CATEQUESIS DEL PAPA: LA FRATERNIDAD AVANZA A TRAVÉS DEL DIÁLOGO QUE ES EL OXÍGENO DE LA PAZ (09/11/2022)

En la Audiencia General de este 9 de noviembre, el Papa Francisco repasó los momentos más significativos de su viaje apostólico a Bahréin. Diálogo, encuentro, camino fueron las tres palabras que el Santo Padre subrayó durante su catequesis, a su regreso del viaje apostólico. El Sumo Pontífice afirmó que en este viaje se vivió el encuentro y el diálogo no sólo con los musulmanes, sino también entre los cristianos con la presencia del “querido Patriarca y hermano Bartolomé y con hermanos y hermanas de diversas confesiones y ritos”. Compartimos a continuación, el texto completo de su catequesis, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Antes de hablar sobre lo que he preparado, quisiera llamar la atención sobre estos dos niños que vinieron aquí. Ellos no pidieron permiso, ellos no dijeron: “Ah, tengo miedo”: vinieron directamente. Así debemos ser nosotros con Dios: directamente. Nos han dado ejemplo de cómo debemos comportarnos con Dios, con el Señor: ¡ir adelante! Él nos espera siempre. Me ha hecho bien ver la confianza de estos dos niños: ha sido un ejemplo para todos nosotros. Así debemos acercarnos siempre al Señor: con libertad. Gracias.

Hace tres días volví del viaje al Reino de Bahréin, que yo no conocía, de verdad: no sabía bien como era, ese reino. Deseo agradecer a todos aquellos que han acompañado esta visita con el apoyo de la oración, y renovar mi reconocimiento a Su Majestad el Rey, a las otras autoridades, a la Iglesia local y a la población por la calurosa acogida. Y también, quiero agradecer a los organizadores de los viajes: para hacer este viaje hay un movimiento de gente, la Secretaría de Estado trabaja mucho para preparar los discursos, para preparar la logística, todo, se mueven muchos… después, los traductores... y después, el Cuerpo de la Gendarmería, el Cuerpo de la Guardia Suiza, que son muy buenos. ¡Es un trabajo enorme! Todos, a todos quisiera agradecerles públicamente por todo lo que hacen para que un viaje del Papa salga bien. Gracias.

Resulta espontáneo preguntarse: ¿por qué el Papa quiso visitar este pequeño país de grandísima mayoría islámica? Hay muchos países cristianos: ¿por qué no va antes a uno u otro? Quisiera responder a través de tres palabras: diálogo, encuentro y camino.

Diálogo: la ocasión del viaje, deseado desde hace tiempo, fue ofrecida por la invitación del Rey a un Foro sobre el diálogo entre Oriente y Occidente. Diálogo que sirve para descubrir la riqueza de quien pertenece a otros pueblos, otras tradiciones, otros credos. Bahréin, un archipiélago formado por muchas islas, nos ha ayudado a entender que no se debe vivir aislándose, sino acercándose. En Bahréin, que son islas, se han acercado, se tocan. Lo exige la causa de la paz, y el diálogo es “el oxígeno de la paz”. No olviden esto: el diálogo es el oxígeno de la paz. También en la paz doméstica. Si se ha hecho una guerra ahí, entre marido y mujer, después con el diálogo se avanza con la paz. En familia, dialogar también: dialogar, porque con el diálogo se custodia la paz. Hace casi sesenta años el Concilio Vaticano II, hablando de la construcción del edificio de la paz, afirmaba que «tal obra exige que [los hombres] amplíen su mente más allá de las fronteras de la propia nación, deponiendo todo egoísmo nacional y toda ambición de supremacía sobre otras naciones, y alimenten en cambio un profundo respeto por toda la humanidad, que corre ya, aunque laboriosamente, hacia una mayor unidad» (Gaudium et spes, 82). En Bahréin advertí esta exigencia y deseé que, en todo el mundo, los responsables religiosos y civiles sepan mirar más allá de los propios confines, de las propias comunidades, para cuidar del conjunto. Solo así se pueden afrontar ciertos temas universales, por ejemplo, el olvido de Dios, la tragedia del hambre, la custodia de la creación, la paz. Juntos, se piensa esto. En este sentido el Foro del diálogo, titulado “Oriente y Occidente por la coexistencia humana”, exhortó a elegir el camino del encuentro y a rechazar el del enfrentamiento. ¡Cuánto lo necesitamos! ¡Cuánto necesitamos encontrarnos! Pienso en la desquiciada guerra ― ¡desquiciada! ― de la que es víctima la martirizada Ucrania, y en tantos otros conflictos, que nunca se resolverán a través de la infantil lógica de las armas, sino sólo con la fuerza mansa del diálogo. Pero además de Ucrania, que es martirizada, pensemos en las guerras que duran desde hace años, y pensemos en Siria ― ¡más de diez años! ― pensemos por ejemplo en Siria, pensemos en los niños de Yemen, pensemos en Myanmar: ¡por todos lados! Ahora, está más cerca Ucrania, ¿qué hacen las guerras? Destruyen, destruyen la humanidad, destruyen todo. Los conflictos no deben ser resueltos a través de la guerra.

