LA PAZ NO SE ALCANZA CONQUISTANDO, NUNCA ES VIOLENTA NI ARMADA: ÁNGELUS DEL 01/11/2022

Los santos no son personas que en su vida fueron perfectas, siempre rectas, precisas o “almidonadas”, tal como nos lo revela el Evangelio, dijo el Papa Francisco previamente a la oración del Ángelus del Día de Todos los Santos. Explicó que las páginas que el Evangelio de Mateo dedica a las Bienaventuranzas – que pueden considerarse el documento de identidad de los santos – “¡hablan de una vida a contracorriente y revolucionaria!”. Transcribimos a continuación el texto de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz fiesta, buenos días!

Hoy, festejamos a todos los Santos y podríamos tener una impresión errónea: podríamos pensar que celebramos a aquellas hermanas y a aquellos hermanos que en vida fueron perfectos, siempre rectos, precisos, incluso “almidonados”. En cambio, el Evangelio de hoy desmiente esta versión estereotipada, esta “santidad de estampita”. De hecho, las Bienaventuranzas de Jesús (cf. Mt 5, 1-12), que son el documento de identidad de los santos, muestran todo lo contrario: ¡hablan de una vida a contracorriente, de una vida revolucionaria! Los santos son los verdaderos revolucionarios.

Tomemos, por ejemplo, una bienaventuranza muy actual: «Bienaventurados los constructores de paz» (v. 9), y veamos cómo la paz de Jesús es muy diferente de lo que imaginamos. Todos deseamos la paz, pero a menudo lo que nosotros queremos no es precisamente la paz, es estar en paz, que nos dejen en paz, no tener problemas sino tranquilidad. Jesús, en cambio, no llama bienaventurados a los tranquilos, a aquellos que están en paz, sino a aquellos que hacen la paz y luchan por la paz, a los constructores, a los que trabajan por la paz. De hecho, la paz hay que construirla y como toda construcción, requiere esfuerzo, colaboración, paciencia. Nosotros quisiéramos que la paz lloviera de lo alto, en cambio, la Biblia habla de la «semilla de paz» (Zac 8, 12), porque ésta germina del terreno de la vida, de la semilla de nuestro corazón; crece en silencio, día tras días, a través de obras de justicia y de misericordia, como nos muestran los testigos luminosos que festejamos hoy. Es más, tendemos a creer que la paz llega con la fuerza y el poder: para Jesús es lo contrario. Su vida y la de los santos nos dicen que la semilla de la paz, para crecer y dar fruto, debe antes morir. La paz no se alcanza conquistando o derrotando a alguien, nunca es violenta, nunca es armada. Estaba viendo en el programa “A Sua Immagine” [A su imagen], a muchos santos y santas que lucharon, hicieron la paz, pero con el trabajo, dando su propia vida, ofreciendo la vida.

¿Cómo se hace entonces para convertirse en trabajadores por la paz? Ante todo, es necesario desarmar el corazón. Sí, porque estamos todos equipados con pensamientos agresivos, uno contra otro, con palabras afiladas y pensamos en defendernos con el alambre de púas de la queja y con los muros de cemento de la indiferencia; y entre quejas e indiferencia nos defendemos, pero esto no es paz, esto es guerra. La semilla de la paz pide desmilitarizar el campo del corazón. ¿Cómo está tu corazón? ¿Está desmilitarizado o está así con estas cosas, con las quejas y la indiferencia, con la agresión? Y, ¿cómo se desmilitariza el corazón? Abriéndonos a Jesús, que es «nuestra paz» (Ef 2, 14); estando frente a su Cruz, que es la cátedra de la paz; recibiendo de Él, en la Confesión, «el perdón y la paz». Desde aquí se empieza, porque ser trabajadores de paz, ser santos, no es capacidad nuestra, es don suyo, es gracia.

Hermanos y hermanas, mirémonos dentro y preguntémonos: ¿Somos constructores de paz? ¿Allí donde vivimos, estudiamos y trabajamos, llevamos tensión, palabras que hieren, chismes que envenenan, polémicas que dividen? O ¿abrimos la vía de la paz: perdonamos a quien nos ha ofendido, nos ocupamos de los que se encuentran en los márgenes, sanamos alguna injusticia ayudando a quien menos tiene? Esto se llama construir la paz.

Puede surgir sin embargo una última pregunta, que vale para todas las bienaventuranzas: ¿Conviene vivir así? ¿No es una actitud de perdedor? Es Jesús quien nos da la respuesta: los que trabajan por la paz «serán llamados hijos de Dios» (Mt 5, 9): en el mundo parecen fuera de lugar, porque no ceden a la lógica del poder y del predominio, en el Cielo serán los más cercanos a Dios, los más semejantes a Él. Pero, en realidad, también aquí, el que estafa se queda con las manos vacías, mientras el que ama a todos y no hiere a nadie gana: como dice el Salmo, “el hombre de paz tendrá descendencia” (cf. Sal 37, 37).

Que la Virgen María, Reina de todos los santos, nos ayude a ser constructores de paz en la vida de cada día.

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