COMO EL CARDENAL HÒSSU, DIGAMOS «NO» A TODA VIOLENCIA: PALABRAS DE LEÓN XIV EN EL ACTO CONMEMORATIVO DEL BEATO CARD. IULIU HÒSSU (02/06/2025)

En la Capilla Sixtina, por la tarde de ests 2 de junio, León XIV conmemoró al Beato rumano, Iuliu Hòssu (1885-1970), Obispo greco-católico mártir de la fe durante la persecución comunista, recordando su valiente compromiso por «salvar de la muerte a miles de judíos» durante el Holocausto. El Santo Padre invitó a que el ejemplo del Beato Card. Hòssu, «hombre de diálogo y profeta de esperanza», y la amistad entre la Iglesia greco-católica rumana y la comunidad judía del país, sean una luz para el mundo actual. Compartimos a continuación, el texto de su intervención, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas:

Nos hemos reunido hoy en la Capilla Sixtina para conmemorar, en el Año Jubilar dedicado a la esperanza, a un apóstol de la esperanza: el Beato Cardenal Iuliu Hòssu, Obispo greco-católico de Cluj-Gherla, Pastor y mártir de la fe durante la persecución comunista en Rumania. Hoy, en cierto sentido, él entra en esta Capilla, después de que San Pablo VI, el 28 de abril de 1969, lo creó Cardenal in pectore, mientras estaba en prisión por haber permanecido fiel a la Iglesia de Roma.

Saludo con alegría a todos los presentes: a los representantes de la Iglesia Greco-Católica de Rumania, a las autoridades y, de manera particular, al Honorable Silviu Vexler, Presidente de la Federación de Comunidades Judías en Rumanía.

Este año en curso, es un año especial dedicado al Card. Iuliu Hòssu, símbolo de fraternidad más allá de cualquier confín étnico o religioso. Su proceso de reconocimiento como “Justo entre las naciones”, iniciado en 2022, se basa en su compromiso valiente de apoyar y salvar a los judíos de Transilvania del Norte cuando, entre 1940 y 1944, los nazis realizaron el trágico plan de deportarlos a los campos de exterminio.

Corriendo riesgos enormes para sí mismo y para la Iglesia Greco-Católica, el Beato Hòssu emprendió numerosas acciones en favor de los judíos, para evitar su deportación. En la primavera de 1944 mientras en Cluj-Napoca (en húngaro Kolozsvár) y en otras ciudades de Transilvania se preparaba su confinamiento en guetos, él movilizó al clero y a los fieles greco-católicos, publicando el 2 de abril de 1944 una carta pastoral, de la que tenemos testimonio a través de Moshe Carmilly-Weinberger, ex rabino en jefe de la comunidad judía de Cluj-Napoca, en la que lanzó un llamado vibrante y profundamente humano: «nuestro llamado – escribía –está dirigido a todos ustedes, venerables hermanos y dilectos hijos, para que ayuden a los judíos no sólo con sus pensamientos, sino con su sacrificio, sabiendo que hoy no podemos realizar una obra más noble que esta ayuda cristiana y rumana, nacida de una ardiente caridad humana. La primera preocupación del momento actual debe ser esta obra de ayuda». Según el testimonio del mismo ex rabino en jefe, el Cardenal Hòssu, en los años 1940-1944, contribuyó a salvar de la muerte a miles de judíos de Transilvania septentrional.

La esperanza del gran pastor fue la del hombre fiel, que sabe que las puertas del mal no prevalecerán contra la obra de Dios.

Su vida fue un testimonio de fe vivida hasta el final, en la oración y la dedicación al prójimo. Fue un hombre de diálogo y un profeta de esperanza, y el Papa Francisco lo beatificó el 2 de junio de 2019 en Blaj. En aquella ocasión, en la homilía, citó una frase suya como síntesis de su vida: «Dios nos ha enviado en medio de estas tinieblas de sufrimiento para dar el perdón y orar por la conversión de todos».

Esas palabras expresan la esencia del espíritu de los mártires: fe inquebrantable en Dios, sin odio sino con la misericordia que transforma el sufrimiento en el amor hacia los perseguidores. Ellas permanecen hoy como una invitación profética a superar el odio a través del perdón y a vivir la fe con dignidad y valentía.

Cercana a los sufrimientos del pueblo judío, culminados en el drama del Holocausto, la Iglesia sabe bien qué significan el dolor, la marginación y la persecución. Precisamente por ello siente el compromiso de construir una sociedad centrada en el respeto a la dignidad humana como exigencia de la conciencia.

El mensaje del Cardenal Hòssu es más actual que nunca. Lo que él hizo por los judíos de Rumanía, las acciones que realizó para proteger al prójimo, a pesar de todos los riesgos y peligros, lo muestran como un modelo de hombre libre, valiente y generoso hasta el sacrificio supremo. Aquí por qué su lema “Nuestra fe es nuestra vida” debería convertirse en el lema de cada uno de nosotros. Espero que su ejemplo, que anticipó los contenidos después de expresados en la Declaración Nostra aetate del Concilio Ecuménico Vaticano II – del cual está próximo el sexagésimo https aniversario –, como también su amistad, se dan una luz para el mundo de hoy: digamos “no” a la violencia, a toda violencia, todavía más si es perpetrada contra personas inermes e indefensas, como niños y familias.

Que Dios bendiga a cada uno de ustedes y a sus seres queridos.

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