CONSTRUIR PUENTES PARA QUE LAS ORILLAS ENEMIGAS VUELVAN A COMUNICARSE: PALABRAS DEL PAPA AL PONTIFICIO COLEGIO NEPOMUCENO (10/11/2022)

El Papa Francisco recibió este 10 de noviembre en la Sala del Consistorio, en audiencia, a la comunidad del Pontificio Colegio Nepomuceno, que lleva el nombre del mártir bohemio ahogado en el Río Moldavia en 1300 por no haber violado el secreto de confesión. Hoy, mientras la guerra en Ucrania hace estragos, es necesario trabajar con firmeza evangélica y orar para que nazca la reconciliación. Reproducimos a continuación, el texto de su mensaje, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días y bienvenidos:

Agradezco al Rector por sus palabras de presentación; también por haber programado el Rosario, gracias, porque me da fuerza.

Quisiera compartir con ustedes algunas reflexiones a partir del testimonio de su Santo Patrono, San Juan Nepomuceno. Allí hay una raíz fuerte, una raíz siempre viva, capaz de alimentar el presente y el futuro de su comunidad, como lo hizo en su pasado.

Siempre impacta el hecho de que él fue asesinado porque quiso permanecer fiel al secreto de Confesión. Eso es conmovedor. Dijo “no” al rey para confirmar su “sí” a Cristo y a la Iglesia. Y esto hace pensar en lo que tuvieron que sufrir muchos sacerdotes, muchos Obispos a lo largo de la historia bajo varios regímenes autoritarios o totalitarios. Ustedes lo han experimentado en su historia. Para su Colegio esto ocurrió durante los cuarenta años después de la Segunda Guerra Mundial. Y hoy rindo homenaje con ustedes a la memoria de muchos sacerdotes y Obispos, consagradas y consagrados y también muchos laicos, que, con la gracia de Dios, tuvieron la valentía de decir “no” al régimen para permanecer fieles a su vocación y misión. Esta multitud de mártires ocultos, que no conocemos. Detrás de su vida, de su historia están los mártires.

Esta raíz de valentía y firmeza evangélica – que se remonta a su santo Patrono – nunca debe convertirse para ustedes en una lápida que poner sobre un muro, como un objeto de museo, como una estampita, no, debe permanecer como una raíz viva, ¡ porque también hoy  se necesita se necesita de su savia! También hoy, en Europa y en todas partes del mundo, ser cristianos y en particular ser ministros de la Iglesia, consagradas y consagrados, requiere decir “no” a los poderes de este mundo para confirmar el “sí” al Evangelio. A veces se trata de poderes políticos, a veces en cambio son ideológicos y culturales y su condicionamiento es más sutil, pasa a través de los medios de comunicación, que pueden ejercer presión, sembrar descrédito, chantajear, aislar y así sucesivamente, o, peor aún, llevarlos a vivir en la mundanidad. Tengan cuidado con la mundanidad espiritual, qué es lo peor que puede sucederle a la Iglesia, lo peor que puede sucederle a un hombre, a una mujer consagrados. Tengan cuidado con vivir mundanamente, con criterios mundanos.

El testimonio de San Juan Nepomuceno nos recuerda, hoy más que nunca, la primacía de la conciencia sobre cualquier poder mundano; la primacía de la persona humana, su dignidad inalienable, que tiene su centro precisamente en la conciencia, entendida no en sentido meramente psicológico, sino en su plenitud, como apertura a lo trascendente. Deseo que el Colegio Pontificio que lleva el nombre del gran sacerdote y mártir bohemio sea siempre casa y escuela de libertad, libertad interior, fundada en la relación con Cristo y el Espíritu Santo. Una libertad que se manifiesta también en el sentido del humor, como demostraba por ejemplo el Padre Spidlik – que conocí muy bien, lo conocí de cerca –, que por muchos años desarrolló su ministerio en su Colegio, con ese sentido del humor que era capaz de reírse en cualquier situación e incluso de sí mismo. ¡Un grande!

