NICEA, UNA BRÚJULA QUE NOS GUÍA HACIA LA PLENA UNIDAD VISIBLE: PALABRAS DE LEÓN XIV A PARTICIPANTES EN SIMPOSIO SOBRE EL CONCILIO DE NICEA (07/06/2025)

El Papa León XIV recibió por la mañana de este 7 de junio, en la Sala Clementina del Vaticano, a los participantes en el Simposio “Nicea y la Iglesia del Tercer Milenio: Hacia la Unidad Católico-Ortodoxa” que se realiza en la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino. “La unidad a la que los cristianos aspiran no será principalmente el fruto de nuestros esfuerzos, ni se realizará a través de modelos o esquemas preestablecidos. Más bien, la unidad será un don recibido ‘como Cristo quiere y por los medios que Él quiere’, a través de la acción del Espíritu Santo”, señaló el Santo Padre en su discurso cuyo texto compartimos a continuación, traducido del italiano:

Eminencias, Excelencias, queridos profesores, queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Les extiendo una calurosa bienvenida a todos ustedes, que participan en el Simposio “Nicea y la Iglesia del Tercer Milenio: Hacia la Unidad Católico-Ortodoxa”, organizado de manera conjunta por el Œcumenicum – el Instituto de Estudios Ecuménicos del Angelicum – y por la Asociación Teológica Ortodoxa Internacional. De manera especial saludo a los representantes de las Iglesias Ortodoxas y Ortodoxas Orientales, muchos de los cuales me honraron con su presencia en la Misa de inauguración de mi Pontificado.

Antes de continuar con las observaciones formales, quisiera excusarme por la tardanza y pedirles tener paciencia conmigo. Aún no ha pasado un mes de que ingresé a este nuevo trabajo y, por tanto, aún hay mucho que aprender. Pero estoy muy contento de estar con ustedes esta mañana.

Me alegra ver que el Simposio está orientado resueltamente hacia el futuro. El Concilio de Nicea no es solamente un evento del pasado, sino una brújula que debe seguir guiándonos hacia la plena unidad visible de los cristianos. El Primer Concilio Ecuménico es fundamental para el camino común que católicos y ortodoxos han emprendido juntos desde el Concilio Vaticano II. Para las Iglesias orientales, que conmemoran su celebración en su calendario litúrgico, el Concilio de Nicea no es simplemente un Concilio entre los demás o el primero de una serie, sino el Concilio por excelencia, que promulgó la norma de la fe cristiana, la confesión de fe de los “318 Padres”.

Los tres temas de su Simposio son particularmente relevantes para nuestro camino ecuménico. Ante todo, la fe de Nicea. Como observó la Comisión Teológica Internacional en su reciente Documento por el 1700º aniversario de Nicea, el año 2025 representa «una ocasión inestimable para subrayar lo que tenemos en común y más fuerte, cuantitativa y cualitativamente, de lo que nos divide: todos juntos, creemos en el Dios trinitario, en el Cristo verdadero hombre y verdadero Dios, en la salvación en Jesucristo, según las escrituras leídas en la Iglesia y bajo la moción del Espíritu Santo. Juntos, creemos en la Iglesia, en el bautismo, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna» (Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador, 43). Estoy convencido de que volviendo al Concilio de Nicea y bebiendo juntos de esta fuente común, seremos capaces de ver con una luz distinta los puntos que aún nos separan. A través del diálogo teológico y con la ayuda de Dios, obtendremos una mejor comprensión del misterio que nos une. Celebrando juntos esta fe nicena y proclamándola juntos, avanzaremos también hacia el restablecimiento de la plena comunión entre nosotros.

El segundo tema de su Simposio es la sinodalidad. El Concilio de Nicea inauguró un camino sinodal para la iglesia que debe seguir en la gestión de las cuestiones teológicas y canónicas a nivel universal. La contribución de los delegados fraternos de las Iglesias y las comunidades eclesiales de Oriente y Occidente en el reciente Sínodo sobre la sinodalidad, realizado aquí en el Vaticano, fue un estímulo valioso para una mayor reflexión sobre la naturaleza y práctica de la sinodalidad. El Documento Final del Sínodo puso en evidencia que «el diálogo ecuménico es fundamental para desarrollar la comprensión de la sinodalidad y la unidad de la Iglesia» y animó para el desarrollo de «prácticas sinodales ecuménicas, hasta formas de consulta y discernimiento sobre cuestiones de interés compartido y urgente» (Por una Iglesia Sinodal: Comunión, Participación, Misión, 138). Espero que la preparación y la conmemoración conjunta del 1700º aniversario del Concilio de Nicea serán una ocasión providencial «para profundizar y confesar juntos la fe cristológica y para poner en práctica formas de sinodalidad entre los cristianos de todas las tradiciones» (ibid., 139).

El Simposio tuvo como tercer tema la fecha de la Pascua. Como sabemos, uno de los objetivos del Concilio de Nicea era el de establecer una fecha común para la Pascua con el fin de expresar la unidad de la Iglesia en toda la oikoumene. Por desgracia, las diferencias en los respectivos calendarios ya no permiten a los cristianos celebrar juntos la fiesta más importante del año litúrgico, causando problemas pastorales al interior de las comunidades, dividiendo a las familias y debilitando la credibilidad de nuestro testimonio del Evangelio. Se han propuesto distintas soluciones que permitirían a los cristianos, respetando el principio de Nicea, celebrar juntos la “Fiesta de las Fiestas”. En este año, en que todos los cristianos celebraron la Pascua el mismo día, quisiera reafirmar la disponibilidad de la Iglesia católica para la búsqueda de una solución ecuménica que favorezca una celebración común de la resurrección del señor y, como consecuencia, dé mayor fuerza misionera a nuestra predicación del «nombre de Jesús y la salvación que nace de la fe en la verdad salvífica del Evangelio» (Discurso a las Obras Pontificias Misioneras, 22 de mayo 2025).

Hermanos y hermanas, en esta vigilia de Pentecostés, recordemos que la unidad a la que los cristianos aspiran no será principalmente el fruto de nuestros esfuerzos, ni se realizará a través de modelos o esquemas preestablecidos. Más bien, la unidad será un don recibido «como Cristo quiere y con los medios que Él quiere» (Oración por la unidad del P. Paul Couturier), a través de la acción del Espíritu Santo. Por ello en este momento quisiera invitarlos a levantarnos todos juntos y juntos podamos orar implorando al Espíritu el don de la unidad. La oración que recitaré invoca la unidad del Espíritu y está tomada de la tradición oriental:

Oh, Rey Celestial, consolador, Espíritu de Verdad
que estás en todas partes y llenas todas las cosas;
Tesoro de bendiciones y Dador de la vida,
ven y habita en nosotros,
purifícanos de toda impureza
y salva, Benigno, nuestras almas.

Que el Señor esté con ustedes. La bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre. Amén. Gracias de corazón.

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