Pero no puede haber diálogo sin ―segunda palabra― encuentro. En Bahréin nos encontramos, y muchas veces sentí surgir el deseo de que entre cristianos y musulmanes aumenten los encuentros, que se forjen relaciones más fuertes, que se considere cada vez más como importante. En Bahréin ―como se hace en Oriente― las personas se llevan la mano al corazón cuando saludan a alguien. Yo también lo hice, para dar espacio dentro de mí a quien encontraba. Porque, sin acogida, el diálogo queda vacío, aparente, permanece como una cuestión de ideas y no de realidades. Entre los muchos encuentros, pienso de nuevo en ese con el querido hermano, el Gran Imán de Al-Azhar ― ¡querido hermano! ―; y en aquel con los jóvenes de la Escuela del Sagrado Corazón, estudiantes que nos han dado una gran enseñanza: estudian juntos, cristianos y musulmanes. Desde jóvenes, adolescentes, niños es necesario conocerse, para que el encuentro fraterno prevenga las divisiones ideológicas. Y aquí quiero agradecer a la Escuela del Sagrado Corazón, agradecer a Sor Rosalyn que ha sacado adelante esta escuela tan bien, y a los chicos que participaron con los discursos, con las oraciones, el baile, el canto: ¡lo recuerdo bien! Muchas gracias. Pero también los ancianos ofrecieron un testimonio de sabiduría fraterna: pienso otra vez en el encuentro con el Consejo Musulmán de Ancianos, una organización internacional nacida hace pocos años, que promueve buenas relaciones entre las comunidades islámicas, en nombre del respeto, de la moderación y de la paz, oponiéndose al integrismo y a la violencia.

Así llegamos hacia la tercera palabra: camino. El viaje a Bahréin no debe ser visto como un episodio aislado, forma parte de un recorrido, inaugurado por San Juan Pablo II cuando se dirigió a Marruecos. Así, la primera visita de un Papa a Bahréin representó un nuevo paso en el camino entre creyentes cristianos y musulmanes: no para confundirnos o diluir la fe, no: el diálogo no diluye; sino para construir alianzas fraternas en el nombre del padre Abraham, que fue peregrino en la tierra bajo la mirada misericordiosa del único Dios del Cielo, Dios de la paz. Por esto el lema del viaje era: “Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. ¿Y por qué digo que el diálogo no diluye? Porque para dialogar es necesario tener identidad propia, se debe partir de la propia identidad. Si tú no tienes identidad, tú no puedes dialogar, porque no entiendes ni siquiera qué eres tú. Para que un diálogo sea bueno, se debe partir siempre de la propia identidad, ser conscientes de la propia identidad, y así se puede dialogar.

Diálogo, encuentro y camino en Bahréin se realizaron también entre los cristianos: por ejemplo, el primer encuentro, de hecho, fue ecuménico, de oración por la paz, con el querido Patriarca y hermano Bartolomé y con los hermanos y hermanas de varias confesiones y ritos. Tuvo lugar en la Catedral, dedicada a Nuestra Señora de Arabia, cuya estructura evoca una tienda, esa en la que, según la Biblia, Dios encontraba a Moisés en el desierto, a lo largo del camino. Los hermanos y las hermanas en la fe, que encontré en Bahréin, viven realmente “en camino”: la mayor parte son trabajadores inmigrantes que, lejos de casa, reencuentran sus raíces en el Pueblo de Dios y su familia en la gran familia de la Iglesia. Es maravilloso ver a estos migrantes, filipinos, indios y de otros lugares, cristianos que se reúnen y se apoyan en la fe. Y estos van adelante con alegría, en la certeza de que la esperanza de Dios no decepcionada (cf. Rom 5, 5). Al encontrar a los pastores, los consagrados y consagradas, los agentes pastorales y, en la festiva y conmovedora Misa celebrada en el estadio, muchos fieles, procedentes también de otros países del Golfo, les llevé el afecto de toda la Iglesia. Este fue el viaje.

Y hoy quisiera transmitirles su alegría genuina, sencilla y hermosa. Encontrándonos y orando juntos, nos hemos sentido un solo corazón y una sola alma. Pensando en su camino, en su experiencia cotidiana de diálogo, sintámonos todos llamados a ampliar los horizontes: por favor, corazones ensanchados, no corazones cerrados, duros. Abran los corazones, porque todos somos hermanos y para que esta fraternidad humana vaya más adelante. Ampliar los horizontes, abrir, ampliar los intereses y dedicarnos al conocimiento de los demás. Si tú te dedicas al conocimiento de los demás, nunca te sentirás amenazado. Pero si tienes miedo de los demás, tú mismo serás para ellos una amenaza. El camino de la fraternidad y de la paz, para continuar, necesita de todos y cada uno. Yo doy la mano, pero si del otro lado no hay otra mano, no sirve. ¡Que la Virgen nos ayude en este camino! ¡Gracias!

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