Dios.
Si, como Iglesia, queremos conocer la voluntad de Dios para seguir haciendo actual la luz del Evangelio en este nuestro tiempo, entonces debemos volver a tener la conciencia de que ésta nunca se da en lo individual, sino siempre a la iglesia en su totalidad. es solo en el tejido vivo de nuestras relaciones eclesiales que nos hacemos capaces de escuchar y comprender al Señor que nos habla. Sin “caminar juntos”, podemos convertirnos simplemente en una institución religiosa, que sin embargo ha perdido la capacidad de hacer resplandecer la luz del mensaje de su Maestro, ha perdido la capacidad de dar sabor a las distintas vivencias del mundo.
Jesús nos alerta de una derivación similar. Él nos repite: «Ustedes son la sal de la tierra; pero si la sal pierde el sabor, ¿con qué se podrá hacer salado? No sirve para nada más que para ser tirada y pisoteada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo; no puede permanecer oculta a una ciudad colocada sobre un monte, ni se enciende una lámpara para ponerla debajo de la cama, sino sobre lucernario para que dé luz a todos los que están en la casa» (Mt 5, 13-16). He aquí porqué la dimensión sinodal es una dimensión constitutiva de la Iglesia y la reflexión que nos tiene comprometidos en estos años tiene el objetivo de hacer surgir con fuerza lo que de manera implícita la iglesia siempre ha creído.
La Biblia está llena de historias de hombres y mujeres que a veces, erróneamente, imaginamos como héroes solitarios. Por ejemplo Abraham, el primero a quien Dios dirige su palabra, no es un solitario que se pone en viaje, sino un hombre que toma en serio la voz de Dios, que lo invita a dejar su propia tierra y lo hace junto con su familia (Gen 12, 1-9). La historia de Abraham es la historia de los vínculos de Abraham.
También Moisés, el liberador de Israel, no habría podido cumplir su misión sino fuera gracias a la ayuda de su hermano Aarón, de su hermana María, de su suegro Jethro y de un sinnúmero de otros hombres y mujeres que lo ayudaron a escuchar la palabra del Señor y a ponerla en práctica para el bien de todos. Él es un hombre herido en su propia historia personal y no tiene dotes oratorias, es más, es tartamudo. Podríamos casi decir que es un hombre que tiene dificultades precisamente para comunicarse, pero quien está a su lado suple su propia incapacidad (cf. Ex 4, 10.12-16).
María de Nazaret no habría podido cantar su Magníficat sin la presencia y amistad de su prima Isabel (cf. Lc 1, 46-55), y no habría podido defender al Niño Jesús del odio de quien lo quería matar si no hubiera estado a su lado José (Mt 2, 13-15.19-23).
Jesús mismo se hizo necesitado de vínculos y cuando debe enfrentar la batalla decisiva de su misión en Jerusalén, la noche del arresto lleva consigo al huerto de Getsemaní a sus amigos Pedro, Santiago y Juan (cf. Mt 26, 36-46).
La contribución de la comunicación es precisamente la de hacer posible esta dimensión de comunión, esta capacidad relacional, esta vocación a los vínculos. Y por tanto entendemos cómo es tarea de la comunicación favorecer la cercanía, dar voz a quien es excluido, atraer la atención sobre lo que normalmente descartamos e ignoramos. La comunicación es, por así decirlo, el artesanado de los vínculos, dentro de los cuales la voz de Dios resuena y se hace escuchar.
Tres cosas quisiera indicarles como posibles rasgos para un futuro camino de reflexión en este ámbito.
La primer tarea de la comunicación debería ser la de hacer que las personas estén menos solas. Si ésta no hace disminuir la sensación de soledad a la que tantos hombres y mujeres se sienten condenados, entonces esa comunicación es sólo entretenimiento, no es artesanado de vínculos como decíamos antes.
Para poder realizar una misión como esa, es necesario tener claro que una persona se siente menos sola cuando se da cuenta de que las preguntas, las esperanzas, las fatigas que lleva dentro encuentran expresión afuera. Solo una Iglesia que está inmersa en la realidad conoce realmente lo que se encuentra en el corazón del hombre contemporáneo. Por tanto, toda verdadera comunicación está hecha sobre todo de escucha concreta, está hecha de encuentros, de rostros, de historias. Si no sabemos estar en la realidad, nos limitaremos solamente a indicar desde lo alto direcciones a las que nadie prestará a escuchar. La comunicación debería ser una gran ayuda para la Iglesia, para habitar concretamente en la realidad, favoreciendo la escucha e interceptando las grandes preguntas de los hombres y mujeres de hoy.
Relacionado a este primer desafío quisiera agregar otro: dar voz a quien no tiene voz. Muy a menudo asistimos a sistemas de comunicación que marginan y censuran lo que es incómodo y no queremos ver. La Iglesia, gracias al Espíritu Santo, sabe bien que es su tarea estar con los últimos y que su hábitat natural es el de las periferias existenciales.
Pero periferias existenciales no son sólo aquellas que por motivos económicos se encuentran a los márgenes de la sociedad, sino también aquellos que están saciados de pan pero vacíos de sentido, son también cuántos viven situaciones de marginalidad a causa de algunas decisiones, o de errores familiares, o por vivencias personales que han marcado de forma indeleble su historia. Jesús nunca tuvo miedo del leproso, del pobre, del extranjero, aún cuando estas personas eran marcadas por un estigma moral. Jesús nunca ignoró a los irregulares de todo tipo. Me pregunto si como Iglesia sabemos dar voz también nosotros a estos hermanos y hermanas, si sabemos escucharlos, si sabemos discernir junto a ellos la voluntad de Dios y así dirigirles una Palabra que salva.
Finalmente, el tercer desafío de la comunicación que quisiera dejarles es el de educarnos para la dificultad de comunicar. No pocas veces también en el Evangelio se registran malos entendidos, lentitud en entender las palabras de Jesús o malos entendidos que a veces se convierten en verdaderas tragedias, como le sucede a Judas iscariote, quien confunde la misión de Cristo con un mesianismo político.
Por tanto debemos aceptar en la comunicación también esta dimensión de “dificultad”. Muy a menudo a aquellos que miran a la Iglesia desde fuera se quedan perplejos por las distintas tensiones que hay en ella. Pero quien conoce la manera de actuar del Espíritu Santo sabe bien que Él ama hacer la comunión entre la diversidad y crear la armonía a partir de la confusión. La comunión nunca es uniformidad, sino capacidad de mantener juntas realidades muy distintas. Pienso que deberíamos ser capaces de comunicar también está dificultad sin tener la pretensión de resolverla u ocultarla. El disenso no es necesariamente una actitud de ruptura, sino que puede ser uno de los ingredientes de la comunión. La comunicación debe hacer posible también la diversidad de visiones, pero buscando siempre preservar la unidad y la verdad y combatiendo calumnias, violencia verbal, personalismos y fundamentalismos que, con la excusa de ser fieles a la verdad, sólo esparcen división y discordia. Si cede a estas degeneraciones, la comunicación, en lugar de hacer mucho bien, termina por hacer mucho mal.
Queridos hermanos y hermanas, el trabajo de este Dicasterio no es simplemente técnico. Su vocación, como hemos visto, toca el modo mismo de ser Iglesia. Gracias por lo que hacen. Les animo a seguir adelante de manera decisiva y profética. Servir a la iglesia significa ser confiables y también valientes en atreverse a caminos nuevos. En este sentido sean siempre confiables y valientes. Los bendigo a todos de corazón. Y por favor no se olviden de orar por mí.
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