SIGAMOS A JESÚS JUNTO A MARÍA: PALABRAS DE LEÓN XIV AL FINAL DEL ROSARIO DE CONCLUSIÓN DEL MES MARIANO (31/05/2025)

La alabanza, el camino, la esperanza y, sobre todo, la fe meditada y manifestada en coro, fueron los aspectos de la oración de la tarde de este 31 de mayo, en la Gruta de Lourdes en los Jardines Vaticanos para concluir el Mes Mariano, que el Jubileo exalta y que el Papa invitó a practicar y recordar cada día. En las palabras que pronunció el Pontífice al final de encomendarnos a la Virgen, el Santo Padre deseó que “la alegría de este momento permanezca y crezca en nosotros”. Reproducimos a continuación, el texto leído por el Papa, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas:

Con alegría me uno a ustedes en esta Vigilia de oración en la conclusión del mes de mayo. Es un gesto de fe con el cual de manera sencilla y devota nos reunimos bajo el manto maternal de María. Este año, además, esto nos recuerda algunos aspectos importantes del jubileo que estamos celebrando: la alabanza, la esperanza y, sobre todo, la fe meditada y manifestada en coro.

Han recitado juntos el Santo Rosario: oración, como llegó a subrayar San Juan Pablo II, desde la fisonomía mariana y desde el corazón cristológico, que «concentra en sí misma la profundidad de todo el mensaje evangélico» (Carta Ap. Rosarium Virginis Mariae, 16 de octubre 2002, 1).

Y en efecto, meditando los Misterios gozosos, durante el camino recorrido, entraron y se detuvieron, como en peregrinación, en muchos lugares de la vida de Jesús: en la casa de Nazaret, contemplando la Anunciación, en la de Zacarías, contemplando la Visitación – que hoy celebramos –, en la gruta de Belén contemplando la Navidad, en el Templo de Jerusalén contemplando la presentación y después a Jesús reencontrado. Los han acompañado, en el Ave María repetido con fe, las palabras del Ángel a la Madre de Dios: «Alégrate, llena de gracia: el Señor es contigo» (Lc 1, 28) –, y las de Isabel que la recibe con alegría: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre» (Lc 1, 42).

Sus pasos, así, fueron marcados por la Palabra de Dios, que los ha firmado, con su ritmo, su proceder, las paradas y las salidas, precisamente como fue para el pueblo de Israel en el desierto, en viaje hacia la Tierra prometida.

Miremos, entonces, nuestra existencia como un camino en seguimiento de Jesús, que hay que recorrer, como hicimos esta tarde, junto a María. Y pidamos al Señor que sepamos alabarlo todos los días, «con la vida y con la lengua, con el corazón y con los labios, con la voz y con la conducta» (S. Agustín, Sermón 256, 1), evitando las desafinaciones: la lengua entonada con la vida y los labios con la conciencia (cf. ibid.).

Saludo a los señores Cardenales presentes, a los Obispos, los sacerdotes, las personas consagradas y a todos los fieles. Deseo expresar, afecto y gratitud a las Hermanas Benedictinas del Monasterio Mater Ecclesiae, que con su oración oculta y constante sostienen a nuestra comunidad y nuestro trabajo.

Que la alegría de este momento permanezca y crezca en nosotros, «en nuestra vida personal y familiar, en todos los ambientes, especialmente en la vida de esta familia que aquí en el Vaticano sirve a la Iglesia universal» (Benedicto XVI, conclusión del mes de mayo, 31 de mayo 2012). Que el Señor nos bendiga y nos acompañe siempre y que María interceda por nosotros. Gracias.

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