Otro punto de reflexión lo ofreció el Rector, recordando que San Juan Nepomuceno es protector de los puentes, él, que fue arrojado en el Moldavia desde el puente Carlo de Praga y así coronó su testimonio. Una forma apropiada de honrar su memoria es entonces la de buscar, en la vida concreta, construir puentes ahí donde existen divisiones, distancias, incomprensiones. Más aún, ser nosotros mismos puentes, instrumentos humildes y valientes de encuentro, de diálogo entre personas y grupos distintos y opuestos. Éste es un rasgo que pertenece a la identidad del ministro de Cristo, como demuestran las biografías de muchos santos sacerdotes y Obispos, que en situaciones de conflicto han sido constructores de paz y reconciliación. Pero eso lo hacen también mejor las mujeres: servir de puentes, porque una mujer sabe mejor que nosotros los hombres cómo hacer puentes. Y ustedes [dirigiéndose a las mujeres presentes], ¡enséñenles cómo se hacen los puentes!

Eso – lo saben bien – no se hace sin oración. Los puentes se construyen a partir de ahí, desde la oración de intercesión: día tras día, llamando con insistencia a la puerta del corazón de Cristo, se ponen las bases para que dos orillas distantes y enemigas puedan volver a comunicarse. Quisiera recordar a este respecto una meditación del Cardenal Martini, titulada “Un grito de intercesión”, pronunciada en enero de 1991, en el tiempo de la guerra del Golfo. Hoy, mientras causa estragos la guerra en Ucrania, esa homilía es de gran actualidad. En particular, subrayó un pasaje sobre la oración de intercesión, ahí donde dice: «Intercesión quiere decir meterse ahí donde el conflicto ocurre, entre las dos partes en conflicto. [...] Es el gesto de Jesucristo en la cruz».

Y aquí tocamos el punto central: es Jesucristo el puente y es Él el pontífice. Es Él nuestra paz, es él quien derribó y derriba los muros d la enemistad (cf. Ef 2, 14). Y es a Él a quien nosotros debemos siempre orientar y atraer a las personas, a las familias, a las comunidades. Es lo que hacemos en el momento central de cada uno de nuestros días, cuando celebramos la Misa. ¡No podemos y no debemos estar nosotros al centro, sino Él! Huyamos de la tentación del protagonismo mundano. Por favor, el Señor nos quiere a todos servidores, hermanos y hermanas, no primadonnas o primeros actores, no protagonistas, y a veces protagonistas de historias tristes e historias mediocres. No. El Señor quiere que seamos luchadores. Huyamos de la tentación de este protagonismo mundano, que a menudo nos ilusiona revistiéndose de causas nobles. Para cada uno de nosotros es válido siempre el lema de Juan el Bautista: « él debe crecer; yo, en cambio, disminuir» (Jn 3, 30).

Queridos hermanos y hermanas, hoy el Colegio Nepomuceno recibe, además de a sacerdotes de la República Checa, a otros provenientes de distintos países, incluso africanos y asiáticos. Es un signo de los tiempos que se encuentra en varios Colegios romanos, cada vez más formados por comunidades mixtas, ya no nacionales sino internacionales. Y esta realidad, que depende de la disminución de las presencias europeas, puede convertirse, si es bien manejada, en una riqueza humana y formativa. En esta diversidad pueden ejercitarse mejor en ser “puentes”, servidores de la cultura del encuentro, capaces de captar en el otro la originalidad peculiar y al mismo tiempo la común humanidad.

Les agradezco por esta visita. Que el señor bendiga siempre a su comunidad y que la Virgen la acompañe. De corazón bendigo a todos ustedes. Y gracias por este regalo del Rosario; pero, terminado éste, ¡sigan orando por mí! Porque este trabajo no es fácil. Gracias.

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