¿CÓMO RECONOCER Y ACOGER AL SEÑOR?: ÁNGELUS DEL 27/11/2022

“Su Señor vendrá”. Este es el fundamento de la esperanza cristiana, contenida en el Evangelio que la Liturgia nos regala en el primer domingo de Adviento, a través del Evangelio según San Mateo. Es “una hermosa promesa que nos introduce en el Tiempo de Adviento” dijo el Papa Francisco en su alocución precedente a la oración mariana del Ángelus este 27 de noviembre, desde la Plaza de San Pedro. El Papa exhortó a todos los fieles a preguntarse: “¿Estoy tratando de reconocer la presencia de Dios en las situaciones cotidianas, o estoy distraído y un poco abrumado por las cosas? Si no somos conscientes de su venida hoy, tampoco estaremos preparados cuando venga al final de los tiempos. Por lo tanto, ¡permanezcamos atentos!”. Compartimos a continuación el texto de su alocución, traducida del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! ¡feliz domingo!

En el Evangelio de la Liturgia de este día escuchamos una hermosa promesa que nos introduce en el Tiempo de Adviento: «Su Señor vendrá» (Mt 24, 42). Este es el fundamento de nuestra esperanza, es lo que nos sostiene incluso en los momentos más difíciles y dolorosos de nuestra vida: Dios viene, Dios está cerca y viene. ¡No lo olvidemos nunca! Siempre el Señor viene, el Señor nos visita, el Señor se hace cercano, y volverá al final de los tiempos para acogernos en su abrazo. Ante esta palabra, nos preguntamos: ¿cómo viene el Señor? ¿Y cómo reconocerlo y acogerlo? Detengámonos brevemente en estas dos interrogantes.

La primera pregunta: ¿cómo viene el Señor? Muchas veces hemos oído decir que el Señor está presente en nuestro camino, que nos acompaña y nos habla. Pero tal vez, distraídos como estamos por tantas cosas, esta verdad se queda para nosotros sólo en teoría; sí, sabemos que el Señor viene pero no vivimos esta verdad o imaginamos que el Señor viene de una manera llamativa, tal vez a través de algún signo prodigioso. Y en cambio Jesús nos dice que sucederá “como en los días de Noé” (cf. v. 37). ¿Y qué hacían en los días de Noé? Simplemente las cosas normales y cotidianas de la vida, como siempre: «comían y bebían, tomaban mujeres y tomaban maridos» (v. 38). Tengamos esto en cuenta: Dios está escondido en nuestra vida, siempre está, está escondido en las situaciones más comunes y ordinarias de nuestra vida. No viene en eventos extraordinarios, sino en las cosas de cada día, se manifiesta en las cosas de cada día. Él está ahí, se manifiesta en lo cotidiano. Él está ahí, en nuestro trabajo cotidiano, en un encuentro casual, en el rostro de una persona necesitada, incluso cuando afrontamos días que parecen grises y monótonos, justo ahí está el Señor, que nos llama, nos habla e inspira nuestras acciones.

Sin embargo, hay una segunda pregunta: ¿cómo reconocer y acoger al Señor? Debemos estar despiertos, atentos, vigilantes. Jesús nos advierte: existe el peligro de no darse cuenta de su venida y no estar preparados para su visita. He recordado otras veces lo que decía San Agustín: «Temo al Señor que pasa» (Serm. 88, 14.13), es decir, ¡temo que Él pase y no lo reconozca! De hecho, de aquellas personas del tiempo de Noé, Jesús dice que comían y bebían «y no se dieron cuenta de nada hasta que vino el diluvio y arrastró a todos» (v. 39). Pongamos atención a esto: ¡no se dieron cuenta de nada! Estaban absortos en sus cosas y no se dieron cuenta de que estaba por llegar el diluvio. De hecho, Jesús dice que cuando Él venga, «dos hombres estarán en el campo: uno será llevado y el otro dejado» (v. 40). ¿En qué sentido? ¿Cuál es la diferencia? Simplemente que uno estaba vigilante, esperaba, capaz de darse cuenta de la presencia de Dios en la vida cotidiana; el otro, en cambio, estaba distraído, “como si nada” y no se dio cuenta de nada.

Hermanos y hermanas, en este tiempo de Adviento, ¡dejémonos sacudir el letargo y despertemos del sueño! Intentemos preguntarnos: ¿soy consciente de lo que vivo, estoy atento, estoy despierto? ¿Busco reconocer la presencia de Dios en las situaciones cotidianas o estoy distraído y un poco abrumado por las cosas? Si no nos damos cuenta hoy de su venida, tampoco estaremos preparados cuando venga al final de los tiempos. Por tanto, hermanos y hermanas, ¡permanezcamos vigilantes! Esperando que el Señor venga, esperando que el Señor se acerque a nosotros, porque Él está, pero esperando atentos. Y que la Virgen Santa, Mujer de la espera, que supo captar el paso de Dios en la humilde y oculta vida de Nazaret y lo acogió en su seno, nos ayude en este camino a estar atentos para esperar al Señor que está entre nosotros y pasa.

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